CAPÍTULO XIII

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Tomé el teléfono de Adrien y pasé el número de Gonzales al mío. Lo guardé queriendo pedir un café, ya que no tenía el de la cafetería, y Adrien el de ella sí. Mis días habían sido intensos y con la ausencia de Adrien que intentaba conectar cifras y nombres de los documentos con los fraudes, el día anterior no había podido salir a buscar uno, y el tener a Verónica en la editorial tampoco me permitió pedirlo. Las cosa seguían sintiendose en tensión entre ella y yo después de aquel encuentro, sobre todo para mi que seguía siendo atormentada por los pensamientos y la cordura que me gritaba que estaba haciendo las cosas mal.

Pero a veces sentía que hacer las cosas mal era una forma de felicidad. Eso no me agradaba del todo, pero me estaba gustando demasiado.

Dejé el telefono de Adrien en la mesa y miré el número de Verónica en la pantalla. Lo dejé en la mesa y carraspee con los nervios carcomiendome y maldije por lo bajo. Tomé de nuevo el celular, pero la culpa y el miedo me hizo dejarlo de nuevo en la mesa. Es sólo por el café, Kamille. Sólo por el café. Suspiré y tomé de nuevo el celular. Sin pensarlo dos veces la llamé sintiendo que el aire se me escapaba cuando al segundo tono alguien respondió.

-¿Hola?

-¿Gonzales?- fruncí el ceño al escuchar una voz femenina del otro lado. No estaba segura del todo si era Verónica, pero tampoco estaba segura de que no lo era.

-¿Si?

-Quería saber si podría pedir un café- continué sintiéndome patética y bastante rídicula.

-Por supuesto- definitivamente no era Verónica. Me calmé un poco, aunque tenía un tanto de decepción, algo dentro de mi si quería escuchar su voz. Carraspee cambiando de golpe mi tono apenado y suave por uno más formal, pedí el café, di mis datos y luego me informaron que me lo entregarían dentro de unos minutos. Colgué el teléfono y suspiré, cubriendome el rostro. Pero todos los pensamientos que iban a atacarme después fueron interrumpidos, como casi siempre, por Adrien.

-Ey, ¿ya puedo llevarme mi celular?- lo miré en silencio y asentí, pensando nada más en todas las guerras de las que Adrien me había librado.

-Gracias- sonreí y el me besó la frente sonriendo. Entendiendo que no era sólo por prestarme el celular, era por todo. No dijo nada, pero ambos entendíamos nuestro extraño lenguaje del amor. Salió de la oficina y miré el número de Verónica en la pantalla pensando en agregarlo. Cerré los ojos y una llamada me hizo abrirlos. Era el investigador. El corazón me latió con rápidez y negaría que un segundo no fue suficiente para que me hiciera ilusiones. Porque me las hice. Llevaba días evitando pensar en ello e incluso sacando el tema de mi sistema, era mucho menos doloroso para mi, pero aquí estaba de nuevo. La realidad de una madre que perdió a su media mitad, ilusionada de nuevo. Dolida y rota.

Descolgué e hice silencio.

-Señorita Dupont- no dije una palabra esperando su siguiente comentario- ¿Está ahí?

-Si, aquí estoy- escuché un suspiro.

-Su hijo...

-¿Qué pasó con él?- estaba segura que mi alma me habí abandonado para entonces.

-Estaba en...

-¿Estaba?- interrumpí con un tato de molestia.

-Señorita Dupont.

-¿Está o estaba?- hizo silencio y suspiré- ya habíamos hablado de esta tontería. ¿De qué me sirve saber dónde estuvo? ¡Quiero que de con su paradero actual! ¿Quiere saber dónde más estuvo? ¡En mi maldito vientre!- el lugar y la línea quedó en silencio.

-Señorita Dupont, yo entiendo que...

-No, no entiendes nada. Si lo hicieras, harías bien tu trabajo- volvió a hacer silencio y la puerta de la oficina se abrió. Verónica asomó la cabeza por la puerta, y suspiré un poco haciéndole una seña para que me tuviese un poco de paciencia. Pero ella la tenía. Era Verónica.

DE AZUL A MI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora