51. ¿y ahora qué?

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Mia/Elizabeth*


—¿Recuerdas alguna característica del hotel? —me pregunta Derek e intentó recordar algo hasta que pienso en algunas señales que vi en el camino y la descripción de lo que hay enfrente del edificio. —¡Sí!— constesto al mismo tiempo que abro mis ojos. —Vi un letrero que decía... 

—Dame un momento, necesito algo para anotar —me interrumpen dos personas. Derek, pidiendo papel y pluma y... alguien que está tocando la puerta. La señora de la habitación se aproxima a abrir y como un valde de agua fría, veo en el pasillo a Mireya. No tengo tiempo de despedirme y mucho menos de darles explicaciones. Lo primero que se viene a mi mente es colgar para que Mireya no vea que hablaba por teléfono. Cuelgo el dispositivo lo más lento que puedo para que no se escuche ningún sonido que pueda acusarme. Pero en cuestión de segundos, comienza a sonar de nuevo. Estaba claro que intentarían regresar la llamada, por eso, dejo descolgado el teléfono para que no puedan seguir marcando. 

—Claro, claro, pase. —se hace a un lado la señora y le da paso a Mireya. Cierra la puerta y ambas se acercan a la sala. —A llegado tu madre, pequeña. —Así que eso fue lo que se inventó. Le dijo que era mi madre para poder encontrarme y llevarme con ella. Levanto la vista para ver a la viejita y le sonrio pero con la mirada intento trasmitirle un mensaje, quiero decirle, gritarle, que necesito ayuda. Se levanta Mireya y dice: le agradezco muchísimo señora... 

—Emma, un placer —ambas se dan la mano en señal de saludo amistoso. 

—Le agradezco muchísimo señora Emma. Llegué a casa y al no encontrar a mi pequeña, me desconcerté mucho, sin mencionar el miedo e incertidumbre que se creó en mí,  cuando encontré las manchas de sangre.  

—La entiendo, el tema de los hijos es complejo, ¿verdad? 

—¿Tienes hijos? 

—Una, que tiene mucho tiempo que no sé de ella. 

—Lo siento mucho —se gira y me indica que me pare— debemos irnos, nuevamente, muchas gracias Emma. 

Me levanto y camino en dirección a Mireya hasta que me dice: no seas grosera. Despidete de Emma. Me giro y es ahí cuando encuentro el momento preciso. Me acerco y la abrazo, le sursurro al oído lo más rapido posible para que no sea obvio —necesito que regrese la llamada a la persona con la que hablaba, ellos hablarán con usted— tengo el miedo de que no me haya entendido o que haga algún comentario y Mireya se de cuenta. Finalizo el abrazo y me incorporo, nuestras mirada se cruzan y siento como Emma me aprieta las manos en señal de apoyo. 

—Debemos irnos Mia —es la contestación de Mireya y se adelanta a abrir la puerta. La sigo y ambas salimos de la habitación de Emma. En cuanto la puerta se cierra, Mireya me toma del brazo y hace presión para lastimarme y al mismo tiempo para atraerme a ella. —¿pero en que demonios estás pensando?— lo dice con los dientes apretados. demuestra que está molesta o que quiere sonar intimidante. 




Derek*

—¡Carajo! —es la tercera vez que regreso la llamada pero suena ocupado. 

—¿y si le pasó algo? 

Niego con la cabeza en señal de desaprobación. —Lo dudo. 

—¿Y ahora qué? —pregunta Esteban. 

—Debemos esperar a que intente volver a marcar —le contesta Andrea. 

—¿y si no lo hace?, ¿Sólo nos quedaremos aquí con los brazos cruzados? —pregunta Iker frustrado. 

—¿Tienes otra mejor idea? —contesto con un tono de decesperación. Y entonces... El ángel de Elizabeth aparece. Vuelve a sonar el celular y al primer tono, contesto. —Sí, diga. 

—¿Con quién hablo? —escucho la voz de una mujer mayor. 

—¿Se encuentra por ahí Mia?

—¿Mia?, así, la chica que acaba de irse con su madre.

No tiene sentido, ¿De que me perdí? —Señora... ¿puede decirnos en donde están?

—Claro, en la habitación de su apartamento. 

—Bien, ¿Podría indicarme cómo llegar a ese departamento?

—Sí, cielo —tose un poco— la dirección es: 673 NE 3rd. Ave, Fort Laudderdale, FL 33304, Estados Unidos. —en cuanto terminó, le agradecí y colgué. Tal vez fue grosero pero no tenemos tiempo, posiblemente Mireya quiera salir de ahí y llevarla a otro lado. Le pido a Cloe que meta la dirección en el GPS y yo prendo la camioneta. Iker toma la hoja con la dirección y compara la que teníamos.

—Esto es muy cerca de donde estamos —lo dice algo más relajado. 

—así es, según esto, llegamos en 7 minutos —me dice mi mamá. 



Solo ocurre una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora