Capítulo 41

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Los meses transcurrían para los preparativos del matrimonio de Prim y el joven Perawat. La recepción del hotel Crystal Palace, recién abierto al público, estaba adornada con flores blancas y velas. Desde la entrada con la gran arboleda hasta el patio trasero, todo estaba decorado para la ocasión.

Nadie escatimó en gastos, todo por la felicidad de tan noble pareja.

En una de las habitaciones yacía la familia Opas, esperando a que Prim terminara de peinarse. Los nervios la invadían ¿estaba segura de esto? El tiempo lo diría.

Por aquellos años, la sociedad era muy conservadora, el papel de la mujer quedaba relegado al hogar, a criar hijos y encargarse de obedecer al marido, pero ¿qué hacía pensar a Prim que aquello era correcto? Nada.

Prim fue criada como cualquier Opas, con ideas libertarias, pensamientos propios, opiniones que se podían decir en la mesa, donde la mujer participaba de las tertulias, donde podía estudiar y no solo ser "la mujer de", ella era más que eso y, Perawat lo sabía.

Desde que su noviazgo se oficializó, los Opas fueron muy claros y tajantes en defender a la mayor de sus hijas. Ella será maestra, una mujer culta, cuyos ideales trascienden la cocina y los hijos, esperaron a que los Perawat aceptaran y así fue.

Todo estaba hablado, Prim seguiría trabajando en la escuela de la fábrica, su futuro marido, un hombre de mundo y muy letrado, estaba consciente de la situación y, es que eso fue lo que lo cautivó, ver a una mujer poco convencional, brillante y hermosa, algo poco común para la época.

Ambos estaban conscientes del significado del matrimonio para la sociedad. Era unir ambas familias burguesas y aristócratas, como mero símbolo de contrato comercial. Tal como se estilaba en la época, pero para su suerte, no fue necesario. Desde que se conocieron, el joven Perawat supo ganarse el corazón de la rebelde e idealista Prim, esa que dijo que no se casaría porque no iba a servir a un marido, se encontraba ahí, poniéndose su vestido, para en, unos escasos minutos, caminar hasta el altar.

El jardín que era mantenido como uno de los más lujosos y elegantes de la ciudad, abovedado como un gran invernadero, acogía a dos parejas de jóvenes que esperaban el inicio de la gran boda.

Para nadie era ya un misterio que el Sr. Chiva-aree y la señorita Phillips se pretendían y que, desde hace unos escasos meses, el joven Metawin también cortejaba a una delicada joven, amiga de Susan, Carol Lewis.

Los cuatro daban un paseo, charlando y riendo, acostumbrándose a la nueva situación, intentando de vez en cuando aparecer en público para no despertar sospechas. Pero ¿quién diría, que de lo que tanto reían era de los dichos infames de esa absurda y cínica sociedad?

Solían pasear los cuatro, comentar lo que las demás familias hablaban a sus espaldas, era anecdótico para aquel entonces reír de lo que todos esperaban, el inminente enlace entre ambas parejas, qué ridículo, pobre gente que vive de las apariencias, pensaban.

- Es un día muy hermoso – dice Carol- estoy segura de que la boda será hermosa.

- Claro que sí, Prim es una joven brillante, educada e inteligente, estoy segura de que el joven Perawat la hará muy feliz ¿no cree usted joven Metawin?

- Estoy seguro de que mi buen amigo sabrá tratar a mi pequeña como se merece.

- Me gustaría tanto que un día... nosotras... - Susan baja su cabeza y mira la punta de sus zapatos.

- Algún día- dice el Sr. Chiva-aree- todo a su tiempo.

La mirada de tristeza se posó en el rostro de cada uno de ellos.

Cuestión de orgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora