Capítulo 10

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Murmullos lejanos e ininteligibles trajeron de vuelta mi conciencia y el punzante dolor en mi espalda baja me avivó en seguida. ¿Acaso caí de trasero anoche? Dios, no lograba esclarecer mi mente lo suficientemente rápido. Frotando mi rostro, me senté en la mullida cama, aún somnoliento, procurando recuperar todos mis sentidos. Nuevamente los murmullos llamaron mi atención. 

– Es suficiente, Kim.

– ¿Por cuánto tiempo, según tú, será suficiente?, sabes que estás en la cuerda floja, Park – su voz grave sonando amenazante.

Desorientado por las aparentes voces exaltadas de Jimin y TaeHyung me dirigí sigilosamente a la puerta, pegando mi oreja, dándome cuenta tardíamente en dónde me encontraba, los aposentos del gran Park. Suprimí la naciente inquietud, concentrándome en la conversación.

– Tengo todo bajo control, maldición – dijo Jimin con tono de desesperación – Y baja la voz que lo puedes despertar y tal vez...

– Tal vez qué ¿Nos escuche? – interrumpió TaeHyung – ¡Bien, que escuche de una maldita vez!

– ¡No tendremos esta conversación en este momento! – exclamó en un susurro – Llevaré...

– Estás mal y lo sabes. La vigilas con tu casa frente a la de ella y de excusa ¿Te acuestas con él porque se parece a ella? ¿Serías capaz de decírselo? No lo creo – bufó casi en burla.

Retrocedí desconcertado. El dolor en mi pecho me dejó sin respiración, como si de un puñetazo se tratara. Fragmentos inconexos emergieron de mi turbada memoria, haciendo de mí la persona más desdichada y absurda jamás vista. Mis emociones bullían incontrolables, produciendo un tiritar por todo mi ser, el creciente nudo en mi garganta y pecho desencadenaron el picor en mis ojos, las lágrimas advirtiendo su inminente aparición. Tomé aire, batallando por conseguir un atisbo de control, retrocediendo torpemente con el propósito de sentarme y calmarme un poco, no obstante, al no prestar atención en mi camino choqué con la mesa de noche, tirando la lámpara ocasionando un gran estruendo. Bien JungKook, eres un completo inútil.

La puerta se abrió de par en par, un Jimin con expresión ansiosa entró a la habitación. Vestía un impresionante traje azul rey a la medida, todo lo contrario a su verde satinado del día anterior.

– Como lo siento – murmuré bajando la vista, tratando de recoger todo con manos temblorosas – Sentí un poco de mareo al levantarme tan de repente – reí incómodo.

Pasos apresurados resonaron en la habitación. Dos esbeltas manos tomaron las mías con delicadeza, su calor transmitiendo serenidad.

– Te ayudaré, deja eso ahí – dijo dulcemente TaeHyung – Primero ponte algo de ropa, debes sentir frío

Sólo entonces cuando sentí algo esponjoso cubrir mis hombros y dos manos tomaron con firmeza mis brazos, ayudando a mi desdichado ser a ponerse de pie, fui consciente de mi estado de desnudez.

En los treinta años que llevaba de vida era la primera vez que me sentía miserable y es que, como todo ser humano, había pasado por momentos bochornosos, caídas en público, palabras fuera de lugar e incluso deslices con algunas señoritas producto de la insistencia de Mark sumando otras sustancias, pese a ello mi poca dignidad, aunque un poco herida se mantenía sana y en pie, en cambio, mis incipientes recuerdos de la noche anterior y el intercambio de palabras manifestadas por estos dos hombres habían hecho de mi decoro una pulverizante mezcla de desechos.

Mi mente quedó en blanco y mis anteriores desniveles de sentimientos habían desaparecido, albergando en mi interior un silencio tan siniestro que, de no ser por mi actual estado de sosiego autoinducido, temblaría y balbucearía como un completo idiota.

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