CAPITULO 26

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Al día siguiente...

Si alguien le hubiese dicho la noche anterior, después de compartir una agradable y tranquila velada con su esposo, de retozar en la cama como dos adolescentes, que a la mañana siguiente se iba a encontrar en medio del hundimiento del Titanic se habría reído a morir.

Sin embargo, la cosa no estaba como para reírse precisamente.

Haechan estaba en medio de un enorme charco de agua en plena cocina, luchando a brazo partido con la tubería que insistía en regarla como si no hubiese un mañana. Armado con una contundente llave inglesa y un trapo de cocina, intentaba esquivar el insistente chorro que salpicaba desde debajo del fregadero.

—Joder, deja ya de escupir maldita tubería...

Mark salió de su momentáneo estupor y chapoteó por el agua que ya abandonaba la estancia para continuar con su paseo hacia el resto de la casa.

—¿Dónde está la llave de paso? —preguntó por encima del farfullar de Haechan.

No acabó de formular la pregunta cuando algo reventó por debajo del mueble y el agua empezó a salpicar también desde otro punto, dándole al menor de lleno en la cara.

—Oh, joder, putas cañerías —escupió, mientras se apartaba de aquel nuevo ataque y se giraba hacia él, mirándole sorprendido, como si no se hubiese percatado de su presencia—. Ah, hola, buenos días... Llegas en mal momento...

A Mark se le escapó cualquier respuesta coherente mientras miraba a su muy mojado esposo y se le hacía la boca agua. Llevaba tan solo una camiseta y unos shorts, ambos pegados a la piel por culpa del agua y que dejaban más bien poco a la imaginación. Sus piel se mostraba a través de la blanca camiseta que se había vuelto transparente, mostrando los rosados pezones ligeramente oscurecidos contra la tela y sus pantalones, de tela un poco más gruesa, marcaban sus formas y el contorno de las bragas.

—Si ya has dejado de mirarme indecentemente, ¿podrías echarme una mano?

No pudo evitar sentirse un poco culpable por haber sido pillado de aquella manera, sobre todo con la que había montada en la cocina. Echó un vistazo a su alrededor en busca de la única manera de frenar aquello, para finalmente repetirle la misma pregunta.

—¿Dónde está la llave de paso?

Señaló debajo del fregadero.

—La que había ahí abajo se ha roto —declaró levantando la llave inglesa.

—La general, Hae, hay que cortar el agua de toda la vivienda —razonó y vio como los ojos del menor se abrían y sus labios formaban una deliciosa «o».

—Ya sabía yo que se me escapaba algo —chasqueó el y señaló hacia la puerta.

—Está fuera, en un lateral —señaló—. Es una manilla de color rojo, la cambiaron hará cosa de un par de años...

—Dame eso —tendió el brazo pidiendo la llave inglesa—, y apártate del chorro, Miss Camiseta Mojada.

El hizo una mueca y chapoteó hacia él entregándole la herramienta al tiempo que salía de la línea directa del chorro de agua.

—Ten cuidado, la instalación de esta casa está un pelín... anticuada.

La recorrió con la mirada, se lamió los labios de manera inconsciente y respondió con su habitual ironía.

—¿No me digas?

Sacudió la cabeza y salió de la casa, buscando la dichosa llave que, tal y como le había dicho, era con toda probabilidad lo más moderno de aquella instalación. Dio gracias porque estuviese resguardada en el interior de un panel, pero aún así tuvo que darle un toquecito con la herramienta para aflojarla y poder girarla, cerrando el paso del agua en toda la vivienda.

ღ 𝐔𝐍𝐀 𝐁𝐎𝐃𝐀 𝐄𝐍 𝐂𝐇𝐈𝐍𝐀 ღ || ᴹᵃʳᵏʰʸᵘᶜᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora