El salón era lo bastante grande para dar cabida a la larga lista de requisitos que figuraban en la pantalla del iPad y el presupuesto tan generoso como para darle al cliente todo lo que quería.No podía fallar, no podía permitirse un solo error, este encargo era por lo que había trabajado con tanto ahínco los últimos cuatro años y de él dependía que el nombre de su pequeña empresa se diese a conocer a una cartera de clientes que le abriría la puerta a otros contratos igual de importantes que el que había cerrado a principios de mes.
Haechan repasó una vez más con la mirada el lugar y lo comparó con el plano que había ideado para la distribución. Tendría que hacer unos pequeños retoques, cambiar esto por aquello, pero no habría problema en darle a su cliente lo que había pedido.
—Haechan, nos han respondido dos de las floristerías con las que contactaste. En una tienen la variedad de rosas que has pedido y en otra esas flores de nombre impronunciable...
Se giró para mirar a su asistente, Jaemin, quien se acercaba a el con el móvil en la mano, subiendo y bajando la pantalla con el pulgar.
—Aquí tienes las fotos de muestra. —Las puso a toda pantalla para que pudiese verlas, ampliándola con los dedos para apreciar mejor su color.
—Son demasiado pálidas. —Señaló la imagen de las rosas con un mohín—. No es la variedad que nos pide el cliente. —Chasqueó la lengua, cogió el teléfono en las manos y marcó el número del contacto. No se molestó ni en llevárselo al oído, puso el manos libres y en cuanto respondieron del otro lado de la línea, se lanzó en picado—. ¿Te crees que soy gilipollas? Los jodidos tulipanes tienen más color que esas rosas. Changbin, sabes lo que pido... Me da igual, si no lo tienes, encuéntralo.
Colgó y le devolvió el teléfono a su asistente, quién se limitó a mirarlo con su habitual sarcasmo.
—Un día de estos va a mandarte a la mierda y nos quedaremos sin uno de los mejores proveedores de la ciudad, Haechan.
—Changbin trabaja mejor bajo presión —declaró al tiempo que señalaba con un dedo el móvil —. Encarga las otras y recuérdales que las necesitamos para ese mismo día por la mañana. Si no pueden entregarlas antes de las ocho, que se olviden de nosotros.
—Añadiré que les cortarás una oreja —añadió sin alterarse en lo más mínimo y volvió a alejarse con el teléfono pegado a la oreja.
—Jisoo, ¿sabemos algo ya sobre esas malditas telas?
La joven decoradora levantó la cabeza de su mesa de trabajo, se subió las gafas hasta fijarlas en el puente de la nariz y lo miró con su habitual dulzura.
—Nos las mandarán desde Europa, la empresa de transporte nos ha asegurado que estarán aquí mañana a primera hora.
Levantó el pulgar en señal de victoria y procedió a confirmar los artículos que habían sido confirmados.
—Jaemin, llama a la bodega y que añadan dos botellas más de vino al pedido.
—Oído, jefe —replicó su asistente, interrumpiendo su conversación para responder.
Los tres formaban un buen tándem, trabajaban bien juntos y se conocían lo suficiente para mandarse a la mierda en caso de ser necesario. Esa complicidad era lo que había hecho que el proyecto, que inició cuatro años atrás en un pequeño estudio en uno de los barrios de renta media, se consolidase definitivamente el año pasado por mediación de un contrato con el ayuntamiento.
El éxito fue tal que a la semana empezaron a tener sobre la mesa nuevos contratos con clientes con los que solo habrían podido soñar, así que en pocos meses se mudaron a un nuevo local con más metros cuadrados y en una zona mucho más céntrica, para poder dar salida a los nuevos contratos que se hicieron cada vez más grandes y de mayor relevancia, como este último; la joya de la jodida corona.
—Saldrá bien —murmuró para sí, mirando a su alrededor—. Volveremos a hacer un trabajo de primera y el cliente quedará satisfecho.
Seguro de sí mismo y de su equipo, sonrió y bajó la mirada sobre la pantalla para continuar con su tarea, pero la alerta de un mensaje de wechat entrante lo interrumpió.
Sonrió para sí al ver el remitente, pulsó sobre el bocadillo de conversación para leer el mensaje completo y sus ojos empezaron a abrirse cada vez más, al tiempo que perdía la sonrisa y jadeaba cuando las escuetas palabras allí escritas penetraron en su mente.
—¡Su puta madre!
Su exabrupto hizo que los distintos operarios que trabajaban en el salón le dedicasen una fugaz mirada antes de volver a dedicarse de nuevo a sus tareas; ya estaban acostumbrados a escucharlo soltar sapos y culebras a la mínima oportunidad.
—Jaemin, necesito un billete para China, ya.
Su asistente levantó la cabeza y se le quedó mirando como si acabase de pedirle que se lanzase a un volcán de lava ardiendo.
—¿Un billete de avión? —Su escepticismo era parejo a la sorpresa que bailaba en sus ojos.
—¿Qué ocurre? —se interesó Jisoo, alarmada por su tono—. ¿Qué pasa en China?
Levantó la cabeza y los miró pálido.
—Tengo que impedir que alguien cometa una enorme estupidez —declaró con un gemido, volviendo a mirar de nuevo el mensaje que todavía seguía abierto en la pantalla—. Sácame un billete de tren, ¡Ya! Tengo que estar allí... mañana por la noche como muy tarde.
—¿De tren? ¿En serio?
—Haechan, hay como unas... diecisiete horas en tren hasta China sin mencionar que tendrás que tomar más de tres —murmuró Jisoo, dejando claro que le parecía una locura—. Si coges el avión, podrás estar allí en unas pocas horas y...
—Ya sabes que tiene pánico a volar... —acotó Jaemin sacudiendo la cabeza—. ¿Qué puede ser tan importante como para...?
Giró la pantalla del dispositivo para que su amigo viese por sí mismo lo importante que era.
—¡Hostia puta! ¿Ha perdido un tornillo?
—¿Qué es? ¿Qué pasa? —se acercó Jisoo volando a ver que había impactado tanto a su compañero.
—Tengo que impedir una boda —declaró enseñándole también el mensaje.
—Te sacaré ese billete a la de ya —anunció su asistente volviéndose al instante sobre el móvil—. Haz la maleta o lo que sea, yo mismo te llevaré a la estación.
Haechan volvió a bajar la mirada sobre la pantalla y leyó una vez más el mensaje de wechat que acaba de recibir.
Haechannie,
He decidido aceptar la proposición de matrimonio de Lucas.
Nos casaremos mañana por la mañana en la Chapel of the Bells.
Deséame suerte.
Tu hermano,
Renjun.
Estaba loco, como una puta cabra, ¿quién, sino un loco, se iría a China a casarse con un hombre al que acababa de conocer mediante una web de citas?
Su medio hermano, el único e irrepetible, Huang Renjun, él cual acababa de perder la poca cordura que tenía.
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ღ 𝐔𝐍𝐀 𝐁𝐎𝐃𝐀 𝐄𝐍 𝐂𝐇𝐈𝐍𝐀 ღ || ᴹᵃʳᵏʰʸᵘᶜᵏ
Fanfiction«Haechan llegó para impedir una boda y Mark acabó casándose con el novio equivocado» ✗ Portada elaborada por 𒆜SΞИSΞI𒆜 ↬ 𝙉𝙊𝙏𝘼: 𝙎𝙞 𝙚𝙣𝙘𝙪𝙚𝙣𝙩𝙧𝙖𝙣 𝙖𝙡𝙜ú𝙣 𝙚𝙧𝙧𝙤𝙧 𝙤𝙧𝙩𝙤𝙜𝙧á𝙛𝙞𝙘𝙤, 𝙣𝙤 𝙙𝙪𝙙𝙚 𝙚𝙣 𝙖𝙫𝙞𝙨𝙖𝙧𝙢𝙚 ¡𝙌𝙪𝙚 𝙙�...