CAPÍTULO VIII

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THE QUEEN IS BACCCKK, BITCHESSSS!!!

Hay una nota al final, pero mientras tanto, gocen, comadres <3

***

-Adrien, yo no sé qué sucedió- me senté en frente de su escritorio- Tú deberías entender que ella tiene, o tenía enfrente a su mejor oportunidad en la vida- me miró con atención buscando sacarme más información, pero terminó por hablar él.

-Ella, ¿o tu?- bufé y me quedé callada. Ya no sabía ni porqué lo hacía, no entendía porque había insistido tanto con eso. Gonzales era una buena escritora, pero no tanto como para que me rebajara al nivel de rogarle. Pero lo que me había hecho sentir ese poema...

-Está bien, dejaré el tema. No insistiré más, pero se arrepentirá. Créeme- Adrien sonrió para suspirar y acercar su silla un poco más a mi.

-Ofrécele disculpas- solté una risa, pero su mirada seria se mantuvo así que dejé de hacerlo.

-No le ofreceré nada- me encogí de hombros- hazlo tú, no sé. Dile que lamento que haya perdido la mejor oportunidad de su vida- sonreí y él me lanzó un papel.

-Dejando ese tema de lado, mi padre ha estado yendo a reuniones pero no a Francia. Va y regresa con frecuencia. No tengo idea a donde viaja y menos a qué, pero no me da una buena espina- lo miré con atención.

-Adrien, tienes en cuenta que perfectamente podría estar haciendo negocios sucios con la empresa, y que eso nos involucra- asintió.

-Cagará todo, si es lo que sucede. Lo bueno es que serás jefa, y no lo seguirás permitiendo- sonreí complacida.

-Para eso debo antes recibir a mis escritores y hacerlos grandes- me levanté de la silla y tomé la gabardina- nos vemos, A- le lancé un beso y salí de la oficina para ir a la sala que compartirán mis escritores, en los que no estaría Gonzalez. Negué con la cabeza y la saque de mis pensamientos, ella se lo perdía, suficiente importancia le había dado.

-Susana, buenos días- le estreché la mano y sonrió.

-Señorita Dupont, buenos días. Los escritores acaban de llegar.

-Los vi al entrar- asentí- Gonsalez, ¿no ha llegado?- negó.

-Pensé que ella decidiría escribir- rompió el silencio mientras me sentaba.

-¿Sabes por qué no lo hizo?- suspiró.

-Verónica y yo no tenemos esa confianza- hizo silencio y asentí- No tengo idea porque no lo hizo, también leí su poema, es buenísimo.

-Buenos días- abrí la boca para decir algo pero la llegada de aquellos ojos azules a la oficina me lo impidió. Ambas respondimos, yo con un tono mucho más seco. Gonzales me hacía estar siempre a la defensiva, sin entender del todo por qué. Quise atribuírselo a que siempre hacía méritos para que así fuera, con sus negativas e impuntualidades, pero sabía que no era del todo la razón. O realmente no lo era, sin embargo era la única lógica que podía encajar en mi cerebro.

Mi padre siempre había dicho que debía hacer creer a la gente su nivel, ponerlos a la par del mío si quería hacer proyectos grandes. Así que eso hice. Los motivé, incentivé su grandeza porque sabía que era la única forma de que me hicieran jefa. Los vi y vi que tenían ganas de estar aquí, pero no pude evitar mirar a Gonzales y aquella expresión de nostalgia que tenía en su mirada. Sus ojos azules no tenían aquel brillo cotidiano y me sentí mal al sentir que en parte era mi culpa. Pero sabiendo también que si se sentía de esa forma es por rechazar escribir. Me llenaba de curiosidad saber la razón. Saber aquel motivo tan pesado que no la dejaba ser libre del todo.

DE AZUL A MI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora