CAPITULO 11

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Una semana después...

—Este no es el color que pedí, ¿dónde demonios está la paleta de colores?

—Encima de tu mesa, debajo de todo ese montón de cosas —chasqueó Jaemin, señalándole el desastre en el que se había convertido su parte del estudio—. Y es exactamente lo que pediste.

—No, no lo es —negó con un resoplido—. Esto no es coral, en su puta vida será coral...

—Aquí vamos de nuevo —susurró Jaemin desde su mesa de trabajo.

—Haechan o te detienes y respiras o juro por dios que agarro esa puerta y no vuelvo a aparecer por aquí en una semana —lo amenazó Jaemin, llevándose las manos a las caderas.

—No te atreverías a...

—¿Quieres apostar? —Su asistente no bromeaba—. Llevas los últimos siete días actuando como una harpía, o solucionas las cosas que te tienen así o juro por dios que yo mismo busco a ese esposo tuyo para terminar con esto.

Y lo haría, no le cabía duda, sobre todo porque el chico tenía razón.

Haechan se había volcado esa última semana en el trabajo, lo había hecho para escapar de todo lo ocurrido. Su móvil rebosaba de mensajes sin contestar, el buzón de voz estaba lleno y sus hermanos habían empezado a llamar incluso al estudio al ver que no respondía. Todos estaban ya al tanto de la fuga-casamiento de Renjun, pero ignoraban el que él hubiese cambiado de estado civil.

En esa última semana se había limitado a atender los asuntos de trabajo quedándose incluso después de la hora de cierre para no tener que volver a casa y que su mente volviese a la carga sobre lo ocurrido.

Jaemin tenía razón, había sido un brujo. Había pagado su mal humor con todo bicho viviente, incluso había tenido problemas con su jefe de montaje, un hombre con el que llevaba trabajando prácticamente desde que comenzó con aquella pequeña empresa, quién la había amenazado con dejarle la caja de herramientas a sus pies y que se las ingeniase el para montar todo el tinglado para el evento que estaban preparando.

Se había vuelto un brujo y el único culpable era Mark, el maldito tipo vestido de esmoquin con el que se había cruzado en un bulevar de China.

Necesitaba recuperar su vida, su normalidad, pero para ello era necesario que resolviese ese dichoso asunto. El abogado que había contactado casi se ríe en su cara al escuchar el caso, le había dicho que, sin conocer el apellido de su marido, lo más factible sería solicitar una copia del acta de matrimonio en la capilla en la que se había casado, pero el trámite llevaría algo de tiempo.

Había perdido la cuenta de las veces que había llamado para solicitarla el mismo de manera telefónica, solo para recibir como contestación que necesitaba presentar cierta documentación para poder obtenerla. Incluso enviándosela de manera telemática, el envío de esa maldita copia seguía demorándose.

Y también estaba el tema de los bombones, los análisis habían confirmado sus sospechas; a alguien le había parecido una fantástica idea hacer los malditos bombones metiéndole licor y maría; el cóctel perfecto para agarrarte el colocón del siglo.

Los resultados mostraban una cantidad muy pequeña de aquella hierba en la mezcla, pero dado la ingesta de chocolates de la que había hecho gala durante aquella maldita noche, suponía que había sido más que suficiente para que la conocida euforia se convirtiese en algo más, afectándolo de una manera muy particular.

Por supuesto, los empleados de la capilla se habían lavado las manos, diciendo que aquello era imposible y que ellos no tenían control sobre los «artículos» que algunas parejas traían para celebrar su unión y la manera en la que los distribuían.

ღ 𝐔𝐍𝐀 𝐁𝐎𝐃𝐀 𝐄𝐍 𝐂𝐇𝐈𝐍𝐀 ღ || ᴹᵃʳᵏʰʸᵘᶜᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora