-Estoy preocupado por ti. He visto avanzar a Eirc, pero tú...
-Pero yo no llamaría avance a recoger basura, tío- él me miró fijamente. Solía dejarlo sin palabras porque no me resignaba a solo escuchar. él no esperaba que yo respondiera nunca, pero jamás me quedaba callada.
-Kamille, está haciendo algo por ser jefe.
-Y yo también- me levanté de la silla y suspiré- yo también lo hago. Busco escritores nuevos, escritores mejores que los indiciplinados y medicores escritores que antes tenían. Fui yo quien noto la mala redacción que teníamos, no fue Eric y ni siquiera tú. Así que no cuestiones mi trabajo, y no lo compares con el de Eric. Porque di un paso e hice tomar una decisión que nadie se había atrevido a proponer- se cruzó de brazos y yo me tomé el whisky que precisamente él me había servido minutos antes.
-Nuestra empresa no estaba tan mal. Agradecemos tus aportaciones, pero es tu deber, Kamille- sonreí y asentí.
-Lo es, pero la diferencia entre él y yo es que Eric sigue con esos escritores, aferrado a su zona de confort. Yo soy arriesgada porque entiendo que esos escritores no serán quienes nos saquen del hueco en el que estamos- se quedó callado.
Mientras crecí, mi padre y mi tío habían querido que fuese indomable y fuerte. Que los empresarios que se enfrentaban a mi se intimidaran, e incluso me tuviesen miedo. Pero jamás contaron con que adoptaría ese comportamiento y que ahora ellos también debían enfrentarse a eso, perdiendo casi siempre.
-¿Tienes algo más para decirme?- me dio la espalda y negó con la cabeza. Así que asentí y me fui de la oficina buscando aquel archivo que confiaba, cambiara un poco la perspectiva de mi equipo. Tener la literatura de Gonzales sería un gran plus, disfrutaba mucho de leer aquel poema que me entregó. Pero ella seguía negándose y no entendía el porqué, tenía todo para ser una escritora magnifica. La mandé a llamar jugando mi última carta para que aceptara, dirigir a alguien con esa facilidad para la escritura sería un premio a mi carrera. De alguna forma, nos merecíamos mutuamente.
En el ámbito profesional, evidentemente.
Gonzales llegó minutos después de que me tomara un whisky más. Me sentía aún aprisionada y subestimada por mi tío, y eso me ponía de mal humor. Odiaba sus comentarios machistas y odiaba su favoritismo, eso me había hecho ser independiente, pero no dejaba de disgustarme menos por eso. Aquel sentimiento de fastidio disminuyó considerablemente en cuanto aquellos ojos azules se asomaron en la puerta. No entendía aquel secreto de Verónica pero si entendía que su ser era tranquilo, lleno de paz. Su mirada me brindaba eso, incluso en aquellas ocasiones donde quería asesinarla.
-¿Son los escogidos?- preguntó después de que le diera la hoja con los nombres de los escritores que yo, y Susana habíamos elegido. Susana tres, pero yo a penas uno: A ella.
-Dije que serían cinco- su mirada se volvió dura al ver el espacio. Ella diría que no a aquel ofrecimiento indirecto e invisible que yo le hacía.
-Gracias, pero no- lo sabía.
-Yo no le ofrecí ni pedí nada, ¿ o si?- tomé un lápiz y lo moví en mi mano, intentando buscar la calma. Estaba terriblemente asustada y no sabía porque. Odiaba estar, odiaba no entenderlo. Odiaba sentirlo.
-¿Entonces?
-Usted se encarga del último, Susana ya escogió uno, falta usted. Aquí tiene los postulantes que quedan, el lunes en cuanto llegue comuníqueme su decisión-
supe que no le gustó ver su nombre en el papel porque lo vi en su expresión. Supe que no estaba de acuerdo y que Verónica era más terca de lo que yo creía. Tuve miedo. Fue ridículo lo que pasó pero tuve miedo de presionarla demasiado, de asfixiarla y que se sintiera ahogada por mi. Por primera vez en la vida, deseaba tener un poco más de tacto. Pero no sabía cómo.
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DE AZUL A MI
RomanceEn la vida a veces tuve que aprender a las mala lo difícil que era tener libre albedrío incluso para hacer algo insignificante como tomar una decisión. Debí aprender cada cosa, cada pequeña y mínima cosa para llegar a ser grande. Pero jamás aprendí...