Capítulo 7

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Somnoliento, abrí aletargado mis párpados, bostecé rascando mis ojos, tratando de acomodarme nuevamente en mi cama, buscando una posición adecuada para dormir, pese a mi arduo esfuerzo por volver a mi anterior estado apacible, los recuerdos de lo que, aparentemente, sería un día entero, trastornaron mi estado de modorra, dejándome sin aire, como si de un puñetazo al estómago se tratara. La reunión con Mark, el beso con Jimin y el reencuentro de Irene y Jimin, este último, quemando como ácido en mis entrañas, corroyendo mi alma.

Miré al techo, controlando el ardor en mis ojos y vientre, jadeando por un poco de aire, luchando por deshacer el nudo en mi garganta, me levanté sin ganas de mi cama, viendo por mi ventana el extraordinario ocaso, cubriendo el cielo de tonalidades naranjas, un color tan vivo pero tan nostálgico, mi pecho se hundió y mis piernas flaquearon, débiles e inestables. El gruñido en mi estómago me llevó al presente, exigiendo alimento después de casi día y medio sin digerir nada, bien, ahora entendía tantos desmayos y mi actual estado deplorable. Caminando, movido sólo por el imperante hambre voraz, me dirigí con pasos vacilantes a la cocina, dejando mi mente en blanco y actuando sólo por inercia. Cerca del pasillo que conectaba la sala y mi recámara, escuché murmullos, tan bajos que imposibilitaba discernir el tono de estos. Frunciendo ligeramente el ceño, seguí adelante, mis piernas sin escucharme, guiándome ciegamente hacia aquel parloteo. Mi temperatura descendió nuevamente, mis manos comenzaron a temblar y sudar, junto con mi frente, perlándose de un sudor frío, una bola de peso infinito agujereaba mi estómago, haciendo que mi corazón latiera desbocado. La imagen de Irene y Jimin, sentados cómodamente en el sofá, quemó mis retinas, la enorme sonrisa de ella iluminaba la habitación, su rostro siendo acariciado por las finas manos de Jimin hacían que sus bonitos ojos brillaran como dos hermosos luceros. Bien, al menos ella estaba feliz, eso era lo primordial. No lograba apreciar el rostro de Jimin, ya que se encontraba casi pegado al de Irene y mi posición tras él, sólo me permitían ver su pulcro y perfecto cabello y su esbelta nuca. La escena era digna de un hermoso retrato, dos enamorados, después de tantos años, reencontrándose nuevamente, siendo venturosos del infinito y profundo sentimiento del amor, sí, una maravillosa imagen.

Apresé mis propias manos, al punto de casi romper mis dedos, apaciguando mi tiritar en ellas, dibujé una sonrisa temblorosa en mi rostro, luchando contra mis nacientes lágrimas.

– Veo que están en un buen momento – con un tono quebrado, interrumpí. Enderezándome, preso del pánico por delatarme, aclaré mi garganta, sintiendo mi bilis subir.

La pareja saltó en su puesto, mirándome con sorpresa y confusión, como si despertaran de un trance. Jimin se levantó tan rápido que trastabilló un poco.

– Me disculpo por la situación anterior – continué, riendo sin ganas, batallando, una vez más, contra el incipiente mareo – Salí y bebí más de la cuenta, no fui discreto, molesté a Jimin y te preocupé, Irene.

Negando suavemente con la cabeza, Park hizo el amago de acercarse a mí, su rostro serio demostraba preocupación y su profunda mirada algo indiscernible, no obstante, Irene fue más rápida y llegó antes a mí, tomando mi rostro entre sus manos, con una expresión sumida en preocupación.

– ¡Dios, Kook, ¿En qué estás pensando?! – preguntó haciendo un mohín – Cuando te desmayaste realmente me diste un susto de muerte, estaba a punto de llamar a una ambulancia o taxi, lo más rápido serviría... Aunque Jimin me detuvo – sonrió orgullosa mientras lo miraba, liberando mi rostro – Él supo qué hacer en un momento tan crítico – posó su mirada nuevamente en mi – ¿No crees que es maravilloso? Siempre tan astuto y vivaz – sonrió avergonzada de sus adulaciones. Mi estómago cayó.

– Claro, aunque poco conozco sobre él, supongo que sus rasgos más característicos son esos – elevé las comisuras de mis labios, en una sonrisa apretada.

PARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora