Capítulo 4

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El abrasador sol de verano picaba mi piel a través de mi traje, vestir camisa, chaleco gris, blazer del mismo color y una corbata roja que sólo me asfixiaba aún más, no facilitaba mi relación con el clima, lo único positivo de esto era el sombrero Fedora gris en mi cabeza, cubriéndola de los rayos voraces.

Un lujoso Bugatti Royale descapotado amarillo, se estacionó frente a mí, un imponente Jimin con traje beige y bonito sombrero Fedora blanco con lazo rojo, bajó de éste, con una enorme sonrisa adornando su apuesto rostro.

– ¡Calurosa tarde, ¿No crees, JungKookie?! – saludó mientras caminaba con elegancia hacia la puerta del copiloto, abriéndola para mí.

Avergonzado por el apodo y su acción, me acerqué a él con pasos apresurados.

– Bastante sofocante, a mi parecer – sonreí – Y puedo hacer esto yo mismo, no deberías molestarte – señalé la puerta.

– En absoluto – hizo una reverencia mientras señalaba el bonito interior de cuero blanco – Todo sea por tu comodidad. 

– Estás de muy buen humor – reí mientras entraba al auto, fundiéndome en la suavidad del asiento.

– Siempre lo estoy – guiñó un ojo mientras reía, cerró mi puerta y a paso apresurado tomó asiento a mi lado – ¿Te gusta el salmón? – preguntó poniendo en marcha el lujoso auto.

– No me disgusta – respondí distraído, admirando el interior níveo del vehículo.

El rugir del motor cosquilleo mis nalgas, vaya potencia – pensé –.

– Lindo convertible – halagué – Imagino la batalla por conseguirlo – sujeté mi sombrero a punto de caer por la vertiginosa velocidad a la que conducía Jimin.

– Bastante, si te soy sincero, sin embargo, no hay nada como una buena fortuna en la mesa, con eso, nada es imposible.

Los frondosos árboles eran pasados a toda velocidad, como una mancha borrosa. Me aferré a la puerta, previniendo que mi cuerpo volara hacia el lindo paisaje.

– En la fiesta escuché bastante sobre tí – dije, cambiando de tema – Teorías muy interesantes – lo miré de soslayo.

Por un momento su vista se posó sobre mí, el sombrero ensombrecía su rostro, sus labios apretados en una fina línea, mostrando, por un instante, lo que parecía ser disgusto, luego rompió la conexión, prestando atención nuevamente a la carretera y cambiando su semblante a uno risueño, como una perfecta máscara.

– Debo decir que me inquieta lo que hayas escuchado, sabes que las personas tienden a inventar situaciones al no tener suficiente información de la vida ajena – acomodó su Fedora – Como cucarachas escarbando en la suciedad. Lo que menos ansío es que te lleves una impresión errónea de mí ¿Qué deseas saber?

La ciudad se podía apreciar a unos cuantos kilómetros más, dejando atrás el bonito paisaje natural en el que vivo.

– No me atrevo a suponer nada, si te soy sincero – me encogí de hombros – Y sé muy bien cómo es la sociedad de alta alcurnia, así que no me arriesgaría a sacar, ignorantemente, una visión errónea sobre ti.

Sentí su penetrante mirada sobre mí, erizando mi piel.

– Serví en Francia un tiempo, en la guerra, fue una gran etapa en mi vida, no sólo por tal acontecimiento, también por las personas que conocí – dijo con tono sincero.

– ¡Qué coincidencia! – exclamé emocionado – Estuve en Francia, finalizando la guerra, claro, mi padre era doctor, sirvió en la ciudad de Arlés por un tiempo, lo seguí como su ayudante – mi sonrisa cayó – No recuerdo los meses que pasé en ese hermoso sitio, pero es bastante intrigante que estuviéramos en el mismo país por esa época – reí, despejando el vacío en mi mente que, por un instante, nubló mi buen humor.

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