CAPITULO 9

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—¡Dejaste plantada a la novia! ¡Ni siquiera te molestaste en aparecer! ¿En qué estabas pensando? Por todos los santos, ¡qué bochorno!

Su madre llevaba los últimos veinte minutos protagonizando un drama, se había personado en la empresa, sorteando a su secretaria y plantado en ese punto exacto para dar comienzo a su teatro.

En honor a la verdad, Mark había dejado de escucharla después del primer «nuestra reputación», su mente estaba ocupada en otras cosas, entre las que se encontraba el dar con su esposo.

No había dejado de jugar con la alianza en su dedo desde que volvió a casa con una resaca mortal narices y un acta matrimonial que lo unía a un tal Huang Donghyuck.

«Haechan». Recordaba retazos de la noche pasada, flashes casi imposibles, pero los papeles rojos de unos chocolates y la vacía botella de champán que había encontrado en la habitación era una prueba fidedigna de que aquello había pasado de verdad.

Cuando se despertó estaba solo, no había rastro de su compañero de cama, pero lo que sí tenía era una resaca monumental que lo llevó a esconder la cabeza debajo de la almohada y volver a dormirse.

Para cuando volvió definitivamente al mundo de los vivos ya pasaba del mediodía, si bien seguía resacoso, su mente hizo un esfuerzo por poner orden a los pasados acontecimientos, aunque todo se volvía algo caótico después de la encerrona de la fiesta de compromiso.

Recordaba haber abandonado la fiesta, ser testigo en una boda oficiada por Elvis y tener una interesante e íntima relación con una botella —o varias— de champán que lo llevaron a encontrarse con un atractivo joven adicto a los bombones con el que había terminado, no solo casándose, sino pasando una espectacular noche de bodas.

Él había estado allí casi por casualidad, tenía la extraña sensación de que su presencia obedecía a impedir el matrimonio de alguien, si mal no recordaba, el de su hermano, quién se había fugado para casarse con un... ¿kung fu panda?

Lo buscó, en cuanto fue capaz de ponerse unos pantalones y mantenerse de pie, había salido a buscarlo, pero él se había esfumado, no había encontrado ni rastro de el en las inmediaciones y, sabiendo lo que le esperaba una vez volviese al hotel, prefirió posponer cualquier posible indagación hasta volver a Corea.

Miró por encima de la mesa a la mujer que seguía despotricando ajena a sus propios pensamientos o incluso su condición de hombre casado, sonrió para sí y miró una vez más la alianza con la que no había dejado de jugar por debajo de la mesa.

En circunstancias normales, ese anillo ya no estaría en su dedo, sino en un cubo de basura y el acta de matrimonio no estaría guardada con celo en su caja fuerte, sino sobre el escritorio de su abogado para dar término al mismo. Cualquiera con dos dedos de frente achacaría lo ocurrido a un momento de embriaguez, a una estupidez propiciada por el alcohol, pero dada la encerrona a la que lo había sometido esa harpía que seguía parloteando sin parar, su cambio de estado civil había llegado como caído del cielo y era algo que pensaba utilizar mientras pudiera.

Lo que había comenzado como un inofensivo jueguecito por parte de su progenitora, un irrisorio intento por echarle sobre el regazo a toda persona viviente que le pareciese adecuada como nuera, se había recrudecido hasta el punto de haber orquestado a sus espaldas aquella fiesta de compromiso y, dios le diese paciencia, incluso una posterior boda.

Aquello se le había escapado de las manos y era únicamente culpa suya, debía haber atajado las aspiraciones de su madre mucho antes, pero jamás se le pasó por la cabeza que su osadía llegase hasta tales extremos.

Sonrió para sí pensando en la cara que pondría ella cuando le dijese que ya no hacía falta que siguiese buscándole candidatas, porque había hecho lo que tanto deseaba, se había casado.

ღ 𝐔𝐍𝐀 𝐁𝐎𝐃𝐀 𝐄𝐍 𝐂𝐇𝐈𝐍𝐀 ღ || ᴹᵃʳᵏʰʸᵘᶜᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora