Epílogo

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Los momentos especiales, esos momentos que atesoras para toda la vida, los momentos que por mas que intentas no salen de tu mente y puedes estar recordándolos sin parar ¿En que momento de mi vida había disfrutado tanto de eso?

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Los momentos especiales, esos momentos que atesoras para toda la vida, los momentos que por mas que intentas no salen de tu mente y puedes estar recordándolos sin parar ¿En que momento de mi vida había disfrutado tanto de eso?

Despertar todas las mañanas con el olor al café recién tostado, el sonido de la luz matutina, el escuchar las risas familiares sin parar, el clima cambiante de mi madre que ahora aceptaba como parte de su ser.

El mirarla a ella llegar, entrar por esa puerta con la luz del amanecer en su espalda, saludando alegre a todos mientras yo la miraba desde el segundo piso, preguntándome una vez mas si no era un sueño, si en verdad todo eso que estaba pasando, que paso era una realidad y no un simple sueño en el que tarde o temprano me despertaría con un dolor en el pecho, un dolor que me mataría, como una apuñalada en el corazón, solo para darme cuenta de que ella estuvo en los brazos de Camilo todo este tiempo mientras yo me derretía de amor, mientras me desasía en el cálido corazón, un corazón que no me correspondía, que no me amaba a mi, que no me deseaba a mi.

Y en cada mañana, ese pensamiento aterrador se esfumaba con la suave caricia de ___, con el beso tierno en mis labios, en la forma en la que sujetaba mis hombros mientras se paraba de puntas intentando alcanzarme, lista para besar, junto a el susurro de su voz que me decía Te amo.

Escuchar a las aves cantar, al estruendo de los cuetes que chocaba uno tras del otro junto a las campanadas  de la iglesia que desde la primera hora de la mañana no dejaba de sonar, los niños corriendo alegres por todo el lugar.

El sonido de los golpes en mi puerta, uno cada vez más fuerte que el anterior, dejando ver una cabeza conocida, de risos enmarañados, despeinados.

—Ya es hora de despertar sabandija—. La voz de Camilo sobre mi, el impacto de su cuerpo, lo único que nos separaba era esa sábana que me cubría por completo.

No había podido dormir nada la noche anterior, los nervios del momento no me dejaban tranquilo, pensando mil y un cosas, que aún que parecieran ridículas en mi mente tenían bastante sentido ¿Y que si no llegaba nadie? ¿Y si había gente de las? ¿Y si Camilo hacía una estupidez? ¿Y si al final ella decía que no? ¿Y si llovía? ¿Y si había un huracán? Aquellas señales de mal augurio que taladraban mi mente una tras otra vez.

—¿Carlos? ¿No piensas despertar?—. Pregunto levantando la sábana solo para encontrarse con una versión de mi un poco cansada, con esas ojeras como marca de no poder conciliar el sueño.

—Si.. si... Ya voy, ahora, aléjate de mi animal—. Respondí aventando lo más que pude a ese insecto, escuchando el estruendo provocado por el al caer al suelo.

—¿Nervioso?—. Pregunto aún en el suelo, con una sonrisa de roedor, contento, como un niño que esperaba la recompensa de sus padres por hacer bien las cosas.

No respondí, ni siquiera me cambié, no había caso en que lo hiciera si de todas formas me despejarían de ello para hacer que me cambiara de nuevo.

—Por cierto, lo olvide, hay unas personas que te buscan en la puerta, en la entrada, dicen que es urgente verte.

Heart's Puppeteers (CXCXT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora