23. Un encuentro esperado

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Mireya*


Cuando el señor y el chico se han alejado de la mesa en la que nos encontrábamos. 

Ella me pregunta —perdona, ¿Nos conocemos? —lo dice amablemente.

Yo confirmo con la cabeza. —Eres ¿Elizabeth Belmont?

Al escuchar ese nombre, su cara se torna diferente, muestra nervios y miedo — ¿Cómo es que sabes ese nombre?

—Pregunté por ti y ese señor —señalo al tipo que me había encontrado en la puerta— me dijo que tu nombre es Mia.

Desvía la mirada y exhala. — ¿Cómo es que sabes ese nombre? —repitió esta vez seria.

—Tu madre me ha mandado a buscarte.

No soporta la frase y se rie burlonamente. — ¿Mi madre?, no conozco a la persona de quién hablas.

—Sabes de quién hablo. —Como no lo niega, confirmo que lo sabe. Ella dirige la mirada a un lado. Entonces hago lo mismo y encuentro al chico con el que bailaba hace un momento viéndonos. Sé que está a la defensiva por sí tiene que venir a su rescate. Así que tuve que hacer como que estábamos bien. 


La tomo del brazo y le dijo, —Actúa como si todo fuera bien.

— ¿A qué te mando?

—Vaya, veo que ya recordaste.

— ¿A que te mando?

—Tu madre dijo que no querrías hablar conmigo, pero nunca mencionó que eras tan prepotente.

—No me interesa saber qué es lo que te contó de mí, —me sonrió porque sabía que otras dos chicas se habían unido al señor y al chico. Ahora los cuatro nos estaban viendo.

—Bien, ya que veo que están esperando a "Mia". —Lo recalco burlándome, y volteo a ver a las personas— me dijo Zaira que te entregara esto.

Extiendo una carta y se la doy.

La toma y la guarda lo más rápido que puede en su bolso. — ¿Eso es todo?

—En general si, en ella vienen indicaciones. —Me acerco a su oído y digo, — de verdad te conviene ayudar. Recuérdalo.

Le doy un beso en la mejilla para fingir que todo va bien y alzo la mano para despidirme del grupo que nos ve.


Mia*


Veo como se aleja por la puerta y dejo salir el aire que tengo dentro. Siento como si no hubiera respirado todo este tiempo. Aunque, en realidad no lo había hecho, la estaba conteniendo e intentando ser valiente cuando moría de miedo.

No sabia lo intimidante que era Mireya.

Siento una mano en mi hombro y trago saliva. Giro mi cabeza y veo a Iker parado a mi lado. — ¿Te encuentras bien?

Vuelvo a sacar el aire y le digo, —sss..., ajam, —vuelvo a pasar saliva por mi garganta porque siento como si no pudieran salir las palabras —sí. Todo bien.

— ¿Quién era?,

—Una conocida del siquiatra.

El pareció tener más dudas y antes de que pudiera hablar le digo, —te cuento al rato, ¿sí? Ahora vamos a bailar y lo jalo a la pista. 

Solo ocurre una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora