Capítulo 12

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En mi corto vivir pero largo sentir había sido un simple espectador, siempre analizando, juzgando en silencio sin atreverme a opinar, viviendo y existiendo a través de otras pieles. ¿Amor? Aquel sentimiento que enceguece los sentidos, nubla la conciencia y ensordece el juicio jamás lo hubiera deseado experimentar ¿La razón? Simple, he presenciado el daño y la desdicha que deja atrás aquel sentimiento banal, sólo serás un despojo de amarguras y soledad después de haberte elevado a las más maravillosas cumbres de la aparente eterna felicidad. Y ahora yo, JungKook Jeon, aquel reacio y escéptico ser había caído en la fosa más profunda de la dicha y, a su vez, desdicha eterna, porque sí, había develado lo que me juré con tanto ahínco en absoluto sentir y aceptar, estaba enamorado de Jimin Park.

La bruma del agobiante silencio y la expectación asfixiaban tortuosamente mis entrañas y, sin previo aviso me besó, un beso necesitado, desesperado, lleno de anhelo e incredulidad devoraba mis labios y yo, igual de necesitado me aferré a su cuello, aterrado de que, en cualquier segundo, abriera mis ojos y despertara en mi cama solo y con un inmenso vacío agujereando mi alma. Tomando con fuerza su cabello entre mis manos, sintiendo su suavidad y tersura, lo acerqué más a mi cuerpo, sintiendo el ritmo irregular de nuestros corazones enlazarse en una rítmica danza. Sus manos recorrieron mi espalda y cadera aprisionando mi cuerpo con el suyo aún más, tocando como si no tuviera suficiente de mí.

Su lengua acarició mi labio inferior, implorando su entrada y así lo hice, succioné su lengua, hambriento, codicioso, sintiendo su desbordante calidez entrelazarse con mi anhelo.

– Jim...

Con una mano apretando mi cuello y la otra en mi trasero acercando nuestras caderas para sentirnos con más cercanía separó nuestros labios, rompiendo nuestro enlace. Jadeando miró hacia la entrada en la cual se encontraba un TaeHyung boquiabierto. La bruma del deseo recorría con tanta fuerza mi sistema que no lograba reaccionar a tal interrupción, mi parte racional fundida completamente.

– Que nadie entre a esta habitación, no importa quién sea, sólo que se larguen – gruñó Jimin, ocasionándome un escalofrío de deseo – Y asegura la puerta antes de salir.

Y sin esperar respuesta enterró sus dientes en mi cuello, mordiendo con fuerza para después succionar y pasar con tortuosa lentitud su ardiente lengua. Estallidos de electricidad recorrían todo mi cuerpo, derritiendo mi cerebro, el cosquilleo en mi intimidad se hacía cada vez más insoportable, exigiendo atención. Removiéndome inquieto Jimin entendió mi necesidad.

– ¿Sin preámbulos? – rió sobre mi cuello. Su aliento caliente en mi piel producía que se erizara.

Gruñí como respuesta, avergonzado de que, si soltaba mis labios de entre mis dientes, gemidos implacables salieran de ellos. Burlándose de mi aturdido estado me guió hacia el sofá.

Un golpe fuerte se escuchó fuera del cuarto, sobresaltándome.

– ¿Qué...? – murmuré nervioso.

– No – dijo firme mientras tomaba mi rostro girándolo, reclamando mi atención – Concéntrate en mí, ahora somos sólo los dos – sonrió sobre mis labios para luego fundirnos en un lento y dulce beso.

Sus inquietas manos me recorrían curiosas, tan embriagados estábamos el uno del otro que no notamos la cercanía del mueble hasta tropezar con él, Jimin cayendo sobre mí y mi cabeza rebotando en los cojines.

– ¡Mierda! – exclamó en un susurró de preocupación – ¡Lo siento no presté...!

Jalándolo hacia mí evité su partida, aplacando mi incipiente risa volví a recostarlo sobre mi cuerpo y uní nuestros labios, necesitado de su calor. Enredé mis piernas en su cadera impidiendo su huida, inseguro y dubitativo desabroché su impoluta camisa, mis torpes manos enredaban mis movimientos dificultando mi acción. Gruñí frustrado a lo que Jimin respondió con una risita.

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