Capítulo 32

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Me quedé ahí plantada viendo cómo el desconocido se iba, con la cabeza hecha un verdadero lío. ¿Qué acababa de pasar? Todo había sido tan rápido y repentino que aún no lograba asimilarlo.

Tenía que ser alguien que quisiera reírse de mí y nada más, un simple gracioso con ganas de poner nerviosa a la gente y dejarlas descolocadas.

—¿Kat estás bien? —Linda había apoyado su mano en mi hombro, sacándome de mis mundos.

Fue entonces que me di cuenta de que estaba hiperventilando y temblando, y que un terrible dolor de cabeza me acababa de abordar con mucha fuerza.

—Kat, he llamado a Dante, viene de camino. Hoy te vas pronto a casa —sentenció ella en vista de que no respondía debido a mi estado catatónico.

No encontraba mi voz, simplemente me dejé hacer y llevar por mi compañera hasta los vestuarios, donde esperamos pacientemente a Dante. Pero al poco de sentarme en la pequeña banqueta junto a las taquillas colapsé por culpa del dolor de cabeza.

Todo pasó lento y a la vez rápido, era una sensación demasiado angustiosa, solo sé que todo comenzó a girar y dar vueltas a mi alrededor, y que Linda me gritaba para que volviera en mí, sin éxito.

Y después de aquello silencio y negrura absoluta, como un mar negro en total calma.

Dante’s POV:

Me asusté al recibir la llamada, pero me asusté aún más cuando llegué al local y vi una ambulancia en la puerta. Tuve que cerrar mis manos con fuerza para evitar transformarme, aquellas situaciones de rabia y miedo muchas veces acababan conmigo en mi forma demoníaca.

Entré corriendo al local, y al verme una de las compañeras de Katie, vino hacia mí y me agarró del brazo, llevándome hasta los vestuarios.

Y entonces la vi, estaba tumbada en un banco de madera, inconsciente. Gruñí y fui hacia allí para hablar con Linda mientras los paramédicos atendían a la de pelo corto.

—¿Qué ha pasado? —Ella negó.

—No lo sé, Dante. Ha venido un tío muy raro y han estado hablando, pero sinceramente no sé de qué. Él se ha marchado y ella se ha quedado como ida detrás de la barra, yo la he encontrado así cuando he vuelto de llamarte —fruncí el ceño, ¿un demonio quizá?

—¿Te ha dicho qué sentía? —Otra negación.

—Se agarraba la cabeza mucho, seguramente un muy fuerte dolor la asaltó, pero no tengo ni idea de por qué o siquiera si era eso —suspiré al escuchar aquellas palabras, de vuelta a lo repentino.

—¿Te han dicho algo los médicos?

—Dicen que puede ser un episodio de estrés y que es posible que haya colapsado por eso, estaba hiperventilando y temblando —eso solo sirvió para preocuparme más.

Dudaba mucho que hubiera sido por estrés, Katie estaba bien y sin preocupación alguna. Me crucé de brazos y miré en dirección hacia ella, aguzando mis sentidos para captar todo mejor: respiraba bien y su pulso estaba un poco acelerado, pero fuera de eso todo estaba bien en ella, ni siquiera habían infecciones demoníacas en su piel como aquella vez.

Fruncí el ceño, ¿algo relacionado con su memoria, quizá? Eso explicaría el fuerte dolor de cabeza, pero no lo repentino de este. No me quedaba de otra más que esperar hasta que despertara para averiguar qué había pasado, y eso no hacía más que frustrarme y desesperarme más.

Decidí entonces dar un paso adelante, hacia los paramédicos.

—¿La llevarán al hospital? Sus constantes están bien, ¿no es así? —Tampoco podía ir gritando a los cuatro vientos que yo no era del todo humano.

—Está estable, sí, pero preferimos llevárnosla, así podemos hacerle unos pocos análisis y ver si todo está en orden —explicó el chico, que no tendría más de treinta años.

—De acuerdo, iré entonces con vosotros cuando os la llevéis, no quiero que esté sola —más que nada por el miedo a que los demonios la asaltaran.

El chico asintió a mis palabras y entre él y sus compañeros se llevaron a Katie en una camilla. Linda me abordó cuando fui a salir, así que le dije que simplemente se la llevaban para hacerle un par de análisis y nada más, que ella estaba bien.

Tras ver cómo la ambulancia se marchaba llamé a Lady para que me prestara su coche, o al menos para que me llevara hasta el hospital. Por suerte me llevó, ya que se negó en rotundo a cederme las llaves. Algún día ese flamante deportivo rojo sería mío, sin ninguna duda.

No pasó mucho en las siguientes horas, cuando llegamos al hospital ella ya estaba despierta y desorientada, con el dolor de cabeza aún azotándole. Como no quería agobiarla decidí tranquilizarle y decirle que estaba bien, que solo la trajeron para hacerle un pequeño chequeo.

Fueron tres largas horas allí encerrados, pero por suerte dejaron que ella se marchara; los análisis habían salido bien. Al llegar al local, la cogí en brazos y la llevé hasta el sofá, se veía demasiado cansada.

—¿Cómo estás? —acaricié su mejilla con el dorso de mi mano una vez que me senté junto a ella.

—Es extraño, pero estoy bien. Aunque aún me duele un poco la cabeza —la miré con preocupación al escuchar eso. —Se me pasará, no te preocupes.

Y acto seguido se tumbó sobre mis piernas y no pude evitar sonreír ante lo tierna que me resultó. Pasé mi mano por su cabello y ella cerró los ojos.

—¿Qué estabas haciendo cuando Linda te llamó?

—Nada en particular, solo escuchar música y revisar unos papeles —recordé entonces que aún tenía que ordenar los documentos, no me quedaban muchos, pero aún quedaban.

—Si quieres vuelve a ponerla, me gusta la música que tienes —me alegró de sobremanera escuchar aquello, así que me estiré un poco y agarré el mando del hilo musical, dándole al play.

Katie pareció reconocer la canción que estaba sonando, ya que sus ojos se abrieron como platos al escuchar las notas.

—Este disco fue el primero que escuché aquella noche —musitó mirándome. —Me encanta esta canción además, es mi favorita.

Me mostré incrédulo, más que nada porque esa precisamente que estaba sonando (dance with the devil) era también de mis favoritas. Estaba tan inmerso en mí mismo que no me había cuenta de que Katie estaba cantando, en voz baja eso sí, pero estaba cantando.

Fue entonces que me di cuenta de lo feliz que ella me hacía, de la paz y la tranquilidad que me daba e incluso de lo mucho que me apreciaba, y yo a ella. No sentía aquello desde hacía mucho. Irremediablemente la imagen del nene se materializó en mi cabeza y no pude evitar sentirme mal.

Se la había quitado, sí. Y él la amaba, y yo en el pasado la había echado de mi vida con mis comportamientos de imbécil y cretino. Fui un gilipollas, pero así había sido yo siempre, alguien que aprendía de los errores que cometía.

—¿Dante? —La voz de la joven me sacó de mis pensamientos.

—¿Sí? —Bajé la mirada hacia aquellos preciosos y llamativos ojos que me volvían loco.

—¿Estás bien? Te noto como ido —su mano se alzó para acariciarme la mejilla dulcemente.

—No te preocupes, estoy bien. Solo pensaba en todo lo que ha pasado, es todo —mentí mientras recargaba mi cabeza contra su mano, disfrutando su toque y buscando evadir el tema.

—Dante, dijiste que no sabías nada de tu hermano, pero creo que él es quién ha venido al trabajo esta mañana.

Abrí mis ojos como platos, era imposible que fuera Vergil, él estaba muerto, estaba seguro de ello, tenía que estarlo, murió al poco de que naciera Nero, o quizá en sus primeros años de vida. No sabía mucho de mi gemelo a decir verdad, pero él tenía que estar muerto.

—Eso es imposible —sentencie, cortante.

El Paraíso de Dante {Devil May Cry}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora