Capítulo 3

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Sus destellantes ojos tras la máscara me miraban inquisitivos, esperando alguna respuesta de mi parte, sin embargo, el nudo en mi garganta impedía que saliera palabra alguna. A punto de soltar la bolsa por mis palmas sudorosas y el débil agarre, tomé un poco de aire, adquiriendo valentía y un mínimo de control.

– Un placer, señor Park – dije con voz temblorosa. carraspee para liberar el nudo que aún restringía mi habla – Soy JungKook Jeon – al ver su sonrisa burlona me reñí mentalmente, claro que él sabía muy bien mi nombre.

Dándose cuenta de mi estado verecundo, palmeó suavemente mi espalda.

– Podríamos tutearnos, me atrevo a decir que así te sentirías menos tenso ¿No lo crees? – dijo en un tono dulce, como si quisiera adormecer mis sentidos.

Asentí, sonrojándome inconscientemente.

– No me molestaría – susurré.

– Debes tener muchas preguntas – subió dos escalones más, luego giró mientras señalaba tras él – Vamos a mi despacho, el ambiente en esta zona es un poco pesado ¿No lo crees? – levantó las comisuras de sus labios, en una suave sonrisa – Y llámame Jimin.

No esperó respuesta y siguió escaleras arriba. Curioso por conocer más de esa hermosa mansión, lo seguí de cerca entre empujones. Un largo corredor blanco era decorado por hermosos cuadros con pintorescos paisajes, un cuadro de una mujer entre sábanas llamó mi atención.

– ¿Camille? – pregunté sorprendido.

– Oh, la reconociste – preguntó cerca de mi oreja, haciendo que mi piel se erizara.

Giré mi rostro encontrándome con el de él, su cabello rubio platinado, perfectamente peinado hacia atrás, resplandecía como el hermoso sol de verano, su máscara, que hasta el momento no me había percatado de su diseño, sería exactamente igual al mío de no ser por los ramitos de flores amarillas que trepaban por esta y su acabado puntiagudo en el lado izquierdo, bajo las luces artificiales del corredor, lo hacían parecer una persona enigmática, fascinante e imponente, a pesar de ser unos centímetros más bajo que yo. Sus ojos dejaron el cuadro para conectarse con los míos, seguramente sintiendo mi mirada fija en él. Sobresaltado, posé mi mirada nuevamente en el cuadro, sintiendo mis mejillas subir de temperatura.

– No es de mis obras favoritas – dije rápidamente – es un poco, cómo decirlo – carraspee – lúgubre y... desesperanzador – susurré la última palabra.

– No te equivocas – afirmó mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho, asintiendo – Por eso mismo es bastante cautivador, pintar a su amada, la cual lo dejó todo por él, en su lecho de muerte, debió de ser el peor sufrimiento para Monet. Su amiga, esposa y musa se había ido para siempre, dejando atrás simples trozos de recuerdos apunto de desaparecer.

Removiéndome incómodo por su repentino cambio de voz, miré desesperado una razón para cambiar el ambiente depresivo en el que nos sumíamos. Por alguna extraña razón, sentí nostalgia y un vacío en mi estómago con su última frase.

– ¡Nuit étoilée sur le Rhône! – exclamé casi en lágrimas de desesperación mientras corría al final del pasillo – ¡Adoro esta obra! ¿No te parece que transmite tranquilidad, amor y alegría? Como la eterna felicidad – dije rápidamente, casi mordiendo mi lengua.

Park se acercó a mí, sus pasos lentos y elegantes.

– Que encantador sentimiento te transmite esa pieza – dijo con una amplia sonrisa y unos ojos que resplandecían a través de su máscara, como si hubiese escuchado la cosa más feliz en toda su vida – Y de casualidad, ¿Podrías decirme la razón de esos sentimientos?

PARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora