EPILOGO

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Haechan no había exagerado al decir que odiaba volar, ni las consecuencias que esto le deparaban.

Se ponía verde como una rana y no dejaba de vomitar durante el viaje, el despegue y el aterrizaje eran su particular penitencia e incluso tras tomar tierra, necesitaba algo de tiempo para reponerse.

Tras su primer viaje en el avión privado de la compañía, habían llegado a la conclusión de que solo podría desplazarse de aquella manera en ocasiones especiales o si había alguna urgencia que lo obligase a ello. Había probado de todo, pero ni siquiera las pastillas contra el mareo o la acupuntura habían aliviado los síntomas, de hecho había amenazado con clavarle las agujas en las pelotas si volvía a sugerir una terapia semejante.

Su esposo tenía carácter y sabía sacarlo a relucir, con la convivencia de los últimos meses habían aprendido mucho el uno del otro, se habían peleado, reconciliado, lanzado trastos a la cabeza y apoyado cuando las cosas no iban del todo bien, eso también les permitió encontrar la manera de amoldarse el uno al otro y seguir adelante con el matrimonio nacido de una noche de locura.

Y lo que más lo llenaba, lo que lo tranquilizaba, era que con cada día que pasaba a su lado, se unían un poco más, descubriendo un amor más profundo y pausado, aderezado con la rotunda pasión que no disminuía.

La decisión que había tomado el menor de dejar Tábula en manos de sus compañeros había resultado ser todo un acierto, el último evento del que se habían encargado les había reportado nuevos clientes, algunos de ellos aquí, en Seúl, con lo que se las ingeniaban para dividirse el trabajo entre ambas oficinas.

Su precioso esposo había apostado por ellos, les había dado una oportunidad y él luchaba cada día para que nunca se arrepintiese de haber tomado esa decisión.

—Creo que este lugar va a convertirse en mi favorito en todo el mundo.

La emocionada voz del menor lo trajo al presente y a la carretera por la que iba conduciendo, sonrió al ver el motivo de su sorpresa y se tranquilizó al mismo tiempo al verlo por fin bien.

Cuando le había dicho que quería tomarse un par de semanas y hacer una visita a su abuela, no tuvo en cuenta el problema que luego empezó a hacerse evidente en las dos únicas ocasiones en las que se había subido a un avión, pero Haechan lo había sorprendido al aceptar hacer aquel viaje Intercontinental, una verdadera tortura para el menor, para que la dulce mujer con la que solía hablar vía Skype pudiera abrazar a su nieto y a su nuevo nieto, sobre todo desde que su madre se hubiese convertido en una auténtica mosca cojonera que le decía a todo el que quería escuchar, que su hijo la había repudiado en favor de la busca fortunas con el que se había casado.

Su madre no sólo la había tomado con él sino también con su esposo, pero Haechan había encontrado la forma perfecta de sacarla de quicio, lo cual consistía básicamente en contestar a cada uno de los insultos que le dedicaba con una exquisita e irónica educación.

Sí cuando decía que su esposo era un brujo, era por algo.

Y así era como llevaban ya una semana en la hacienda de su abuela, disfrutando de una merecida luna de miel en compañía de la mujer que los había recibido a ambos con los brazos abiertos.

En esos días estaba descubriendo también a otro Haechan, su esposo parecía otro, había dejado a un lado sus uniformes y vestía de manera más casual, se reía más, sus ojos brillaban y parecía feliz, aunque no perdía esa afilada lengua.

—Mires dónde mires es... asombroso —continuó el con voz soñadora—. Es como si te hubiesen sacado del mundo real y te dejasen caer en el paraíso...

Ladeó la cabeza y lo miró.

—Gracias por este viaje —admitió—. Tu abuela es un amor, estaba deseando poder conocerla en persona.

—Ahora también es la tuya, te has convertido en su nieto.

—Me encanta esta ciudad, aunque mi ingles no sea el mejor...

—¿Tanto como para venirnos a vivir aquí?

Se rio.

—Soy coreano de pies a cabeza, pero no me importaría volver de vez en cuando, a pasar las navidades o quizá las vacaciones...

—Mi brujito, ¿ya te has olvidado de las horas de vuelo que hay, por no mencionar las escalas?

—Más quisiera —hizo una mueca—. Sé que me voy a comer mis palabras, pero por ver esto, por disfrutar de estos paisajes, merece la pena subirse a un avión y tirarse el viaje pegado a una bolsa. No sabría cómo explicarlo, pero aquí me siento... en casa.

—Eso es porque estás casado conmigo, mi amor, este siempre ha sido mi hogar, de hecho, estás a punto de conocer el que es para mí, el lugar más hermoso de la tierra.

Sus palabras fueron el preludio del panorama que se extendía ante ellos y a sus pies, un típico pueblecito pesquero a los pies de un gran lago. Se detuvo a un lado de la carretera, en el aparcadero dispuesto para el mirador. Bajó del coche, rodeó el capó y tendió la mano para que bajase y enseñarle el lugar.

—Mark... es bellísimo.

—Cuando era niño vine una vez aquí con mi padre, fue en este punto que compartió su sabiduría conmigo —le contó, rodeándolo con los brazos—. En aquel entonces no comprendí sus palabras, tuve que crecer y convertirme en un hombre para saber lo que quería decir.

—¿Qué te dijo?

—Una vez en la vida aparece ante ti una valkiria, un tesoro, puede que no lo reconozcas, que te cueste ver en su interior, pero si su presencia es como estar ante el mismísimo cielo, si te hace sentir como un dios en la tierra, debes agarrarlo con fuerza y no dejarlo escapar —hizo exactamente eso, envolviéndolo con sus brazos y estrechándolo contra él—

Lo volvió entre sus brazos y le acunó el rostro entre las manos.

—Tú eres mi valkiria, mi novio equivocado y el único al que amaré mientras viva —dicho lo cual se arrodilló y sacó un anillo del bolsillo—.Lee Donghyuck, ¿quieres casarte «otra vez» conmigo?

—Alabados sean tus dioses —se rio y le tendió la mano—. Sí, Mark, quiero casarme «otra vez» contigo y esta vez sin chocolates de origen dudoso o una botella de champán a cuestas.

—Que así sea, amor mío, que así sea.

FIN

Y así concluimos una nueva historia, 
espero les haya gustado.


Déjennos sus opiniones.

Y no olviden comer toda su comida.

Abrazos a la distancia.

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ღ 𝐔𝐍𝐀 𝐁𝐎𝐃𝐀 𝐄𝐍 𝐂𝐇𝐈𝐍𝐀 ღ || ᴹᵃʳᵏʰʸᵘᶜᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora