CAPITULO 15

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Estaba mojado, congelado hasta los huesos, pero no le importaba, se sentía demasiado bien, contento incluso como para que le molestase algo tan nimio como el ir descalzo por el vestíbulo del hotel y dejando tras de sí una huella de humedad.

Canturreaba, algo que no hacía desde que era un jovenzuelo, porque así era como se sentía, como un joven imberbe que acababa de descubrir al chico con el que quería compartir el resto de su vida.

Su pequeño y curvilíneo esposo era un buen elemento, lo último que podía esperar era que lo empujase y tirase al agua. Debía admitir así mismo que, de haber estado más atento y no rememorando las mieles del beso, habría evitado el frío chapuzón.

Llamó al ascensor y esperó paciente a que las puertas se abrieran, tenía unas cuantas horas por delante para preparar todo lo que tenía en mente.

Divorcio. La sola palabra le provocaba una inexplicable urticaria. No quería dárselo, no quería perder la oportunidad de conocerlo a fondo y sabía que el matrimonio le concedía algunos privilegios al respecto. Quería ver que había más allá de ese explosivo carácter, del chico sereno y reflexivo que asomaba en los momentos de calma quería saber quién era el chico que lo había mirado entre consternado por sus propios actos y preocupado por el daño que estos le habrían ocasionado. En definitiva, quería la oportunidad de conocer de primera mano al ahora Lee Donghyuck.

Ingresó en el ascensor tan pronto como llegó, pulsó el piso de su habitación y se apoyó en la pared a la espera de que se cerrasen las puertas... Entonces, una mano de largos y femeninos dedos con las uñas pintadas de un oscuro rojo impidió el cierre, obligando al mecanismo a volver a abrirse y así la recién llegada pudiese dar un paso adentro.

—Estás horrible —aseguró ella mirándole con gesto asqueado—. ¿Qué te han tirado por encima?

Se limitó a mirarla, su rostro, sus ojos, su figura, sus estudiados movimientos, todo en ella estaba destinado a seducir, a marcar el ritmo de una mujer inteligente y beligerante, alguien acostumbrada a tener a quién quería a sus pies.

No podía decir que le sorprendiese su presencia, estaba claro que había personas que no sabían lo que era una elegante retirada, sobre todo después de haber sido utilizadas como lo había sido ella. Aunque, mirándola ahora, intuía que esa utilización había sido más que voluntaria.

—¿Vas descalzo? ¿Es alguna nueva moda o algo así?

Se limitó a apoyar la nuca contra la pared del habitáculo y mirarla por debajo de las pestañas con absoluto aburrimiento.

—¿No piensas decir nada? —Estaba claro que esperaba una disculpa de sus labios o una justificación y el no obtener ninguna de ellas la estaba poniendo un poquitín rabiosa—. Así que esta es la manera en la que piensas actuar, desentendiéndote de tus responsabilidades.

Continuó en silencio, observándola detenidamente, reconociendo en sus palabras y en sus movimientos las argucias que habían utilizado otras antes que ella para conseguir lo que deseaban.

—Me dejaste plantada... en el altar.

Sus palabras, unido al drástico cambio de su expresión le dio toda la información que necesitaba. Extendió el brazo y oprimió el botón del piso inferior al suyo, el efecto que estaba esperando ver en esos ojos no se hizo de rogar.

—Mark, no puedes hacerme esto...

Dejó que sus labios se curvaran en una perfecta y sofisticada sonrisa que no llegó a iluminar sus ojos.

—No soy yo el que tiene explicaciones que dar, Helena —dijo finalmente, esperando el momento exacto en que las puertas se abrían para concluir—. Pero si insistes... hablaré con mi jefe de prensa para que concierte una cita con los medios y los pondré al tanto de los pormenores...

ღ 𝐔𝐍𝐀 𝐁𝐎𝐃𝐀 𝐄𝐍 𝐂𝐇𝐈𝐍𝐀 ღ || ᴹᵃʳᵏʰʸᵘᶜᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora