Capítulo 46

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El gran día llegó y por supuesto que no todo era alegría. Los Philips estaban felices por ver a Susan casada con un Chiva-aree.

Finalmente cedieron a que fuera una boda poco ostentosa, lujosa, pero no con tantos invitados, solo aquellos "importantes"; entre ellos... el padrino.

Ver al Señor Chiva-aree de pie en el altar, estar a su lado sin poder tocarlo y tener que entregarlo a los brazos de otra estaba convirtiéndose una tortura. Por otro lado, el Sr. Chiva-aree miraba con angustia al joven, rogando porque nada saliera mal.

La ceremonia terminó y vino el beso casto que, a los ojos de todos era el sello de amor de dicha pareja, pero el Sr. Chiva-aree no haría eso, jamás besaría otros labios que no fueran los de su amado esposo y con cuidado interpuso su dedo pulgar entre ambos labios, algo que Susan agradeció en su triste corazón.

El joven Opas apretó sus puños y respiró, intentando, vanamente mirar en otra dirección ¿qué podía hacer? ¿Gritar y decirles a todos que ese hombre de pie en el altar era suyo? Evidentemente no. La ley y la sociedad no los perdonaría. Debía mantener la calma, esa que ya casi se diluía en el aire.

Salieron rumbo a la recepción, hubo vals y brindis. Los Philips orgullosos festejaban triunfantes aquella unión que, según ellos, les sería tan beneficiosa, nada más errado.

Al terminar, la pareja de recién casados salió rumbo a su nuevo hogar, minutos más tarde, el joven haría lo mismo... a la casa contigua.

Para ese momento ninguno sabía si la agonía ya había terminado o si recién empezaba. Carol, en la oscuridad de su habitación lloraba acompañada de una botella de coñac. No pudo asistir ya que los Philips no la querían ver nunca más.

El joven Opas entró al que, ante los ojos de todos, era su hogar. Encontró a Carol sentada, más bien recostada en el suelo del salón, los ojos aguados, el rostro visiblemente demacrado. Suspiró y caminó hasta donde ella se encontraba.

- Carol, querida, ya no llore, ya ha acabado todo- dijo agachado frente a ella mientras le secaba las lágrimas.

- ¿Acabado? ¿por qué siento que esta tortura recién empieza? ¿hicimos lo correcto? – dijo ella derramando nuevamente lágrimas.

- No crea que es la única que se siente así- se sentó en el frío suelo a su lado- siento que estoy en una pesadilla, esto es tan irreal.

- Lo es ¿por qué no podemos ser felices? ¿qué gana la gente?

- No lo sé, pero al menos nos dejarán tranquilos, pensemos que es para mejor. Eso quiero creer – dijo el joven mirando sus manos, su anillo.

- ¿Usted cree que nos dejarán?

- Lo harán, haremos que funcione.

- Sabe que la próxima semana es nuestro turno ¿cierto? – dijo ella sollozando.

- Lo sé...

La puerta trasera fue golpeada. Susan esperaba ansiosa. Carol fue a recibirla, el joven cambió de lugar y fue a su verdadero hogar, ese que construyó con su esposo.

Ellas se abrazaron y lloraron, el joven miró la escena con tristeza, pero a la vez esperanzado en que los cuatro podían tener una oportunidad.

Salió por la misma puerta trasera y se dirigió hasta donde su amado. Éste lo esperaba feliz, pero se notaba un dejo de tristeza y melancolía.

 Éste lo esperaba feliz, pero se notaba un dejo de tristeza y melancolía

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