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Baje las escaleras encontrándome con mama en el comedor con la vista sobre su portátil.

—Buenos días hija —saludo ella quitándose sus anteojos.

—Buenos días mama —su rostro lucia algo preocupado.

Me acerque a ella que no apartaba la mirada de mí.

—Hija creo que deberías ir a ver a Emeric —enarque una ceja.

Pero estaba claro que el no quería ver a nadie y lo entendía.

—Natacha dijo que no quiere comer —y con esa simple oración basto para que no preguntara más y saliera de mi casa.

Cruce la calle otra vez un cielo nublado sobre mi cabeza. Al entrar me encontré con una mujer de cabello corto y de color rubio oscuro, sus ojos grises lleno de tristeza.

—Oh Elise que bueno que estés aquí —dijo ella al verme aparecer en la sala de estar— ya no sé qué hacer estuvo todo un día sin querer comer.

—Creo que mi error fue dejarlo solo... —mire una vez más hacia el patio— veré que puedo hacer.

Natacha me tomo de las manos para luego dar un pequeño apretón.

No hacía falta que dijese nada para que mostrara lo preocupada que estaba. A veces sus actitudes mostraban el poco interés que le generaba la vida de Emeric, pero era su madre y el su hijo.

Subí las escaleras con la bandeja que me extendió Tolly la sirvienta de esa casa.

Me detuve en frente de la puerta del cuarto de Emeric dudosa si debía entrar o no.

<< Vamos Eli tú puedes hacerlo >>

Tome aire y avance al entrar todo estaba a oscuras, el ambiente era tristeza mezclado con una pesada energía.

Mis ojos llegaron a la cama de Emeric el envuelto en sus sabanas grises apenas se podía ver su rostro.

—No... tengo hambre —dijo el con una voz rasposa.

Deje la bandeja sobre una pequeña mesita que había allí y avance hacia la ventana abriendo las cortinas de par en par.

—¿Qué mierda? —se quejó el reincorporándose en la cama con dificultad— ¿Qué haces?

—No diré nada si quieres llorar hazlo si quieres enojarte eres libre... —señale hacia la mesita— pero debes comer no me iré de aquí hasta que te comas todo.

El enarco una ceja sus ojos lucían hinchados al igual que las ojeras que acompañaban.

—Vete... —él se sentó dejando los pies sobre el suelo.

—Ya te dije que no me iré —me crucé de brazos para luego sentarme sobre la silla que había en frente del escritorio— deberías darte un baño y comer.

El soltó un suspiro mirándome con el ceño fruncido.

—No te soporto —dicho esto se levantó y se dirigió hacia su baño.

Me puse de pie y empecé a observar con más detenimiento su cuarto. Emeric era alguien bastante serio para ser un adolescente en rebeldía.

Tenía varios libros de química y física, un microscopio en una pequeña mesa con otros objetos. Y luego en otro rincón donde estaban los libros estaba el tocadiscos heredado de su abuelo por parte de su madre.

A él le encantaba la música clásica y sobre todo los temas antiguos.

Era un viejo metido en el cuerpo de un joven.

Hasta que llegue a los cajones de su mesita de noche.

¿Por qué iba a husmear entre sus cosas?

<< Pura curiosidad >>

No había nada relevante solo un libro, condones y un pedazo de cristal.

Fruncí el ceño al tratar de recordar y fue donde caí en la cuenta que era del regalo que le había preparado para su cumpleaños.

Sentí el nudo en mi garganta y las ganas repentinas de llorar, mis ojos llegaron a la foto que había dentro de la cajonera. Era Emeric de niño con Zeus pequeño y a su lado estaba yo.

Los dos sonreíamos felices por jugar con el animal.

Me puse de pie al escuchar el agua de la ducha detenerse, tome la bandeja y la acomode sobre su cama.

Era extraño que el no tuviese una pantalla para ver televisión.

—¿Qué haces? —el salió del baño con una toalla atada a la cintura las gotitas caían de su cabello.

—Estoy preparando para que comas—respondí nerviosa apartando la mirada.

El soltó otro suspiro recordé que tenía su iPad así que me puse de pie al verlo sobre su escritorio.

—Oye ¿Qué haces? —pregunto al verme con su iPad en mis manos.

—No voy a revisar tus cosas solo buscare un video —dije para desbloquear la pantalla.

De repente apareció a mi lado con un pantalón deportivo y una camiseta de color blanca.

—¿Cómo supiste mi contraseña? —me reí al darme cuenta que a veces seguía siendo el mismo tonto que alguna vez había sido mi amigo.

—Eres muy obvio son los números que hacen la forma de una E —dije entre risas al ver su cara.

—Ajam como digas ahora levántate de mi cama y siéntate allá —dijo señalando la silla del escritorio.

Lo miré y puse mis ojos en blanco mientras entraba a YouTube. Empecé a ver un video de risa que me entretuvo por un momento.

Mire de reojo a Emeric que comía de a poco la comida sobre la bandeja mientras trataba de distraerse con su teléfono.

—Deja de reírte como estúpida —murmuro el a lo que yo lo mire desafiante.

Me acerque hasta su cama y tome la bandeja que había quedado casi vacía.

—No entiendo por qué estás aquí —el volvió a meterse entre sus sabanas y yo me senté a su lado— ya comí ahora lárgate.

—No me iré hasta que tu salgas de esta habitación —volví a mirar el iPad y le puse play al video.

El hizo silencio por un rato era extraño estar en una misma cama al lado de Emeric ya que como el lo había demostrado varias veces no le gustaba que se metieran en su espacio.

—¿Esas cosas te dan gracia? —levante mi cabeza al ver que el también estaba observando— es gente ridícula haciendo cosas ridículas.

Empecé a reír al ver la cara de desagrado que hacía.

—Eres insoportable Elise —la sonrisa en mi rostro se borró.

—¿Crees que diciéndome esas cosas me vas a correr de aquí? —pregunte a lo que el no dijo nada.

Y se recostó nuevamente ahora era silencio los dos con la mirada hacia el techo.

—Recuerdo la vez que me llevé a Zeus —dije de repente— éramos niños y te quise hacer una broma... recuerdo lo mucho que lloraste y luego mi madre me regaño.

—Ya eras imbécil —gire mi cabeza para observarlo.

—A pesar de eso me perdonaste y Zeus estaba feliz...

—Le caías bien a el —sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas— me molestaba esa situación porque a veces sentía que te prefería más a ti que a mí por eso...

Su voz se quebró por completo y las lágrimas no pudieron evitar salir de sus ojos.

Trague saliva, pero no podía contener llorar al verlo así no quería verlo así de esa forma y solo me atreví me gire hacia el pasando uno de mis brazos por su pecho.

Quería abrazarlo y que supiese que no estaba solo que había alguien que estaba sufriendo con él.

Confía en MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora