Capítulo 31

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La noche era hermosa. El obscuro cielo era cuidadosamente pintado por fulgurantes estrellas, haciendo de este fascinante paisaje una majestuosa pintura digna de alabanzas.

Más allá del pequeño trecho de agua, abrigada por los frondosos árboles, observé la maravillosa mansión de mi única familiar a la distancia, perfecta, imponente y altiva, totalmente iluminada por sus estrambóticas lámparas, no obstante, la lúgubre sensación de lejanía e insidiosa amargura de soledad caló en mis huesos.

De pie, sobre el pequeño muelle contemplando el panorama, me di cuenta de la perfecta vista que tenía Jimin del hogar de mi prima.

— Deja de fruncir el ceño o te arrugarás.

Un frío y delicado dedo tocó gentilmente mi entrecejo, dejando en claro sus palabras.

— Que vista tan maravillosa tienes frente a tu lujosa propiedad — dije chasqueando la lengua — Sólo admiraba ese mayestático panorama.

La dulce risotada erizó mi piel. Sin previo aviso, Jimin enredó sus brazos en mi cintura y fuertemente recostó mi espalda contra su pecho, descansando su barbilla sobre mi hombro.

— Que posesivo me saliste, Jeon — ronroneo sobre mi cuello, para luego dejar un casto beso sobre él.

— Bueno, el estimado caballero, el cual se jacta de amarme, está viviendo frente a su más grande asediadora. No me tranquiliza en lo absoluto — espeté codeando su abdomen — Por cierto, ¿Siquiera alcanzas a ver allí atrás? Me preocupa que sólo estés mirando mi saco mientras te pierdes de esta esplendorosa vista. ¿Traigo una silla para su majestad?

La leve broma sobre su estatura lo dejó en silencio. Apreté mis labios en arrepentimiento; estaba por disculparme hasta que, bruscamente, sin soltarme giró mi cuerpo en dirección contraria al lugar contemplado. Arrugué mi nariz sin entender el cambio repentino de panorama incandescente a la absoluta lobreguez.

– Observa detenidamente, mi conejito – dulcemente frotó su rostro en mi cuello en tanto salía una tierna risita de sus labios – No limites nunca tu perspectiva, mi amor. Aquel espíritu indómito, inquebrantable y soñador fue lo que me enamoró irrevocablemente de ti, ¿No te has dado cuenta aún, mi niño berrinchudo?

Acostumbré mi visión a la enigmática oscuridad, vislumbrando una pequeña y humilde morada entre esos frondosos robles. A lo lejos, como si deseara ocultarse de las miradas indiscretas e imperceptible al ojo público, se encontraba mi hogar, al que no había vuelto hace un tiempo.

El entendimiento cosquilleó en mi pecho, sus acogedoras manos proporcionaban plácidas caricias repasando mis brazos y el calor de su pecho en mi espalda fue revitalizante. Mis ojos ardieron producto de la espinita de culpabilidad por mi constante incertidumbre y aprensión hacia sus intenciones. Estaba irremediablemente equivocado en cuanto al origen de sus designios.

Sin darle tiempo a reaccionar, volví mi cuerpo rápidamente para luego posar mis labios sobre los suyos, deseando fundirme en él.

— Lo siento — susurré sobre sus belfos — Me tardé demasiado.

Su dulce risa apaciguó la culpa y pesar que abrumaba mi corazón. Envolviendo sus brazos en mi cintura procedió a besar amorosamente mi frente, siguiendo con mis ojos, mi nariz y mis mejillas. La sensación era tan arrullante que creí caer en un sueño dichoso.

— No, mi amor. No debes pedir perdón — picoteó mis labios — Ahora estamos juntos, nada más importa.

🌗🌹🌓

La tarde era grisácea. Los nubarrones, anunciando la inminente tormenta, me pusieron la piel de gallina. El clima, no satisfecho con la caída de la nieve, deseaba mandar una terrible tormenta al lugar.

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