Capítulo 5

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– Mis disculpas, caballeros – habló el mesero junto a nosotros, nos enderezamos rápidamente en nuestros asientos, debido al sobresalto – Lamento la demora, aquí está el vino que solicitó el señor Park junto a sus platillos – acomodó los platos con delicadeza frente a nosotros, sirviendo el vino en dos bonitas copas – Si desean algo más no duden en pedirlo, estoy a sus ordenes, disfruten el almuerzo – dijo amablemente, haciendo una pequeña reverencia, retirándose.

Asfixiante silencio nos rodeaba, tan tenso que, cualquier movimiento, causaría una ruptura en el ambiente. Incomodidad y confusión zumbaban en mi sistema.

– ¿Jimin? – exigí una respuesta, reacio a dejar el tema.

Como si de un trance se tratara, Jimin posó su mirada aletargada en mí, luego cerró fuertemente los ojos y movió su cabeza lado a lado, como si despejara su mente y, como si nada hubiera pasado, una sonrisa serena se dibujó lentamente en sus labios, tomó su copa y bebió un sorbo con calma. Sentí eterno su actuar.

– Lo deduje – se encogió de hombros, restándole importancia – Dijiste que había sido a finales de la guerra y, por lo que veo en tí, no sufres los típicos rasgos postguerra que la gran mayoría padece, aunque ya haya pasado un buen periodo de tiempo, claro – estaba a punto de refutar su inverosímil explicación, no del todo convencido, aún así, Jimin me detuvo – Comamos, debes estar famélico, mira la hora – instó, para después llevarse una cucharada de comida a la boca, zanjando el tema.

El rugido de mi estómago detuvo mis protestas, dando por finalizada la discusión, sin desaparecer ese sentimiento de desconfianza e intriga.

Dejando nuestros platos vacíos, nos enfrascamos en una conversación sin sentido sobre cómo la gran América adquirió su gran fortuna a costa del sufrimiento y necesidades del prójimo, bebiendo plácidamente el delicioso vino de uva, adormeciendo mis turbulentos pensamientos. Sorprendidos al percatarnos de la hora, cenamos unas deliciosas tostadas de aguacate y una rebanada de pay de fresas, una mezcla poco provocativa, pero poco nos importó. Aprendí que Jimin tiene gustos bastante similares a los míos pero, a la vez, opuestos. Decidimos marcharnos del lugar, ya satisfechos.

– Espero no haberte aburrido – rió – Perder tu preciado fin de semana con un hombre en lugar de aprovecharlo con una bella dama, debió ser terrible para tí – dijo burlón

Riendo, tomé fuertemente el sombrero a punto de volar fuera del vehículo, como consecuencia del salvaje viento.

– En absoluto, la pasé de maravilla – afirmé – Te compensaré en otra ocasión, ya que no me has permitido pagar mi parte – refunfuñé por el recuerdo.

– No es problema, lo sabes – explicó en tono dulce – ¿Te molesta si prendo la radio?

Respirando el frío aire de la noche, hice un ademán con mi cabeza en negación, admiré el paisaje, frondosos árboles iluminados por la luz de la luna y las estrellas, creando un panorama digno de una pintura. De repente, la voz dulce de una mujer sonó suavemente en medio de la noche, cortando la estridulación de los grillos. La maravillosa Annette Hanshaw nos deleitaba con Here We Are.

– ¡Oh! – exclamé emocionado – Annette es mi cantante favorita, sus canciones son profundas, ¿No lo crees? – pregunté con una sonrisa.

"Los días cansados, las noches solitarias, son fáciles de olvidar ya que estoy aquí, y tú estás conmigo" confesaba Annette, creando un remolino de sensaciones desconocidas en mi vientre.

– Estoy de acuerdo – asintió, levantando las comisuras de sus labios, en una imperceptible sonrisa – De hecho, esta canción ha estado rondando mi cabeza hace unos días, desde que he tenido cerca la oportunidad de reencontrarme con una persona muy especial para mí – su mirada se posó en mí, sus ojos brillando con anhelo, convirtiéndose en pequeñas medialunas a medida que su sonrisa crecía.

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