31. Visita a la cárcel

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Derek*


— ¿Qué hacemos aquí?, ¿No iríamos al psiquiatra?

— ¿podrías dejar de hacer preguntas y dejarme concentrar Iker?

—Bien —cruza los brazos y frunce el ceño.

— ¡Aquí estamos! —levanto las manos e Iker gira la cabeza en la dirección contraria.

— ¿A quién diablos le habl... —Deja inconclusa la pregunta cuando ve a Benjamín corriendo acercandose a nosotros . — ¿Qué está pasando?

—Encontré en internet información sobre Zaira.

—Entiendo, por eso estamos aquí.

—Exacto.

—y ¿Por qué no decirlo allá con todos?

Iker esta terminando con la poca paciencia que me queda. —Claro, porque tu madre estaría feliz de decirle que vendríamos a ver a una prisionera.

—Ey, ey, más respeto. De mi suegra no vas a estar hablando. —lo intentó decir jugando pero sé que no está de ánimos.

—Como sea. El que hablara soy yo. ¿De acuerdo?


Zaira*


Salgo de mi celda y me dirijo a la sala de visitas.

Pienso nuevamente que debe ser un error. Todo este tiempo nadie ha venido a verme. Giro la esquina y al entrar en la sala veo a dos hombres tras el cristal. El más joven no me mira, en cambio el señor me reta con la mirada. Tomo asiento y el tipo me señala el teléfono que tengo a mi derecha. Lo descuelgo y lo coloco en mi oído. Entonces escucho:

— Su nombre es Zaira, ¿Verdad?

No contesto, solo muevo la cabeza asintiendo.

—Mi nombre es Derek Ferreira y él es Iker Bennett. 

—soy el novio de Mia —el chico interrumpe la conversación.

— ¿Mia?, no conozco a ninguna Mia — ¿Se habrán confundido de persona? — No creo ser la persona que buscan. —me muevo para colgar el teléfono pero tocan el cristal para que vuelva a ponerlo en mi oreja. 

El chico se altera y le quita el teléfono que tenía el otro tipo—Mia Lovely, ¡no me diga que olvido que tuvo una hija!. Pero claro... porque no se me ocurrió. Si tuvo el sínismo de abandonarla.

— ¿Quieres callarte? — le arrebata el teléfono y se lo queda el más grande.

—proseguiré, mi nombre es Derek y fui el maestro y psicólogo de Elizabeth Belmont, es su hija, ¿cierto?

No logro articular ninguna palabra. Tenía años sin escuchar a alguien pronunciar ese nombre —Así es. — presiento que algo anda mal. ¿Por qué después de tantos años vienen a buscarme? Siento un nudo en mi garganta. Y las lágrimas salen, una tras otra. —Mi pequeña Eli, ¿ha crecido muy grande?, ¿muy fuerte?, ¿Cómo está?

—Ahora es toda una señorita.

— Entonces... ¿Eres tú su pareja? —Esta vez me dirigí a Iker. Pero no contesta.

—Bien, tenemos que ser rápidos. No tenemos mucho tiempo.

— ¿Ocurre algo?

— ¿puedo hacerle unas preguntas?

— ¿Ocurre algo con Elizabeth?

El novio de Elizabeth le vuelve a quitar el teléfono y añade:

—Su hija es mi novia, vive en nuestra vecindad y desapareció esta mañana —trataba de decirlo calmado. —ayer hubo una fiesta en la casa y vino a buscarla su amiga Mireya. Le entrego una carta y por la expresión que tiene puedo deducir que usted no sabía nada eso.

— ¿Mireya le hizo algo? —mi cuerpo se mueve solo, estoy de pie y la fuerza de mi mano en el teléfono hace que sienta pulsaciones. 

—No. Sólo le entrego una carta que no logramos leer y en ella le daban indicaciones usted y ella para poner en marcha el plan.

— ¿Qué plan? — estoy tan desconcertada. Tomo asiento como si estuviera más cerca de ellos. 

—Por favor señora, deje de fingir que no sabe de qué plan le hablamos.

—De verdad que no tengo idea de que hablas.

— ¿y qué me dice de las cartas que le han llegado al hospital infantil desde hace años?

— ¿Qué cartas? — mi respiración se agita cada vez más.

Maldición —grita antes de pasarle el teléfono a Derek.

—Bien, yo le creo. Al parecer no tenía ni idea de las cartas ni del plan. Pero está claro que alguien creo esas cartas y manipulo a Mia, digo... a Elizabeth.

No digo nada, sólo intento procesar la poca información que me han dado. Todo este tiempo he creído que Elizabeth seguía en el hospital. Que estaría escondida para que no sufriera y me entero de que todo este tiempo alguien le ha mostrado una careta mía.

—perdón que la saque de sus pensamientos, pero... reitero, no tenemos mucho tiempo antes de que termine el timepo de visitas y necesitamos encontrar a Mia.

—Joder, que su nombre es Elizabeth pesado.

Comprendo que el tiempo sigue transcurriendo y no podemos seguir perdiéndolo, así que los interrumpo y digo, — ¿Cómo puedo ayudarlos?

—Para empezar, ¿Cuál es el motivo por el que está aquí?

Intento procesar toda la historia. Necesito ser directa, sin rodeos, pero para poder comprender todo necesito contar todo, todo lo que está detrás. —La respuesta es muy larga. Como es obvio, estoy cumpliendo una condena.

— ¿Cuánto dura su condena?

— ¿Qué es lo que implico que la metieran aquí?

Ambas preguntas son hechas al mismo tiempo, una cada persona. A la primera persona a la que me dirijo es al joven. —es una condena de 25 años. Llevo 10 y casi 6 meses desde que entre. Y antes de que lo preguntes. Sí. Puede que sea reducida la sentencia por mi buen comportamiento. — cambio la mirada y esta vez observo al señor. — Estoy aquí dentro por...

Me interrumpe —por matar a alguien, ¿no?

Bajo la mirada y me avergüenzo. —así es.

— ¿Q-qué...? ¿Es-eso es verdad? —Iker está bastante sorprendido.

— ¡5 minutos más! —nos informa un guardia que vigila mientras camina alrededor de toda la sala.

—Y de casualidad... ¿En su caso está involucrado una persona que le dicen: "el engranaje"? —las facciones de mi cara cambian drásticamente y reflejan tensión y ansiedad. —Intuiré que sí.

Maldita sea

—Bien, a grandes rasgos, estoy aquí por matar a alguien...F-fue un accidente. —apretó mis manos con todas mis fuerzas por encima de la mesa. El tiempo se agota lo sé. —no, no podrán comprenderlo todo, pero... pueden ir a buscar a Jackson, fue un policía de seguridad. Él les explicara todo. Les darán su dirección o algún teléfono en la recepción de aquí.

Ambos hicieron movimientos indicando que saldrían corriendo. —antes de que se vayan... por favor, encuéntrela... no sabe que lo que hace. No quiero que se arrepienta.

El guardia se coloca en mi lado derecho y me indica con un gesto que tengo que colgar e ir de regreso a la celda. Giro mi cara y ambos asienten con la cabeza. Mostrando esperanza.

Cuelgo el teléfono y paro en dirección al pasillo. Quiero girarme y gritarles, suplicarles que la encuentren.

Quisiera salir y hacerlo yo misma. ahora que sé... que sé que todo esto no valió para nada. 

Solo ocurre una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora