Capítulo 15

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Ver a NamJoon después de varios años sin tener noticias sobre él era gratificante. Con un impresionante traje gris a la medida, su rubio cabello pulcramente peinado hacia un lado y sus delicadas gafas rectangulares lo hacían ver imponente sobre aquella tarima, un hombre seguro de sí mismo gritaba su agraciado desenvolvimiento y excepcional aura.

Dar con su paradero no supuso gran faena. Al ser uno de los mejores y más prestigiosos médicos psiquiatras especializados en el inexplorado y poco aclamado campo del psicoanálisis fue gratamente convocado a realizar una ilustre oratoria en una de las mejores universidades de New York, lo cual fue noticia en todos los periódicos, desde los menos distinguidos a los más influyentes y sensacionalistas, y por supuesto las revistas científicas no se hicieron esperar para incluir una columna sobre él y su especialidad.

Estaba orgulloso, mi padre lo hubiera estado aún más. NamJoon Kim fue una persona de cuna humilde, con una madre enfermiza y un padre ausente en su niñez. Mi padre, Jeong Jeon, por azares del destino lo acogió como su pupilo a la edad de catorce años, pocos días después de que mi progenitor realizara el registro de defunción de la madre de NamJoon, percatandose del estado de abandono y soledad de aquel huérfano. Él nos explicó muy orgulloso, a mi madre y a mí, la razón por la cual lo acogió fue simple y sin miramientos: "Jamás he visto unos ojos tan brillantes y llenos de vida al momento de hablar sobre una profesión tan extenuante como lo es la medicina"  Fueron sus palabras al describirlo, él siempre fue muy devoto a su profesión y la pasión jamás lo dejó, sólo la muerte extinguió aquella llama. Pocos días después se mudó con nosotros y yo, un inocente niño de tan sólo diez años fue sobrecogido por el éxtasis de conseguir un nuevo amigo, porque sí, NamJoon Kim fue una de las pocas persona más importantes para mí además de un pilar fundamental en mi adquisición de conocimientos. Él era el orgullo de la familia a pesar de carecer nuestra sangre. Su optimismo, la capacidad de aprender con facilidad diversos temas, su agraciado humor y enorme corazón bondadoso hacían de él la excelencia misma.

No discernía su retórica, siendo demasiado para mi ignorante cerebro. Uno de los organizadores le hizo una seña a NamJoon el cual, al mirar su reloj de pulso rió avergonzado, disculpándose por estar tan ensimismado con el tema y no percatarse que ya era hora de una momentánea pausa. Todos en el auditorio rieron con él. Mi corazón se llenó de calidez al apreciar que él seguía siendo el mismo a pesar del paso de los años.

El barullo inundó la estancia, los presentes yendo de un lado a otro compartían ideas y puntos de vista sobre la conferencia, mientras otros tantos se acercaban a NamJoon saludándolo y felicitándolo efusivamente. En mi alejado rincón observaba su avergonzada sonrisa mientras agradecía los buenos deseos, sonreí ante tal imagen y, por un breve instante, como si sintiera mi fija mirada alzó su rostro, encontrándose con mis analíticos ojos, conmoción surcó su expresión. Todo en la sala se sumió en un silencio absoluto, el tiempo se detuvo, los presentes dvesvaneciendose, ahora sólo existíamos los dos. Su desconcierto pareció durar una eternidad.

Su cuerpo fue sacudido levemente con el propósito de llamar su atención, acto que causó un sobresalto en él y el término abrupto de nuestra hipnótica conexión. Contemplé cómo despedía a todos con apuro para después, a pasos largos y presurosos, dirigirse hacia mí. Sorprendido por su determinado andar y expresión ansiosa me removí incómodo sin saber muy bien cómo dirigirme a él después de no mantener contacto durante tanto tiempo. Sonreí tímido al tenerlo a sólo unos cuantos pasos de distancia, el nerviosismo crispando mi vientre. A punto estuve de extender la mano para estrechar la suya en un saludo formal, no obstante sus brazos estrecharon mi cuerpo con anhelo, envolviéndome en un entrañable abrazo. El asombro apresó mi cuerpo, mis brazos cayeron inertes a mis costados y mis ojos se abrieron junto con mi boca debido al desconcierto, tardé unos segundos en recuperar la compostura y corresponder efusivamente su afectuoso apretón, riendo por los cálidos sentimientos que emergían de mi interior.

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