Capítulo 27

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El día estaba frío, Long Sands era una playa hermosa, arena casi blanca, mar oscuro y una brisa suave que soplaba esa mañana.

Todo el camino en el carruaje fue tranquilo, conversando y disfrutando el paisaje. El señor Chiva-aree relataba los próximos proyectos. La junta se reuniría pronto y todos los señores querían ver si las mejoras en las industrias estaban dando sus frutos.

Metawin un poco preocupado pregunta si acaso todo iba bien, no se perdonaría que su amado tuviera problemas por sus ideas un poco avanzadas para aquellos tiempos.

- Usted no se preocupe, ya hablé con nuestro contador y los números son muy buenos, dudo que alguno de ellos objete alguna de sus ideas.

Esas palabras calmaron el inquieto corazón del joven.

Siguieron hablando, pero ahora de sus planes para los días que descansarían en una propiedad de los Chiva-aree.

Al llegar, Metawin observó alrededor, el lugar era precioso, nada ostentoso, tranquilo, lejos de otras propiedades.

La casa, porque mansión no era, no como la familia Chiva-aree frecuenta poseer, emplazada en un gran terreno con salida privada a la playa, contaba con un pequeño bosque, abundante y exuberante vegetación. Un camino de piedra en la entrada que daba al porche de la casa.

Un recibidor adornado con vegetación. Grandes ventanas en frente, madera tallada, no por no ser ostentosa no gozaba de buen gusto.

La mano del señor Chiva-aree se posó en la espalda baja del joven para indicarle que siguieran y se adentraran. Ambos llevaron sus maletas, el cochero ya emprendía su viaje, solo estaría de regreso por ellos al término de ese fin de semana.

La escalera no era tan majestuosa como la gran mansión, pero era lo suficientemente grande como invitando al segundo piso. Grandes cortinas cubrían las ventanas que yacían cerradas producto la fresca brisa que había en la zona.

La chimenea templó el frío ambiente, los recibió de manera acogedora y eso apretó el corazón del joven. El señor Chiva-aree se había preocupado de cada detalle.

No quedaba rastro de personas trabajando en la casa, estaban solos. Subieron hasta la habitación que ambos ocuparían sin preocupación alguna.

Apenas dejaron las maletas en la entrada y cerraron la puerta de la habitación la tentación y las emociones se desbordaron.

Un beso profundo fue respondido por el joven.

Las manos temblorosas recorrieron su anatomía como si fuera la primera vez. El aire comenzó a abandonar sus tímidos cuerpos y hubo la necesidad de hablar.

- Le agradezco mucho la invitación, su casa es hermosa y acogedora ¿está seguro de que estaremos solos? Yo no quisiera que usted tuviese problemas por mi culpa.

- Il mio Paradiso, usted no se preocupe, no hay nadie en la casa. Dejemos nuestras pertenencias y bajemos, debe comer y darse un baño para que descanse -el joven suspiró ante las caricias que aún recibía.

- Pensé que...

- Amor, está cansado, ha sido un viaje largo y la idea es que usted esté cómodo y descanse, me basta con su preciada compañía, el tenerlo ahora aquí hace que mi intranquilo corazón sopese la lejanía de su cuerpo cada día, le añoro, lo juro, pero su bienestar está por sobre cualquier pensamiento que yo posea. Es la persona dueña de mi alma y de mi corazón, prometí a su padre cuidarlo y eso haré.

Bajaron las escaleras hasta adentrarse en la cocina, encontraron la comida preparada y la mesa dispuesta.

Se sentaron y tras muchos cruces de miradas, roces de manos, terminaron de comer.

Cuestión de orgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora