Capítulo 26

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Mantener entretenido a NamJoon en otros asuntos me había supuesto más trabajo del que había previsto, drenando mi energía hasta la extenuación. Exhausto y al límite, sin haber logrado conciliar el sueño la noche anterior debido a la constante e inolvidable sensación de amenaza que aquellos penetrantes ojos marrones, augurando peligro, habían clavado en lo profundo de mi ser. Sí, las energías en mi cuerpo estaban a punto de agotarse y NamJoon Kim jamás podría ser engañado... Excepto por mi, la única persona con la cual creció, estando siempre a su lado en la más tierna infancia y salvaje adolescencia, conocer sus gustos y aficiones me darían una gran ventaja... Por ahora. No obstante, el consejo sabio de mi padre acerca de no sentirse totalmente confiado o podría ser yo el que cayera en mi propio juego, mantuvo esa aplastante tensión sobre mis hombros y el inquietante sabor amargo de alerta arraigado a mis entrañas, era tóxico y corrosivo, como ésta situación.

— ¿Qué haces? — preguntó dulcemente — Ven aquí, la calidez aumenta frente a una chimenea no junto a esa ventana.

El simple hecho de imaginarme a su lado erizaba mi piel en desazón. Había rehuido de la insistente proposición de tomar el mortífero té, alegando que unos deliciosos postres junto con un vaso de leche caliente serían más agradables al paladar y bueno, él no puede rechazar algo tan tentador viniendo de mí.

Y aquí me encontraba de pie, como un perfecto inútil frente a la gélida ventana apreciando el hipnotizante ocaso, cautivado por este singular panorama en esta época del año. Imaginé la preciosa sonrisa de Jimin, un Jimin empezando su adultez, con sus rebeldes cabellos dorados siendo encendidos por este rojo abrazador tan característico del atardecer, murmurando sobre mis labios que todo estaría bien, que nuestro amor era inquebrantable puesto que nuestras almas estaban destinadas a siempre encontrarse... A estar juntas sin importar el tiempo o los obstáculos impuestos en nuestro camino. Cuan ingenuos fuimos y sigo siendo pese al transcurso de los años, un necio reticente a soltar el lóbrego fantasma del pasado que sólo provocaba estragos en mi marchito corazón.

Rezando internamente porque los somníferos surtieran efecto en poco tiempo, batí el líquido en mi copa en un intento de apaciguar el amenazante nudo, el cual se enredaba maliciosamente, en mi estómago producto de la expectación.

— Es hermoso — aprecié — El cómo un color tan fuerte y salvaje puede llegar a ser seductor y fascinante.

— Recuerdo escucharte manifestar tu odio hacia la puesta de sol, decías que tales colores eran los de la guerra, el odio, la sangre y la muerte — resaltó

— Las personas cambian, y con ellos sus pensamientos y sentimientos se verán consumidos por el vacuo e impasible desinterés — opiné indiferente — De eso se trata la vida, ¿no lo crees? De constantes crecimientos y altibajos, cambios súbitos o simplemente benevolentes quienes te dan las experiencias para amoldarlas a tu conveniencia.

— Ohh, JungKookie se ha convertido en un hombre muy sabio, incluso me atrevo a decir que me has superado.

Reí negando con mi cabeza, la ironía burbujeando en mi interior como magma embravecido, amenazando con destruir la poca cordura e indulgencia restantes en mi interior.

— En lo absoluto, Monie — me acerqué por su espalda, mis manos cosquillearon al ver su cabeza plácidamente recostada en el esponjoso sofá, optando por acariciar su rubia cabellera sumergí mis dedos en aquel campo dorado antes de cometer alguna locura, obteniendo como respuesta un suspiro de complacencia — Sería incapaz de superarte, siempre has sido un genio percatándote de la más mínima e insignificante cosa.

— Creo que me idolatras demasiado, Kookie — murmuró somnoliento.

— ¿Me dejarás tomando solo? — insté haciendo un puchero cuando nuestras miradas se encontraron — Mira tu copa, está casi llena, mientras yo he terminado por completo la mía.

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