Capítulo 3

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El ambiente era animado, los carruajes no cesaban de llegar. Muchas familias importantes reunidas en la mansión de la familia Brown. Demasiada ostentosidad y lujo, algo a lo que Metawin no estaba acostumbrado.

De todas maneras, decidió seguir a su instinto, o su corazón, y acompañó al señor Chiva-aree al jardín. Allí sentado uno al lado del otro inició una conversación cómoda y agradable, eso pensaron ambos.

- ¿Qué le ha parecido mi amigo Mike, joven Opas? – comenzó algo nervioso Bright.

- Es un señorito muy culto y refinado... deben de ser muy buenos amigos – jugaba con el vaso entre sus manos.

- Lo somos. Y dígame joven ¿tiene usted amigos de infancia? ¿alguno que yo conozca? – mientras bebía no podía apartarle los ojos de encima.

- Sí, Perawat Jones, crecimos juntos, somos vecinos, nuestras familias se conocen de toda la vida – sin querer derrama la bebida sobre sí.

Un muy nervioso Metawin salta intentando limpiarse el líquido sobre su traje. De inmediato Bright saca un pañuelo y acto seguido se arrodilla y comienza a limpiarlo.

- ¿Qué hace? Por dios póngase de pie, por favor, no lo haga... yo puedo hacerlo - lo toma de ambos brazos, su respiración exaltada y sus ojos mirándolo fijamente.

- Sólo estoy limpiando, joven ¿podría quedarse quieto para terminar mi cometido? Y cuénteme más sobre su infancia.

La voz calmada de Bright logró aplacar el nerviosismo de Metawin, por un momento, la conversación fluyó y comenzó narrando travesuras de su infancia junto a su amigo Jones. Bright seguía atentamente el relato, como no queriendo perderse momento alguno, estaba como hechizado por aquel joven.

- Ya está – exclama Bright – tome asiento por favor y continúe.

- Señor Chiva- aree – miró sus manos ahora vacías – usted no debió, no corresponde, yo... - fue interrumpido.

- Bright, sólo Bright ¿puede hacer eso por mí joven? ¿me lo podría conceder? – su mano se posó sobre el hombre de Metawin.

Metawin sintió que ahí, bajo la mano de Bright su piel quemaba ¿cómo era eso posible? Su respiración se hizo agitada y su nerviosismo aumentó.

- ¿Qué dice señor? Eso no es correcto, no podría... - seguía sin levantar su cabeza.

- Por favor Metawin, hazlo por mí – su mano libre hasta la barbilla del joven, levantó su cabeza y quedaron frente a frente. No notó que lo acababa de llamar sólo por su nombre.

- ¿Qué va a pensar la gente señor? Yo podría, por usted, pero – su mirada estaba fija en aquellos ojos café que lo miraban intensamente.

- ¿Podría entonces? ¿por mí? – y esa palabra terminó de derrumbar la barrera entre ambos.

Con un suspiro Metawin asintió.

- Gracias, se lo agradezco – soltó suavemente la barbilla de Metawin, su mano quemaba tanto como la falta de aire que sintió cuando sus ojos se toparon con aquellos que lo tenían demasiado cautivo – le parece caminar un momento, la noche está hermosa y la casa de Brown es hermosa, hay más jardines atrás, me ofrezco como si guía – dijo poniéndose de pie y casi, casi por un momento estira su mano para ofrecérsela.

Claro que no, eso no acababa de pasar por su mente.

- Me encantaría, amo los jardines, mi madre cultiva muchas flores y a veces cuando estoy libre de estudios la acompaño a plantar, es nuestro pasatiempo favorito, tenemos dos jardines y un invernadero... – dijo alegre ante tal ofrecimiento.

Cuestión de orgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora