CAPÍTULO XXVIII

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-¿Has encontrado algo?- Scarlett se acercó a mi y negué. Habíamos robado algunas copias de los correos enviados a edición en las fechas antes de la entrega, pero no habíamos encontrado nada. El nombre de Verónica y Felipe sólo estaba en un documento, y fue el que enviaron cada uno. Que coincidencialmente, fue el mismo. Las horas no me cuadraban del todo, recordaba las fechas, intentaba hacerlo. Pero en esos días mi cabeza estaba hecha un lío y no había nada claro. Me producía mucha tranquilidad que aún faltaban por revisar algunos computadores más- Tranquila, aún estoy esperando que descarguen las cámaras de seguridad- y claro, los videos.

-Esta bien- apagué el computador dando por terminada la búsqueda hasta ahora, pero queriendo continuarla mañana en la mañana- Nos vemos en casa, Scar- le besé la mejilla.

-Si es que llegas- se rió e hice una mueca. Había tenido un día horrible en la editorial. Habían pasado un par de días desde la expulsión de Verónica, y no hallaba nada. Me desesperaba porque sabía que ella era inocente, y me molestaba que a Eric y a Felipe les saliera tan bien eso de ponerla como culpable. Ver a Verónica tan desanimada y triste me ponía mucho peor, y sólo podía ofrecerle mi compañía y aliento prometiendo que las cosas mejorarían. Pero eso no estaba yendo tan bien, o tan rápido, como me hubiese gustado. Como siempre, me sentí mucho más tranquila cuando me abrió la puerta y sus ojos azules, ahora un poco decaídos, me recibieron.

-Buenas noches, ange- sonrió un poco al escucharme y besé sus labios. Sabía que le gustaba que la llamara así. Su gesto se suavizaba y sus cejas se levantaban un poco.

-Hola Kam- cerró la puerta aún pegada a mi cuerpo. Me rodeó coz fuerza y besé su frente, aspirando un poco su perfume.

-Te extrañé todo el día- rió pegada a mi ropa.

-Más te vale- habló de la misma forma y me reí yo. Levantó su mirada hacia mi y suspiró, dándome un beso corto en los labios- Te estaba esperando para cenar- sonrió y me haló de la mano.

-¿Cocinaste?- fruncí el ceño y soltó una carcajada.

-Me gustaría decirte que si, pero no- me senté en la mesa- pedí la comida- la miré con atención mientras traía una pizza. Su pijama lila me resultaba demasiado graciosa, pero le quedaba preciosa. Su gesto era de emoción, y me miraba de nuevo como ella. Haría todo para que ella fuese de nuevo completamente feliz. Vendería mi alma para que ella fuese feliz para siempre, se lo merecía- Quería comprar comida francesa..- comenzó a hablar y me miró.

-Pero...- suspiró moviendo un poco los ojos, algo gracioso iba a decirme.

-Tomé el contacto que encontré en tu casa y...- solté un risa.

-Y la carta es en Francés- asintió haciendo una mueca y recosté mi cuerpo en la silla riendo. Me levante y le rodee la cintura- Eres lo más tierno del mundo ¿lo sabes?- besé su nariz.

-Aún podemos comprarla. Intenté traducir, pero es que... agh- me reí.

-Cielo, la pizza está perfecta- le tomé la mano, calmandola y nos sentamos juntas- no te preocupes- reí y ella se resignó un poco.

-¿Que tal todo en la editorial?- me miró mientras servía la pizza.

-Demasiado estrés- hice una mueca y ella rió. Comimos en compañía de un silencio cómodo. Verónica y yo no solíamos hablar mientras cenábamos porque nuestras miradas lo hacían por nosotras, y eso me parecía la magia más encantadora. La no comunicación, terminó por ser la mejor comunicación entre ella y yo, lo cual fue un regalo para mi, ya que no solía ser buena para expresarme. Al terminar nos sentamos en el suelo de su balcón, disfrutando del viento fresco- Te ves preciosa esta noche- ladeó la cabeza y se señaló- Te lo juro.

DE AZUL A MI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora