20. Secreto secretoso

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Mia*


Estos últimos días han sido de locos. Los preparativos y el tiempo nos consumieron. Un día corríamos a la prueba de maquillaje y peinado, otro día era recoger invitaciones, y al otro conseguir material para los adornos, en fin, la lista no acababa.

Hoy por fin, después de la espera y la organización, es la boda de Andrea y Esteban. Desde muy temprano las chicas estamos ayudándola. Seleste también nos acompaña. La pequeña me hace reír mucho, es tranquila y muy ocurrente. El hecho de que ya camine ayuda y al mismo tiempo nos perjudica. Pero entre todos la vemos.

La novia está casi lista, así que nos dice que comencemos a arreglarnos nosotras para que estemos a tiempo. Le pedí de favor a Esperanza que me maquillara porque yo en mi vida lo he hecho. Subimos a mi habitación y me ato el cabello.

— ¿Todo eso es para la cara?

Ella se ríe, —si pero tranquila, no es tardado y todo tiene una función.

— ¿Hace cuánto haces esto?

—Desde que me salí de mi casa. A la edad de 19 años.

—Vaya, tenías un año más que yo.

—Así es.

— ¿Puedo preguntar porque te saliste?

—Creo que ya lo hiciste —lo dijo mientras me echaba una pomada transparente— Me salí porque... —titubea, pero al final se anima a decirlo— mi padre falleció cuando tenía 16 y mi madre a los 4 meses de su muerte se juntó con otro hombre. Es irónico ¿No es cierto? —Toma un cepillo y una crema que usa en mis cejas— no dudo que una persona pueda rehacer su vida con alguien más, es sólo que desde el punto de vista de hija, la persona que mamá había perdió era a mi padre y el encontrar a alguien más, hizo que sintiera que lo remplazaba.

Interrumpió su relato para voltear a ver a la pequeña Seleste. Comprobó que seguía jugando con unas figuras que Andrea le presto. Ahora toma un lápiz, al parecer un corrector. Lo coloca en mis ojeras, alrededor de las cejas, mis parpados y algunas imperfecciones.

Ella sigue —su nombre es Malcome y a grandes rasgos abuzaba de mí. Primero pensé que mi madre no lo sabía pero un día dejó que él entrará a mi cuarto. —Deja el lápiz y comienza a difuminar con sus dedos— él entro y cerró la puerta. Grité, grité muchas cosas, dije muchas veces que viniera a ayudarme. Pero lo único que ocurrió fue que, conforme mis gritos aumentaban de desesperación el volumen de la grabadora también subía. Corrieron unas lágrimas por sus mejillas así que supimos que tenía que parar de hablar sobre ello o terminaría muy mal. —Voy al baño un momento —esa fue la excusa perfecta para terminar el tema. Ambas lo sabíamos.

Después de eso ninguna de las dos quiso seguir hablando referente a eso. Nuestra conversación sólo fue para que ella me explicara la función de las cosas que utilizaba conforme me iba maquillando.

El maquillaje fue sencillo, no es nada llamativo. Cuando ella sale junto a Seleste. Me pongo el vestido y unas zapatillas no tan altas que me compré la semana pasada.

Como peinado, opte por el cabello suelto. Así que me haré unas ondas.

Enchufo las tenazas y escucho que tocan a mi puerta. Al abrir me encuentro con Iker vestido con esmoquin. Lo contemplo de pies a cabeza y le intento coquetear.

Él ni siquiera ve mis intenciones porque no deja de verme.

—Entra —me muevo para que pase.

— ¡Te vez preciosa!

—Como todos los días. —lo digo porque así me siento. Y no es que necesite que él me lo esté recordando todo el tiempo, desde hace un tiempo me siento segura.

Solo ocurre una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora