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Para la mañana siguiente, quien se suponía debía de estar despierto desde temprano cuidando esos niños no podía moverse de la cama, me tenia atado bajo su cuerpo

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Para la mañana siguiente, quien se suponía debía de estar despierto desde temprano cuidando esos niños no podía moverse de la cama, me tenia atado bajo su cuerpo.

Temblando, poro al mismo tiempo con calor, sudaba, sus mejillas estaban sonrojadas.

—Estoy malito—. Lo escuche susurrar en mi oído.

Y ahora  que pensaba mas en lo que nos pasaba sin nuestros dones me doy cuenta, de que en verdad todos dependían de nuestra familia, nadie enfermaba, y ahora que los remedios mágicos de la tía Julieta no estaban todos estábamos pendiendo de un hilo, sabíamos que hacer, claro, pero no estábamos realmente acostumbrados a esa sensación de malestar, hasta ahora quería creer que estaba bien, que no había nada malo conmigo y que no enfermaría pronto, todo el pueblo intentaba ser mas cuidadoso con lo que hacia, había menos accidentes claro estaba, pero no era lo mismo, pues las pocas personas  que estaban enfermando simplemente no soportaban el dolor, no mas que aquellos que cuando enfermaban por decisión propia decidían no comer nada de la familia.

Y ahora estaba Camilo, enfermo, intentando resistir, pues no estábamos acostumbrados siquiera a sentir ese grado de malestar por un tiempo tan prolongado. Mas aun y eso, por mas que me pudiera preocupar el bienestar de mi hermano, tenia tareas que hacer, tenia que cumplir con algo, no necesitaba que lo cuidara, no por el momento, gracias a ___ quien al verlo tan mal fue por mi madre, quien ahora permanecía con el, fue un lio salir de la cama, fue un lio aventarlo cuando estaba tan débil y su cuerpo se volvía mas pesado.

Pero tenia consuelo en mi madre, quien acomodaba su cabello sudado mientras cantaba gentilmente para el canciones de cuna, y con esa voz tan suave que siempre tenia para nosotros nos decía cuanto nos amaba, cuanto lo amaba a el, haciéndolo sentir mejor.

El calor del horno, la ruana sobre una silla perfectamente doblada mientras, la música suave de fondo y aquel hombre de apariencia aterradoramente dominante colocaba en el horno los panes que entregaría el día de hoy a los que ayudaba con la casa.

—¿No te cansas hijo?—. Pregunto de pronto.

Ya estaba acostumbrado a esas preguntas que hacia de pronto para charlar, cuando sentía que el silencio se comenzaba a salir de control, recuerdo que de niños, cuando lo vimos por primera vez, creí que seria un hombre regordete, de mejillas pitadas y bigote chistoso, no podía esperar mas de un panadero en ese entonces, la imaginación de un niño que devoraba libros era inmensa.

—¿A que se refiere señor Juan?—. Pregunte concentrado en la masa sin mirarlo, no lo necesitaba para saber que el se había sentado en el banco, limpiando el sudor de su frente con ese paño de color blanco.

—Todo el tiempo estas qui, conmigo, metido en este horno, debes de estar cansado de estar aquí, quizá quieras cambiar tarea por un día o descansar.

—No lo necesito por el momento, tranquilo, aun puedo—. Respondí dejando la masa a un lado para que el le diera la forma que quisiera y yo preparar una nueva.

Heart's Puppeteers (CXCXT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora