Capítulo 26

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El tiempo puede ser favorable o desfavorable dependiendo de por dónde se le mire y aprecie, pero en esta ocasión, había sido favorable para Metawin. Su carrera universitaria llegaba a su fin y con ello, las miradas y recriminaciones que había sufrido por parte de sus profesores conservadores y de sus compañeros que, al parecer, nunca supieron entenderlo.

La sociedad era mas bien tradicional, alejada de todo cambio. Si implicaba cambio era aterrador, si alguien se salía de la norma y de "lo correcto" era cruelmente señalado por todos. "Utopía" había marcado su vida y pensamiento a fuego; y eso era lo que más amaba el señor Chiva-aree, quién era benefactor, o más bien su familia, de la Universidad de Manchester.

La familia Opas en pleno, acompañada fielmente por Mr. Smith, mentor de Metawin, aguardaban expectantes y ansiosos que esta nueva etapa en la vida de su hijo terminara y que fuera, de cierta manera, el inicio de un auspicioso futuro.

Sentados en primera fila, se encontraba los Opas y en la fila del frente, cruzando el pasillo, estaba el Decano, así como también, el director de la Carrera de Leyes y cuerpo docente, formado en su mayoría por hombres y una que otra mujer. Corrían tiempo en donde se les permitía dictar clases desde hace poco y aún se les miraba en menos, se les daban cursos inferiores, daban tutorías, pero pocas clases como titulares, ellas esperaban que algún día esa realidad, su realidad cambiase.

Entre ese grupo de selectos pensantes se encontraba la razón de los nervios y ansiedad de Metawin. El señor Chiva-aree se encontraba vestido impecablemente de traje negro, imponente y majestuoso, sentado frente al proscenio, aguardando con su pecho lleno de orgullo.

Uno a uno, fueron pasando los futuros egresados, tomaron asiento detrás del cuerpo docente.

Luego de unas sinceras y ásperas palabras del Decano, el director de la carrera subió al escenario dio unas breves palabras como discurso y, para no romper la tradición, hizo pasar al frente al benefactor.

Una charola de plata con los diplomas sobre ella, fueron entregándose, un apretón de manos entre los estudiantes con el director y luego el benefactor, cuando el turno de Metawin llegó el mundo dejó de girar por un instante.

Todo fue silencio, la mirada del joven conectó con el señor Chiva-aree, una leve caricia, casi imperceptible para el público presente, excepto para los Opas, fue dejada en su fría mano. Su diploma fue entregado y un apretón de manos de su director lo sacó de la ensoñación. Tragó saliva y se dirigió para situarse al lado de sus compañeros.

Un caluroso aplauso para los recién graduados encendió sus mejillas. Esos ojos no le quitaban la mirada de encima, no hizo más que morderse los labios y bajó la mirada, sentía que su pecho subía y bajaba más rápido de lo normal.

Un pensamiento recorrió su cabeza, aquel hombre vestido de manera elegante le aplaudía de pie, aplaudía a rabiar y sabía que lo hacía por él.

El día anterior le había susurrado en el oído lo orgulloso que estaba de él, entre mimos y caricias, como cada tarde, sentado en sus piernas, detrás de su escritorio, el señor Chiva-aree le había entregado además un hermoso regalo adelantado, para que no se viera mal ante la mirada inquisidora de la sociedad donde vivían.

Una hermosa pluma fuente con su nombre grabado y con las iniciales BC aludiendo a quien se lo había obsequiado.

- No tengo palabras para agradecer tan bello detalle, no debió – mordió sus labios en señal de nerviosismo, los cuales fueron apresados con un cálido beso.

- Claro que sí, mi amado termina una gran etapa de su vida y le agradezco estar presente – soltó por un instante esos labios carnosos mientras le susurraba aquellas palabras.

Cuestión de orgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora