Capítulo 31

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Desperté en medio de la noche, no sabía qué hora era, solo era consciente de que la oscuridad propia de la noche me envolvía. Palpé un poco la cama, suspirando al notar a Dante durmiendo plácidamente a mi lado.

Recordé entonces lo de aquella tarde, la misión, y no pude evitar sonreír. Me sentí tan viva, tan eufórica, tan… yo. Por un momento sentí que esa era mi misión de vida, para lo que había nacido. Quizá si seguía con aquello podría llegar a saber más acerca de quién era yo en realidad.

Como no tenía sueño decidí salir de la cama, mis músculos gritaron en protesta, pero hice caso omiso y bajé a la cocina a por algo para comer, me rugían las tripas. Me sentí muy Dante al calentar un par de trozos de pizza de la nevera a decir verdad, pero no me importó demasiado.

Cuando ya tenía todo listo fui hacia la oficina y me senté en el sillón del cazador, con las piernas en la mesa, una sobre la otra. Encendí la pequeña lámpara de sobremesa que sin duda había visto mejores tiempos y revisé un par de papeles que yacían sobre el gastado escritorio.

No había mucho que leer a decir verdad, solo eran investigaciones y reportes de Dante con algún recorte de periódico entre medias, pesquisas y pistas, eso era todo. Chasqueé la lengua y fue entonces que noté el pequeño cuadro que había en el escritorio. Nunca me había fijado en él, pero cuando lo miré con el debido detenimiento, el aire dejó mis pulmones.

Era el retrato de una mujer rubia y de piel clara, con expresión amable y una cálida sonrisa en la boca. Pero lo que me dejó sin aliento fue que era exactamente igual a Trish.

Pegué un salto en mi asiento cuando las luces de la oficina se encendieron, obligándome también a entrecerrar los ojos. Y ahí estaba Dante, en lo alto de la escalera, mirándome con una ceja alzada.

—¿Qué haces aquí? Son las seis de la mañana —Preguntó, sin entender mucho.

—Me desperté y como tenía hambre me calenté esto —alcé un pedazo de pizza. —Dante, ¿quién es esta mujer?

Con un suspiro el albino bajó las escaleras y se posicionó a mi lado, tomando el retrato entre sus manos. Lo miró con nostalgia y lo dejó en la mesa, de cara a nosotros.

—Mi madre, Eva —sentenció.

No le podía creer, ¿cómo podía ser su madre? ¿Por qué se parecía tanto a Trish?

—Pero, Trish y ella…

—Ya te dije que Trish era un demonio. Mundus, el gran señor del inframundo, la creó para que me diera caza. Fuimos enemigos una vez, pero luego recapacitó porque yo la salvé —explicó, su mirada parecía estar viendo aquellas escenas de esos tiempos pasados. —Él la hizo a imagen y semejanza de mi madre solo para martirizarme y poder manipularme. Pero no lo consiguió  —concluyó.

No tenía palabras para responder, no sabía muy bien qué contestar a aquella parrafada. Ante mi silencio y mi mirada de sorpresa, Dante prosiguió:

—Pero bueno, todo salió bien después de todo; derroté a Mundus y pudimos salir de aquella isla, sanos y salvos. Cambiando de tema, ¿trabajas hoy? —Asentí con la cabeza.

—Aún es temprano, podrías instruirme un poco en eso de matar demonios, ¿no te parece? —El albino soltó una pequeña risa y negó con la cabeza.

—¿Tanto te gustó?

—Creo que con decirte que sentí que mi vida tenía sentido te lo digo todo —confesé, tomando un poco de agua.

—Entiendo —se le escapó una pequeña sonrisa que me cautivó por completo, haciéndome sonreír a mí también.

—Fue divertido y emocionante. Dante, me sentí viva, ¡en serio! —No me había dado cuenta hasta ese momento, pero estaba deseando volver a salir de caza, por llamarlo de alguna manera.

El albino soltó una pequeña risa ante mi comportamiento entusiasta, ahora que me daba cuenta parecía una niña pequeña emocionada.

—Nero y yo descubrimos un posible nido de demonios no hace mucho, si quieres podemos ir a investigarlo —parecía un tanto indeciso en si decirme o no aquello, pero por lo que parecía tuve suerte.

No hicimos mucho más durante el resto de las horas que quedaban hasta que tuviera que ir al trabajo, simplemente Dante me explicó un poco acerca de cómo aprovechar mejor mis cuchillos, diciéndome que algún día me tocaría probar con la espada o quizá hasta especializarme en armas de mayor alcance, lo que al instante me hizo pensar en un arco o conseguir alguna pistola propia. O Incluso llevar dos como él.

La mañana fue tranquila, todo fue sin problemas en el trabajo, y lo que era más importante, estaba centrada porque al fin había podido dormir bien.

—¿Algo que contar? Se te ve muy risueña hoy —Linda me había abordado en el descanso de media mañana.

—Dante y yo fuimos ayer a dar una vuelta por la ciudad para romper un poco con la rutina —no dudé ni un ápice en mentir, no volvería a nombrar a los demonios en presencia de mi compañera aunque ahora me dedicase a eso parcialmente.

—Me alegra mucho escuchar eso, lo necesitabas, podía verlo —cierto, el psicoanálisis propio de Linda.

—La verdad es que sí, ya tocaba un cambio de aires o algo que se le pareciera —Asentí.

Linda y yo íbamos a seguir con nuestra conversación, pero justo una de nuestras compañeras apareció por el quicio de la puerta, asomando solo la cabeza.

—Katherine, hay un hombre ahí fuera que pregunta por ti, está en la barra —me sorprendí al escuchar aquello, no podía ser Dante, de serlo Natalie me lo habría dicho.

Linda y yo nos miramos extrañadas, ella también se había dado cuenta de que no era Dante el hombre que estaba ahí fuera, y sabía perfectamente que muy, pero que muy poca gente me conocía como para llegar preguntando por mí.

—¿Vas a salir o le digo que te has ido a casa porque no te encuentras bien?

Lo pensé por unos instantes, era un poco raro, pero a lo mejor era tan solo un cliente normal y corriente de algún otro día. Finalmente, respondí:

—Ya salgo.

Al volver a la barra pude identificar sin problemas al sujeto, destacaba demasiado.

No le podía ver el rostro ya que portaba una capa color crema desgastada con capucha, pero no daba muy buena espina. Aún así me acerqué a él:

—Buenos días, ¿me buscaba?

—Ahora entiendo mucho… —Su tono era bajo, casi un susurro, pero logró ponerme los pelos de punta.

—¿Va a querer algo?

—Solo unas respuestas —¿quién se creía que era?

—Mire, yo no estoy aquí para responderle nada, sino para atenderle. No quiero ser grosera, pero tome algo o márchese, tengo más clientes que atender —estaba cansándome de la actitud de aquel hombre.

—¿Realmente sabes quién eres? —Haciendo caso omiso de lo que le dije, él soltó aquella pregunta que me dejó helada en el sitio.

—Katherine, esa soy —el sujeto encapuchado soltó una pequeña risa, negando con la cabeza.

La pasé por alto, dispuesta a marcharme del lugar hacia el otro extremo de la barra, pero él me agarró del brazo. Tenía las manos heladas.

—Sé muchas cosas, Katherine. Y créeme cuando digo que te puedo esclarecer mucho acerca de tu pasado —tenía que ser un farol, un simple farol para ponerme nerviosa.

—Sé muy bien de donde vengo —mi voz salió más temblorosa de lo que debería, me estaba empezando a asustar a causa de lo que estaba pasando.

Otra risa de parte del desconocido al mismo tiempo que me soltaba.

—Por supuesto —y sin decir nada más, se dio la vuelta y se marchó del local, dejándome totalmente descolocada.

El Paraíso de Dante {Devil May Cry}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora