Capítulo 38

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Los preparativos habían dado inicio, la familia Opas estaba feliz por la hermosa Prim. Se había convertido en toda una maestra, trabajaba en lo que amaba junto a su hermano en la pequeña escuela en la fábrica, nada podía salir mal cuando la felicidad era tan grande.

Pero como un aguacero que cae de manera abrupta, esa felicidad se vio empañada con una cruel noticia.

Los rumores habían llegado tan lejos, media ciudad hablaba de aquello. La propia Mai Chiva-aree se había encargado de dejar entrever la sórdida y libidinosa relación que su hijo y ese joven estaban llevando. Ocultos cual delincuentes, daban riendas sueltas a algo tan pecaminoso que debía corregirse cuanto antes.

"Los homosexuales deben ser colgados, azotados, castrados y enviados a su país". Se decía en Gran Bretaña en aquellos años. Lamentablemente, la sodomía era penada con cárcel de demostrarse que era real, ser homosexual era mal visto socialmente, una aberración, decían muchos.

Diversos castigos y "tratamientos" se llevaron a cabo en un "intento" de corregir aquellas prácticas.

Como de una epifanía, muy cruel, los miedos pueden volverse una realidad. Y así fue.

Esa mañana, la misma Mai, madre del señor Chiva-aree, en un intento desesperado por conservar su abolengo y la gracia de su apellido aristócrata, denunció a su propio hijo. Por su puesto, su esposo e hija no estaban de acuerdo. Si bien no apoyaban la mera idea de que eso fuera cierto, no estaban dispuestos a sacrificar de esa manera al heredero.

La misma madre comenzó a hacer circular aquellos rumores, producto de su enferma mente retorcida, donde recreaba miles de escenas de su hijo y aquel joven, negándose a sí misma la posibilidad de verle feliz y realizado, no tuvo mejor idea que hacer que la misma sociedad le castigase.

Cuando la policía se hizo presente en la Mansión Chiva-aree, a primera hora de la mañana, ella, con la sangre fría que la caracterizaba, dijo que era todo cierto. Las autoridades no tuvieron más remedio que hacer su trabajo.

Fue así como llegaron a la casa de aquellos jóvenes.

Por las calles corrían fuertes rumores, la servidumbre de la familia Opas hizo llegar estas escuchas hasta los padres del joven que partieron de inmediato a la casa de su hijo, lamentablemente llegaron tarde... muy tarde.

El clima ya era inclemente, la humedad, el frío calaba los huesos, y esa celda era peor que un crudo invierno

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El clima ya era inclemente, la humedad, el frío calaba los huesos, y esa celda era peor que un crudo invierno. Separados por barrotes, yacían ambos jóvenes.

Encerrados como si de delincuentes se tratase, eran esposados y tratados como cualquier recluso.

La mirada perdida del joven Opas rompió el alma del señor Chiva-aree, su culpa no se hizo esperar, verlo allí tirado en el suelo de aquella celda le hizo maldecir al mismo cielo. Se recriminó el haber posado sus ojos en aquella hermosa criatura, a la que, horas antes le había hecho el amor como nunca antes. Y fue allí cuando cayó de rodillas y quiso morir, volver atrás el tiempo y desear no haberlo conocido.

Cuestión de orgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora