Capítulo 46

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Katherine's POV:

Fue tedioso llegar hasta Red Grave, pero a mitad de camino, en una gasolinera, Vergil decidió robar una motocicleta de un motorista que se había dejado las llaves puestas en el vehículo mientras entraba al establecimiento.

Me sentí mal por hacerlo, pero ni el albino ni yo estábamos dispuestos a seguir andando hasta Red Grave, ya que quedaba mucho camino por delante, demasiado.

Llegamos a la ciudad por la noche después de varios días, dejando la moto a la entrada de la metrópoli y andando hasta el Devil May Cry. Debía reconocer que estaba nerviosa, sabía cómo encontraría a Dante, y eso me partía el corazón.

Cuando solo estábamos a una calle de llegar al local una horda de demonios cayó sobre nosotros, y aunque fue tarea fácil deshacerse de ellos, yo terminé exhausta debido a que había usado mis nuevos poderes de hielo.

—¿Estás bien? —Vergil acudió a mi lado corriendo tan pronto como la batalla terminó, y yo me apoyé en él, jadeante.

—Tengo que aprender a controlarme mejor, pero sí, estoy bien, solo es cansancio —le dije yo.

—Bien.

Esperamos un par de minutos allí y proseguimos con la marcha, llegando rápidamente al Devil May Cry. Una ola de sensaciones y sentimientos indescriptibles me recorrió tan pronto como vi el brillante neón rojo, estaba en casa por fin.

Comencé a temblar de la emoción, e incluso mis ojos se llenaron de lágrimas por el momento. Mi mente solo podía pensar en Dante. Vergil me dio un suave empujón, animándome a dar el gran paso.

Respiré hondo y agarré los tiradores, abriendo las pesadas puertas del local.

—Estamos cerrados, ¿acaso no sabe qué hora es? —Estaba borracho, pero no tanto como otras veces. Alargué la mano y le di al interruptor de la luz.

—Sí quieres me voy y vuelvo por la mañana, pero no he robado una moto para que me echen.

Dante se quedó mirándome con los ojos como platos, como si estuviera viendo un fantasma. Susurró mi nombre y vino hasta mí tan rápido que solo pude ver un borrón rojo deslizándose hasta mi posición, seguido de un fuerte abrazo en el que me levantó del suelo.

—¿De verdad eres tú? —Yo asentí y acuné su rostro con mis manos, ambos estábamos llorando.

—Te he echado mucho de menos, Dante —susurré sobre sus labios, rozándolos con los míos.

—Y yo a ti, Katie —respondió él antes de que nos fundiésemos en un beso cargado de necesidad y añoranza.

Nos separamos instantes después por la falta de aire, y yo miré por encima de mi hombro. Allá, en la penumbra del portal del local, Vergil esperaba de pie, había que darle la otra noticia a Dante.

—No he venido sola —comenté, girándome hacia la puerta con la intención de que Dante siguiera mi mirada.

Y fue entonces cuando Vergil entró en el local, y Dante corrió a por él, abrazándole. Vergil estaba incómodo con eso, se notaba a kilómetros, pero igualmente permitió que su hermano lo aplastara entre sus brazos.

Miré la imagen conmovida, era demasiado hermoso ver a aquellos dos reencontrados, a pesar de sus diferencias seguían siendo gemelos y se tenían aprecio el uno al otro, aunque Vergil no lo demostrase.

—Al final lo lograsteis —dijo Dante al separarse de Vergil.

—Te dije que encontraría la manera de salir de allí —comenté yo, sentándome en el borde del escritorio —. Aunque Vergil ayudó bastante —Dante miró a su gemelo con una ceja alzada.

—La saqué de bajo los escombros —relató el albino.

—Y luego salimos volando por un tragaluz, nos fuimos de la ciudad, robamos una moto y nos enfrentamos a unos demonios justo antes de llegar al local, ha sido productivo —concluí yo.

—Realmente habéis hecho de todo, sí —rio Dante mientras se acercaba hasta mi acompañado de Vergil —vaciaré el cuarto que tengo de trastero para que te puedas instalar, Verge.

—No me llames así —replicó el susodicho.

—Venga, si vas a vivir aquí no puedes ser tan amargado —Vergil me miró acusador, pero yo me encogí de hombros.

—Sabes cómo es Dante.

—No debí hacerte caso a lo de venir —replicó una vez que el cazador subió las escaleras.

—Es tu hermano, solo necesitaréis de un pequeño período de adaptación. Tómatelo como si fuera el comienzo de una nueva vida —aconsejé yo.

—No me queda más remedio —suspiró él, resignado.

Minutos después Dante bajó las escaleras y le indicó a Vergil que ya tenía el cuarto listo, así que el mayor de los albinos subió las escaleras, dejándonos a Dante y a mí a solas. Nos miramos en silencio a los ojos, y él me estrechó entre sus brazos de nuevo, fuertemente, como si tuviera miedo de que me fuera a marchar.

—Ya estoy aquí Dante, no voy a irme —le susurré, pasando mi mano por su espalda.

—Pensé que jamás volvería a verte —admitió él —. Ni a ti, ni a Vergil, ni a nuestro... —Dante se quedó quieto, paralizado, y entonces lo recordé: yo estaba embarazada antes de que todo ocurriera, pero ahora... —No... —susurró él, su mano ahora en mi vientre.

—¿Crees que...?

—Por desgracia.

Y ahí estaba ese toque amargo y triste del día, la mala noticia que arruinaría toda la felicidad y dicha del momento. Dante y yo nos miramos fijamente, estábamos devastados. Suspiré y fuimos a la habitación de Dante en completo silencio, el ambiente se había tornado sombrío.

—El cambio fue demasiado —comentó él dejándose caer en la cama, yo me tumbé a su lado y él me cobijó en sus brazos, tapándome con las mantas.

—Es horrible que haya sucedido, pero ni siquiera lo buscamos —no sabía muy bien qué decir, pero mis palabras eran ciertas, fue un embarazo accidental.

—Da igual, estaba dispuesto a tenerlo —replicó él —. ¿Tú?

Yo asentí con la cabeza.

—Planeaba decírtelo, también quería tenerlo, pero... ya no pasará, al menos no de momento —cuidé mis palabras, no quería que Dante pensara que no quería a lo que iba a ser nuestro futuro hijo.

—Siempre podemos intentarlo de nuevo, ha quedado comprobado que no hay mucha dificultad —quería sonar gracioso, pero notaba el dolor en su voz.

—No fue culpa tuya, Dante, sino mía. No debí salir aquella noche —él negó con la cabeza.

—No te preocupes por eso, no me enfadé —le quitó él importancia, sabía que por dentro seguía dándole vueltas al asunto del bebé.

—Vamos a dormir, ¿vale? Si te soy sincera estoy cansada, ha sido un viaje muy largo —confesé, él asintió y me acercó más a su cuerpo, dándome un beso en la cabeza.

—Buenas noches, Katie —una corriente inexplicable recorrió mi cuerpo de pies a cabeza cuando Dante me llamó así, haciéndome sonreír como una verdadera tonta enamorada.

—Buenas noches, Dante —deseé yo de vuelta.  

El Paraíso de Dante {Devil May Cry}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora