Capítulo 23

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Los seres humanos son socialmente activos, una pobre especie con ansias de compañía e infinito anhelo de atención y comprensión. Ahora vislumbraba el significado de aquella, en mi humilde pensamiento, absurda naturaleza. Una naturaleza, a veces tan pura e ingenua, y otras tantas tan vil y sinuosa, no obstante, al vivir en carne propia el insufrible olvido y tortuosa soledad en estos cuatro muros de piedra artificial y nívea crueldad, temía que las correas que ataban mis extremidades habían trepado por todo mi cuerpo hasta enterrarse, como espinas venenosas, profundamente en mi conciencia, razón y juicio, hasta destruir sin miramientos, ni remordimientos, lo poco que conservaba de sensatez y convicción.

Tal vez las noches se volvieron días y los días noches, tal vez el hermoso cielo incandescente de verano había sido opacado por los densos nubarrones, e incluso, un escarchado manto blanco cubría etérea e imponentemente los caminos ocultando todo rastro de existir, mientras el tiempo se llevaba despiadadamente los recuerdos que con tanto amor, empeño y dedicación fueron erigidos.

O tal vez, simplemente han pasado unos días, días que el suplicio en mi alma ha sentido una lúgubre eternidad, eternidad indolente y asfixiante, retándome continuamente a someterme y dejar atrás quien era... Quien soy, amenazando con convertirme en un desafortunado lienzo en blanco, expuesto a aquellos miserables que han perdido su liberada visión del ser, deseosos de implantar a la fuerza su propia convicción.

Ante los ojos de aquel indolente, el cual estudiaba mi frágil y exánime cuerpo, me habían reducido a un cascarón, mi cuerpo ya no era mi cuerpo, mi mente agonizante escalaba imperiosamente por las lóbregas paredes, luchando por llegar al insípido techo en el cual había depositado mis recuerdos y vivencias más felices y apacibles, salvando, aunque sea una pizca, mi debilitado existir.

Mi débil yo rasguñaba mi interior desesperado por emerger para rendirse ante todos, doblegándose a aquellos injustos y apáticos seres que deseaban verme implorar piedad y arrepentimiento. Mi fragmentado ser ansiaba parar con cada descarga, cada pizca de dolor e inimaginable martirio impuesto por este despreciable lugar, pese a ello, me negaba reaciamente a decaer, a mostrarles la más mínima duda de quién era, porque yo no merecía esto, porque amar a alguien no tiene límites y carecía de importancia el exterior, aquel simple cascarón que recubre tan delicada e incondicionalmente un corazón noble, un alma radiante, afable, insurgente e indómita; su maravilloso e imprescindible interior aguardando pacientemente mi devoto amor. Porque su esencia misma fue lo que cautivó mi alma y lo que yo siento no es un error ni una abominación como la sociedad lo dictamina.

– Señor Jeon – murmuraron a lo lejos, extrayendo mi desconsolada razón a la realidad – La sala de choques está lista – sentí las correas en mis extremidades aflojarse – ¿Esta vez colaborará con nosotros o tendremos que atarlo nuevamente?

Mis sentidos se crisparon, expectantes al desagradable recuerdo de las raspaduras y magulladuras en mi piel, no obstante, mi orgullo no se dejaría amedrentar. Estaba a punto de replicar hasta que otro enfermero habló, helando mi ser hasta las entrañas.

– ¡Oh!, Casi lo olvido – dijo con voz rasposa, frunciendo sus gruesas y salvajes cejas, marcando aún más su rudo aspecto – ¿Recuerdas a Sir Park?

– No es un Sir – comentó el otro sin interés, forcejando con la correa.

– Como sea, lo tomaré como un afirmativo – se encogió de hombros mientras sujetaba mis extremidades ya libres – Aparentemente ha sufrido un accidente e incluso han salido reportes de su defunción – sentí que mi alma era arrancada de mi cuerpo – Había otra persona con él, creo que su mano derecha...

La conversación continuó mientras me incorporaban para sacarme de la sinuosa habitación, mas mi mente estuporosa se negaba a procesar la anterior noticia. No podía ser verdad, era imposible que las pocas personas que quedaban junto a mí, en las que podía confiar, me hubieran dejado en este mustio mundo terrenal.

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