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En el momento en que Camilo comenzó hablar, en el momento en que comenzaba a negarse a quererla, poco a poco mi juicio se nublaba, me molestaba el hecho de que el pudiera hacerle daño, no necesitaba ser yo quien estuviera a su lado, si no ella

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En el momento en que Camilo comenzó hablar, en el momento en que comenzaba a negarse a quererla, poco a poco mi juicio se nublaba, me molestaba el hecho de que el pudiera hacerle daño, no necesitaba ser yo quien estuviera a su lado, si no ella.

Lo sabia, así estaba destinado a ser, debí de haberlo sabido desde el momento en que ambos ocasionalmente se perdían de niños solo para hacer travesuras juntos, debí de saberlo desde el momento en que ella se había negado a aceptar un obsequio mio.

Solo eramos unos niños, no mas de nueve años quizá, poco mas, poco menos, en ese momento Camilo estaba castigado, la abuela le había prohibido salir de su habitación, pues, aquel niño durante toda la semana no había hecho mas que travesuras, había ocasionado problemas en el pueblo, jugando bromas de manera desenfrenada con un solo propósito.

Hacerla reír.

Su conejito, ese que Camilo le había obsequiado el día de su cumpleaños había fallecido, esa tarde, recuerdo ir a los montes solo para enterrarlo, mientras ella no dejaba de llorar, tomando nuestras manos con fuerza.

Nunca me había sentido tan mal por ella como en esa ocasión, un mes después, su mejor amigo, aquel perro que siempre que nos veía llegar a su casa se acercaba alegre, moviendo la cola de un lado a otro y dejando uno que otro beso perruno en nuestras caras.

Nunca me había sentido tan impotente como en esa ocasión, un niño que no sabia como hacer sentir mejor a su amiga, sin permiso de acercarme a los hornos, sin permiso de estar en la cocina sin superación, y sin nadie que pudiera supervisarme, ¿De que me servia poder hacer el pan de conejo s no podía hacerlo? Siempre detrás de mía padres, de la tía Julieta, de quien fuera con tal de que me dejaran usar el horno, o bueno, casi a quien sea, pues no podía atreverme a decirle al hombre que me había enseñado hacerlo, me daba pena, y en ese momento no hablaba lo suficiente con el, y el no estaba aun acostumbrado del todo a mi presencia, a cambiar de formas, a ser un niño que le ayudaba con el pan, no había temas de conversación.

Así que, la solución de Camilo fue, simplemente hacerla reír con sus ocurrencias, algo que no tenia un resultado positivo, ni para ella, que se preocupaba cada vez mas, tanto como para el quien recibía los castigos, mientras yo, simplemente, me quedaba de brazos cruzados, intentando saber como poder hacerla feliz.

Hasta que en una mañana me decidí, la luna aun no se ocultaba de todo, y por las calles solitarias el frio era envolvente, mirando a todas lados, cuidadoso de no hacer ruido, susurrando una y otra vez a Dolores no dijera nada si es que me estaba escuchando, hasta llegar a los cultivos del señor Pedro.

Cultivos que estaban siendo comidos por una plaga de animales, con medo, con temor recorriendo el lugar entre la oscuridad de la cosecha, el maíz, el trigo, frutas y verduras, esperando paciente, tiritando de frio hasta que, finalmente los vi, unas pequeñas orejas de color café junto a un par mas de color rosado y blanco, saliendo temerosos de la madriguera en donde se encontraban.

Heart's Puppeteers (CXCXT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora