Capítulo 13

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Los seis inversores llegaron a Chiva-aree inc. Vestidos con sus chaquetas largas, en tonos negros y grises, camisas con vuelos en pecho hasta el cuello, mangas bordadas. Colas largas en las chaquetas de sus trajes, elegantes sombreros de copas y como no podían faltar, botas relucientes.

Entraron a la compañía Chiva-aree inc. Dentro de la oficina, Bright Chiva-aree los esperaba. Vestía elegantemente, su traje gris oscuro, botas negras altas, sin sombrero, su traje diseñado a la medida, con telas traídas exclusivamente para él le daban un aire de superioridad, se encontraba de pie junto a su escritorio.

La señora Grace hizo pasar a los seis señores, todos reverenciaron al señor Chiva-aree. Éste les señaló las sillas colocadas en la gran mesa de madera, tallada a mano, color caoba y con incrustaciones, derrochaba estilo y elegancia en toda la oficina.

Uno a uno tomó asiento, la señora Grace entregó los documentos con el reporte y se retiró.

- Buenos días – saludó de manera general Chiva-aree – es un agrado tenerlos reunidos aquí, ya es hora de rendir cuentas y que discutamos algunos puntos – dijo serio.

Comenzaron a leer los documentos entregados hasta que uno interrumpió.

- ¿Qué broma es esta Chiva-aree? – dijo el inversor uno, el que más acciones tenía luego de Bright.

- No es ninguna broma, y le rogaría que hablara en un tono adecuado, conversemos después de que lean todo, vean los números y luego discutimos – increpó Chiva-aree.

- Entonces es cierto – dijo otro inversor - ¡Te han estado metiendo ideas en la cabeza! Supe que ese niño que trajiste de ayudante ha estado metiendo sus narices donde... - Chiva-aree se puso de pie y golpeó la mesa.

- Primero, baje su tono, está en mi oficina, respete usted a mi persona y a los presentes. Segundo, no es un niño, es un joven estudiante, capacitado, a punto de tener su título de abogado y no ha metido sus narices como dice usted de manera tan poco decorosa e irrespetuosa. Le pido que por favor cuide sus palabras – se calmó y tomó asiento, el resto de inversores en silencio.

- Entonces, díganos señor Chiva-aree ¿Qué pretende? – habló otro inversor.

- Pretendo, con la venia de ustedes caballeros, implementar estas medidas a otra empresa. Por lo que podrán notar, las ganancias son superiores a otros meses e incluso superiores a otras industrias – dijo de manera tajante.

- ¿Está usted seguro? Me parece descabellado ¿Habrase visto esto? Más alimentos, tratamientos, más descansos ¡Esto es inaudito! ¡Son sólo trabajadores! Están para eso ¿por qué debemos hacer todo esto? Ya les pagamos, eso es suficiente – dijo el primer inversor.

Los ojos de Chiva-aree se abrieron, su rostro se encendió de furia, trató de calmarse y explicar lo que Metawin le había dicho que debía decir la tarde anterior. El solo hecho de pensar en él lo relajó, respiró y procedió a explicar.

- No es descabellado, si usted piensa en las ganancias obtenidas. Dígame una cosa ¿alguna otra industria obtuvo este repunte? La respuesta está a la vista de todos ustedes. Los números hablan por sí solos. Mientras les demos descanso y ciertas condiciones de trabajo, ellos realizarán mejor la faena y al final eso se traduce en mayores ganancias para nosotros – dijo, aunque, a decir verdad, con cierta molestia.

Si bien había practicado ese discurso con Metawin, él sabía que debía decirlo de esa manera para los inversores, pero nada borraba de su mente lo que él vio aquella vez, la hambruna, la falta de higiene, niños muriendo para llevar un poco de pan a sus casas y a sus casi inexistentes estómagos. Los primeros días varios enfermaron, la poca costumbre de comer un poco más les causó malestares, eso dijo el médico a cargo desde ahora. Ver a Metawin derrumbarse ante la pena y la incredulidad fue lo que marcó su corazón. Ese día él se prometió ser mejor persona, mejor jefe y todo por aquel que había robado su corazón, para siempre.

Cuestión de orgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora