La gélida brisa de invierno entumecía la piel de mi rostro, el penetrante olor a humedad y pino purificaba mi interior. Una cálida y áspera mano envolvió la mía, protegiéndola dentro de un tibio bolsillo, cubriéndola del frío.
– Es un día triste – susurró dulcemente.
– ¿Lo dices porque el atardecer es gris? – murmuré burlón.
Su suave risa hizo que mi estómago revoloteara, contagiándome su buen humor. Nos quedamos así, en silencio, tomados de las manos y mirando el grisáceo paisaje, disfrutando sólo de nuestra mutua compañía e inocente toque.
– ¿Qué harás en la noche?
– Mmm, ¿Por qué el interés, señor Park? – juguetee – ¿Piensa usted invitarme algo en especial, algo particularmente indecente?
Lo escuché atragantándose con su propia saliva. Reprimí una carcajada.
– Oye – susurró – No lo digas de esa forma, quería invitarte a cenar...
No logré contener más las carcajadas y, golpeando su hombro con mi mano libre, apoyé mi cabeza sobre la suya. Mi abdomen dolía producto de la risa.
– Lo capté, está bien, sigo siendo el mismo tonto que cae en tus bromas – abultó sus labios en un tierno puchero.
– Jiminie – apreté sus mejillas haciendo que sus labios formaran un lindo piquito – No seas tan duro contigo mismo – miré a mi alrededor asegurándome que nadie estuviera cerca – Tonto o no, te amo.
Estaba a punto de protestar, no obstante, mis labios sobre los suyos lo acallaron y sólo un suspiro salió de él. Reí por su reacción. Un desgarrador grito nos sobresaltó, la sorpresa haciendo trastabillar nuestros pasos al separarnos. El terror por ser descubiertos oprimió mi pecho, el pánico asfixiando mi ser.
– ¿Qué ha sido eso? – balbucee.
Miré a Jimin, el cual estaba pálido. Gotas de sudor perlando su frente. Su cara sumida en pánico más su sacudón de cabeza en negativa me dejó en claro que estaba igual de confundido y aterrado que yo. Otro grito lejano atravesó el plácido silencio, los clamores viniendo del bosquecillo tras nosotros. Mi sangre se congeló, curioso e intranquilo me acerqué a aquellos sonidos. Un fuerte agarre en mi muñeca me detuvo.
– ¡¿Qué piensas hacer?! – exclamó en un susurro.
– Alguien está en peligro, Jimin...
– Sí – cortó tajante. Su semblante severo – Y no es nuestro maldito asunto.
– Tú puedes quedarte, yo iré – espeté.
Zafándome de su agarre, volví a retomar mi camino. ¿Cómo pedía quedarme de brazos cruzados cuando alguien, evidentemente, estaba en peligro? Bien, no sabía defenderme como un soldado, aunque de algo podría servir mi presencia.
– ¡JungKook! – llamó impaciente.
Desoí su desesperación. El frío quemaba mis pulmones y extremidades, mi cuerpo casi entumecido lo movía la inquietante expectación. Mi pecho ardía resultado del esfuerzo de mi trote en la débil y crujiente nieve.
– ¡Por favor! – clamaron.
Los lamentos se volvían cada vez más claros y cercanos. Mi corazón cayó, mis nervios aumentaban.
– ¡Quédate quieto, maldición! – exigió una voz tosca.
– ¿No tienes un maldito encendedor?, eres un idiota – blasfemó otro.
Aquellas dos personas siguieron discutiendo temas sin sentido. Al acercarme más logré escuchar el crepitar de la madera producto del fuego. El humo se veía a lo lejos y el olor obstruía mi respiración, tragué la incipiente tos que raspaba mi garganta.
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PARK
FanfictionAún siento en mi cuello su penetrante mirada, como una pantera acechando a su presa, listo para atacar... Quién hubiera imaginado que esta pobre presa, ignorante a su destino, sería tan profundamente desgarrada y fragmentada por aquella pantera, una...