Capítulo 33

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El salón poseía piso de tierra, pero para mejorarlo se le agregó piedras, para así evitar tanto polvo. Por clase social, les correspondía sentarse juntos por pupitre, recibir una educación precaria orientada hacia lo religioso, pero aquí iba a haber una excepción.

Metawin no quiso que recibieran el mismo trato, se negó rotundamente y realizó mejoras. Pupitres para dos, pero distanciados unos de otros, no permitió el hacinamiento. Las escuelas de las proles no tenían materiales, estaban hacinados y escasamente aprendían.

Tal como lo dijo Francis Bacon en el siglo XVI, "la educación es poder", y por esa razón casi nadie de la clase obrera tenía acceso a la educación (años más tarde se implementó la instrucción primaria obligatoria). Eso sumado a la cantidad de horas extenuantes de trabajo que tenían los niños para ayudar a llevar el pan a sus hogares, solo importaba comer y no leer.

Prim se prometió no es como otros maestros, la letra entra con sangre decían mientras con una vara azotaban las manos de los niños a modo de castigo. Ella invitó a algunos pequeños a decorar el salón, su familia y el señor Perawat regalaron implementos como libros, plumas, tintas, mapas y planisferios.

Una gran pizarra cubría la muralla, se dispusieron dos para separar niveles.

Por un lado, estaban los más pequeños hasta los diez años y luego el segundo grupo hasta los dieciséis años. La maestra les enseñaba desde el abecedario, su nombre, pasando por literatura, matemática, ciencias e historia y geografía. Además de rezar al ingresar a clases cada día.

Se encontró con la grata sorpresa de que tenía estudiantes muy habilidosos, aprendían rápido y se esforzaban en aprender, ellos querían enseñarles a sus padres también.

Por las tardes, antes de irse, entre todos aseaban y dejaban limpio para retornar al día siguiente.

El horario de la escuela terminaba cuando sus padres salían de la fábrica.

Sus padres pasaban por ellos felices, los pequeños les contaban todo lo aprendido y lo amorosa y dedicaba que era la maestra Prim. En el fondo ella esperaba que sus pequeños pudieran tener una mejor vida, estudiar algo más cuando terminaran la escuela y que sus familias se motivaran a aprender y salir del analfabetismo.

El encargado de llevar a Prim de regreso a casa no era otro más que el señor Perawat.

El día de la junta llegó. Los días habían transcurrido más rápido de lo que el Sr. Chiva-aree hubiese querido.

De pie frente a su puesto en la gran mesa de su oficina en la fábrica de sus padres se hallaba el Sr. Chiva-aree, a su lado derecho estaba el joven Metawin, ya habían dispuestos los informes frente a cada puesto.

Uno a uno los directivos y accionistas comenzaron a llegar y al final, sus padres.

La mirada de desagrado hacia el joven fue lo que más lo molestó. Le pidió a la señora Grace que sirviera té a cada directivo para comenzar.

Ella dejó unas galletas y té para todos en una charola de plata y se retiró. No sin antes darle una mirada al joven Metawin.

El Sr. Chiva-aree les pidió a todos que tomasen asiento.

Empezaron a leer el informe y escucharon atentamente la presentación.

En algunas partes tuvo que intervenir el joven para explicar los aspectos legales de los contratos, algo breve.

Los padres se mantenían con la mirada atenta sobre ellos, lo que incomodó profundamente al Sr. Chiva-aree.

Su rostro comenzó a transformarse en enojo evidente cuando vio la incomodidad en el joven, él no iba a aceptar que lo tratasen de esa manera y menos sus padres.

Cuestión de orgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora