Capítulo 22

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Al terminar el día, ambos dieron una última mirada a los documentos que yacían sobre el escritorio del señor Chiva-aree. Ambas sillas de roble rojo, talladas a mano, habían sido colocadas estratégicamente juntas para trabajar mejor, aunque de manera inconsciente lo hacían porque ya no querían separarse más.

- Ya es hora il mio luce, debe ir a casa, es tarde y mañana debe madrugar para sus clases – tocaba su mano sobre el escritorio, con sus dedos lo acariciaba suavemente y sintió como la piel se le erizó al joven.

- Guardaré estos documentos y me iré, espero que todo salga bien en la cena con la familia Taylor – se puso de pie, su mirada rehuía la del señor Chiva-aree, quién sintió la inseguridad tras sus palabras.

- Amado mío – lo tomó de la cintura y sentó en su regazo, acarició su rostro y besó su frente – no se preocupe por favor que desfallezco de la pena, me angustia profundamente verle en este estado, no quiero que sus preocupaciones lo hagan dudar de mi amor, juro por dios que esto se solucionará y que no daré un paso atrás, le ruego, le suplico que crea en mis palabras.

- Yo le creo, pero siento mi corazón apesadumbrado, la tristeza me invade de solo pensar que usted estará solo, sin apoyo de su familia y con la familia Taylor en contra. Lo siento por no poder estar ahí a su lado en este momento – suspiró y puso su cabeza contra el pecho del señor Chiva-aree.

Los brazos de éste lo rodearon, de esa manera pudo sentir como su corazón latía, acariciaba su espalda tiernamente mientras le recitaba en susurros:

"Si me aborreces porque tanto te amo,

Porque soy de tus gracias el cautivo,

Porque en mi sueño con pasión te llamo;

Porque llanto tristísimo derramo

Al abrazarte fuego tan activo,

Porque sin ti ventura no concibe,

Porque tu amor para mi amor reclamo;

Tanta felicidad ya no apetezco,

Si mi amor te ofendió perdón imploro,

El labio callará, yo te lo ofrezco,

En el silencio verteré mi lloro;

Y pues gozar tal dicha no merezco,

Jamás repetiré ¡cuánto te adoro!".

Los ojos húmedos del joven se elevaron para encontrarse con aquellos que tanto amaba, se miraron un instante como si, con tan solo ese gesto, pudieran decirse tanto sin decir palabras, en un profundo silencio. Sólo escuchando el sonido de sus corazones que decía todo lo que sus labios no decían y lo que sus mentes no comprendían.

Por fin, el señor Chiva-aree se acercó para besar los labios del joven y en un susurro decirle "Lo amo".

El joven sonrió mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla.

- Yo lo amo más il mio Paradiso, nunca lo dude.

Se levantó, arregló sus cosas para ir a cenar con su familia. Sin duda, esa sería otra noche muy larga.

Con un largo suspiro, el señor Chiva-aree se bajó de su carruaje, el mayordomo le hizo saber que todo estaba listo y dispuesto para la cena, que debía asearse y cambiarse antes de que sus padres y hermana bajaran al salón.

Cuestión de orgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora