CAPÍTULO XX

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Cuando amaneció miré el techo blanco de la habitación y suspiré. Llevaba varios días sin ir a la editorial, o hacer algo por mi vida. Jamás me había sentido tan fuera de rumbo, y tan fuera de mi. Perder a Adrien significó un choque emocional demasiado fuerte para mi, no esperaba algo así jamás. Me cubrí el rostro el rostro con las manos y después de unos segundos me levanté de la cama. Aún no me sentía al cien por ciento físicamente, pero si era cierto que estaba mucho mejor que ayer. Tenía un poco más de fuerza.

Hice la nota mental de mandar a arreglar la ventana lo más pronto posible, y pensé en Verónica en cuanto la vi. Eso me hizo sonreír un poco. Cuando entré a la cocina me encontré con un desastre demasiado alejado a lo que acostumbraba. Suspiré y comencé a lavar la vajilla sucia. Pensé en desayunar antes, porque no quería que ocurriera lo de ayer. Yo tenía un hijo, y guardaba la esperanza de que lo encontraran, no podía estar muerta también cuando eso pasara. Pensé en que no había recibido llamada de el investigador desde hace un tiempo, y eso no me preocupaba, era su costumbre. Sabía que las noticias llegarían tarde o temprano.

-Agente Garrido, ¿cómo está?- marqué el número de Paula y me escuché bastante ridícula hablando con tanta formalidad, aunque debía hacerlo. Ella era amiga de Adrien, no mía.

-Señorita Kamille- habló ella del otro lado e hice silencio. Ella sabía lo que iba a preguntar- no hay ningún detalle además de los que le he dado estos días. Le avisaré si hay un reporte nuevo- colgué la llamada y dejé el celular a un lado para volver a lo que hacía. Limpié un poco el mesón, porque necesitaba regresar al orden de mi vida. Necesitaba hacerlo por él, y por mi.

-Se supone que no debería hacer eso- grité. Me asusté y sentí que el corazón se me detenía un segundo. Antes de mirar a la dueña de aquella voz.

-Casi me mata de un susto, Gonzales. ¿Esta enterada de que hay un timbre?

-Si, también una ventana rota, lo que es igual a una entrada- su explicación simple y relajada me hizo mirarla. Me tendió un café, que acepté gustosa. Un café preparado por Verónica era la definición perfecta de buenos días- No debería hacer eso- repitió lo que dijo y señaló el lugar que segundos antes limpiaba.

-Yo sé lo que debo o no hacer- respondí para verla hacer una mueca. Creo que ninguna de las dos se acostumbrara a estar tan cerca de forma tan repentina. Esto era demasiado revelador para mi, demasiado nuevo. Estar cerca de ella me hacía desconocerme. Y no quería eso. No sabía cómo manejarlo.

-De verdad, ¿Por qué es así?- ladeó la cabeza y la miré, bastante sorprendida por lo directa que fue la pregunta, y lo profunda que podría ser la respuesta. Su mirada de terror me hizo tener que aclarar lo que quise decirle con mi expresión.

-No se asuste. Es mi mirada de "explíqueme lo que dijo"- No quería que se sintiera amenazada, al menos no por mis gestos y mi curiosidad. Porque mi forma de hablarle la amenazaba constantemente. Y lo sabía.

-Usted no me asusta- pude notar que incluso su pecho se levantó un poco, y sonreí ante el tono orgulloso que usó. Me pareció gracioso por la seguridad que intentaba aparentar, pero que evidentemente en el momento no tenía.

-¿Me explicará o no?- insistí mirándola.

-¿Puedo sentarme?- señaló la silla, sabía lo que intentaba. Desde aquel video de Adrien me quedó claro que era una experta escapando de las situaciones tensas con comentarios extraños, pero no del todo alejados de la situación. Eso me parecía brillante.

-¿Me estas pidiendo permiso para sentarte cuando entraste a mi casa por la ventana que tú rompiste?- Sonreí un poco, buscando hacer un poco graciosa la situación. Porque de verdad, sentía que lo era. Graciosa, curiosa y absurda.

DE AZUL A MI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora