CAPÍTULO L

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En la mañana del juicio la sensación de derrota era demasiado asfixiante, y eso me desesperaba hasta cierto punto. No sabía que sucedería, pero estaba segura que no traerían buenos resultados para mi. Hablé con Scarlett en la mañana que intento darme mucho aliento y fuerzas pero, por alguna razón en especial que no supe, no sentí esa energía positiva y alegre que quería transmitirme. Comí un poco, más que todo porque prefería evitar desmayarme delante de todos en el juicio, y que esas imágenes fueran reproducidas millones de veces más. Cuando me llevaban al juzgado pensaba seriamente en mostrar los documentos que tenía bajo mi resguardo respecto a los negocios de mi padre, pero mostrarlos sería en vano. Los fraudes cometidos estaban, pero no habían más que números y contratos, sin firmas, ni nombres. Era como no tener nada.

-¿Cómo te sientes?- Alexandre me ayudó a bajar del auto Los flashes de las cámaras dispararon de inmediato. Lo miré sin decir nada y esperando que leyera en mi expresión lo harta que estaba en la situación pero sabía que no lo haría, sólo habían unos ojos que podían leer de la mejor manera los míos. Y eran los de ella. Mientras caminaba hicieron preguntas directas hacia mi pero no me detuve a responder ninguna. Había aprendido que era más esclava de las cosas que decía que de las que no y, al menos frente a una cámara, no me haría presa de mis palabras.

Entré al lugar seguida por dos oficiales que me llevaron a una sala de recepción y luego hablaron un rato con Alexandre.

-No pude hacer que te quitaran las esposas- suspiró sentándose a mi lado. Me encogí de hombros.

-Ya casi me acostumbro- sonreí.

-¿En serio?- soltó una risa.

-Claramente no, Alexandre- suspiré- Necesito aire. ¿Puedo caminar o también estoy presa a la maldita silla?

-Debo acompañarte- hice silencio y él se levantó tendiéndome la mano. No quería ser grosera con él. Había estado ayudándome dejando muchas cosas en Francia y que sea gentil con él era lo mínimo que se merecía. Me levanté tomando su brazo y caminamos por el lugar hasta estar cerca de un jardín central en donde podía respirar, por fin, un poco de aire fresco. Me sentía viviendo de nuevo.

Había estado encerrada ya ni siquiera sabía por cuanto tiempo, y estaba a punto de la locura. Me desesperaba en sobremanera la forma en que estar encerrada en contra de voluntad me hacía tan frágil y vulnerable. Alexandre me dio espacio para estar sola y me apoyé en uno de los barandales, sin poder explicar del todo la sensación que estaba experimentando. Es como si respirara por primera vez. Había sentido esa alegría antes, esa paz me la había regalado Verónica, y ahora se hacía mucho más valiosa.

-¿Mejor?- puso su mano en mi espalda y asentí, queriendo llorar pero sin poder hacerlo.

-¿Dónde está Scarlett?- lo miré.

-Me dijo que llegaría mas tarde- hice silencio. Quería decir muchas cosas y desahogarme, pero no con él. Con Scarlett o perfectamente con Verónica que conocía cada detalle de mi vulnerabilidad y me apoyaba. Lo miré, y él no era ella. Jamás sería ella, así que hice silencio- deberíamos volver- suspiré y levanté la mano en señal de que esperara algunos segundos más. Necesitaba estar fuera de la celda, aunque sea poco tiempo. Alexandre me esperó un par de minutos y me incorporé, caminando de vuelta con él.

-Gracias- asintió y empezó a caminar conmigo.

-No quiero prometerte cosas que no voy a cumplir, y este es de los casos mas difíciles que he enfrentado. Pero te protegeré como pueda- suspiré y asentí. Me detuve encontrándome con su expresión esperanzadora.

-Gracias, por todo. Eres un gran abogado, y no puedo... no confiar en ti. Porque se de tus capacidades.

-Kamille, los negocios de tu padre te mancharon de por vida. Puede que salgas libre, pero no ilesa, no quiero crear un escenario ficticio- movió sus manos en el aire e hice silencio- pero eres una mujer fuerte, y aunque te dejen en ceros, siempre sabrás volver a llegar a 1000- suspiró rodeándome con sus brazos.

DE AZUL A MI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora