Capítulo 19

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Jamás pensé que diría algo así, pero estoy totalmente molida. Me matan los pies, y las quemaduras de mis manos no ayudan para nada.

—Kate, ¿estás bien? —Me pregunta Jessica al verme apoyada en la barra intentando recobrar el aire.

—Sí, es solo que no estoy acostumbrada a esto, además, ¡estamos hasta la bandera! —Exclamo mirando a todos lados del local, rebosante de gente.

—Eso de estar hasta la bandera es un arma de doble filo, la caja se llena pero nosotras terminamos muertas —me dice medio riendo, y yo pensando que era una chica de pocas palabras.

—Tienes más razón que un santo, Jess —respondo medio riendo.

Cuando por fin me recompongo me pongo otra vez al cien por cien de mi capacidad y sigo trabajando duro, esforzándome al máximo; quiero demostrar que realmente tengo madera para trabajar aquí.

Finalmente, la tan esperada hora de salir llega y, tras despedirme de mis compañeras de trabajo, me encuentro con la grata sorpresa de que Nero está fuera del local, esperándome. Nada más verle corro a sus brazos, a pesar de estar molida aún me quedan fuerzas para correr hasta él y abrazarle.

—¡Nero! —Exclamo, colgándome de su cuello.

—¿Qué tal la tarde? —Pregunta en tono dulce rodeando mi cintura con sus cálidas y grandes manos.

—Agotadora, si te dijera otra cosa te estaría mintiendo —admito acercando mi rostro al suyo, en busca de un beso.

Es el albino quién acorta distancia y posa sus labios sobre los míos, sonriente y divertido por mis intenciones.

—Vayamos a casa, ¿vale? —Me dice al separarse de mí, cogiendo mi mano.

—No era necesario que vinieras por mí —le digo a medio camino.

—Yo quería hacerlo —responde encogiéndose de hombros. —Además, vagar sola por las calles a estas horas es muy peligroso.

—Bueno, por una vez estoy de acuerdo con eso —le digo medio riendo.

Al llegar a casa no me lo termino de creer, veía muy lejana la hora de llegar, darme una ducha y meterme en la cama. Subo prácticamente corriendo las escaleras y, tras robarle a Nero una camiseta larga de su armario, me meto al baño y me ducho con agua caliente.

Al salir vuelvo al cuarto del albino, encontrándole allí, cambiándose. Me doy la vuelta tan pronto como le veo, disculpándome, pero él simplemente se limita a reírse de mi inocencia y pudor. Al hacer esto, mi sonrojo aumenta, así que lo más seguro es que ahora mismo parezca un tomate bien maduro.

—Ya está Kate, puedes darte la vuelta —me avisa medio riendo. —No te pongas así, no me importa que me veas en ropa interior, eres mi pareja —eso último ha sonado a pura gloria... "Mi pareja". Sonrío como una tonta al escucharle decirlo. —¿Y esa sonrisa tonta? —Inquiere metiéndose en la cama, abriendo la colcha por el lado contiguo al suyo para que me meta yo también.

—Es que... eso de "mi pareja" ha... sonado muy bien... —Admito metiéndome a su lado.

Veo que él sonríe enternecido, comenzando a acariciar mi cabeza al tiempo que me abraza por la cintura con su mano libre.

—Me alegra escuchar que te guste —me dice al oído, poniendo cada pelo de mi cuerpo de punta. —Durmamos, ¿vale? Seguro que estás molida.

—Y tanto —admito. —Buenas noches, Nero.

—Buenas noches, cielo —esas palabras terminan de alegrarme la noche, logrando que me duerma con una sonrisa enorme en la cara.

Desafortunadamente, tengo una pesadilla: es sobre Dante y la noticia de esa mañana de los ataques demoníacos. Yo me encuentro allí con él, pero encerrada en una especie de burbuja que no me deja inmiscuirme en la encarnizada lucha que está librando contra los demonios. Es horrible, ya que poco a poco veo como los demonios logran vencer a Dante ante mis ojos y yo no puedo hacer nada más que llamarle y llorar sin parar.

Despierto de golpe con lágrimas en los ojos y sudando frío, despertando a Nero por el repentino y brusco movimiento.

—¿Kate? —Pregunta adormilado. —¿Estás bien?

No contesto, simplemente me tiro a sus brazos, llorando sin parar, preguntándome si Dante está bien. Si dije que no me importaba, ¿por qué me preocupo tanto por él? Sinceramente, parece que estoy reviviendo esa primera noche en la agencia de Dante, cuando también tuve una pesadilla.

—Tranquila, ¿vale? Lo que sea que has visto no ha sido real, ¿de acuerdo? Solo ha sido un mal trago, relájate y duerme, cariño —me pide con voz tranquila al oído.

Asiento y, por un rato, me aferro fuertemente a su camiseta, con miedo de dormir y volver a tener una pesadilla. Me repito una y otra vez que Dante sabe cuidarse solo, y que además Nero está conmigo protegiéndome, por lo que no debo de tener miedo.

Tras un rato que se me hace eterno, logro conciliar el sueño de nuevo, y afortunadamente ninguna pesadilla me asalta.

Despierto a la mañana siguiente a causa del suave y dulce ruego de Nero, que me pide que me despierte. Remoloneo un poco, estoy muy cansada, pero finalmente hago un esfuerzo y abro los ojos, encontrando al albino mirándome con una sonrisa en el rostro, con un brillo especial en la mirada.

—Buenos días —saluda dejando un casto beso sobre mis labios.

—Buenos días —respondo devolviéndole la sonrisa.

Tras ese momento me levanto de la cama y voy con Nero a la cocina, donde Kyrie nos espera con el desayuno ya listo.

—Muchas gracias Kyrie —le digo sentándome a la mesa. —Tiene todo una pinta increíble.

Y no miento, desde la más simple tostada a la más dulce de las tortitas, todo tiene una pinta exquisita.

Mientras desayunamos, le digo a Nero que voy a ir al Devil May Cry a por mis cosas, rezando porque Dante no esté en el local cuando vaya, no me apetece verle, y mucho menos si está con alguna de sus meretrices.

—¿Estás segura? —Pregunta él.

—Sí, apenas tengo cosas aquí y paso de tu tío en estos momentos, me ha tratado mal, sé que quería lo mejor para mí, pero no fueron formas. Ya veré si me reconcilio con él, pero no tiene pinta de que eso vaya a pasar —explico.

—Es una pena, eráis como uña y carne —se entromete Kyrie. —Dante no es un mal hombre, Kate.

¿Y a esta qué es lo que le pasa? Muy pocas veces, por no decir nunca, la he escuchado hablar de Dante, y que ahora salte con algo así es... Mosqueante cuanto menos.

—La gente cambia, y Dante me enseñó quién es en realidad —me duele decir eso ya que yo le tenía por alguien distinto. —Pero bueno, es lo que hay... supongo.

Cuando terminamos de desayunar subo a la habitación que de ahora en adelante compartiré con Nero y me pongo la ropa que usé ayer, me arreglo un poco el pelo y bajo al salón, donde el albino está despidiéndose de los niños de una manera dulce y cariñosa, la verdad es que siempre me ha chocado que siendo un lobo solitario como es se haga cargo de niños huérfanos.

Salimos de casa, y por el camino no paro de decir que espero que Dante no se encuentre en la agencia, ya que de verdad que no me apetece verle. Y, por una vez en la vida, la vida me sonríe, ya que el cazador no está en casa.

Recojo mis cosas lo más rápido que puedo entre recuerdos de buenos momentos. Siempre que uno llega, sacudo la cabeza para alejarlo, no quiero ponerme a llorar.

Antes de salir del local miro el interior por encima del hombro, voy a extrañar vivir aquí, pero prefiero eso a tener que soportar al imbécil de Dante.

—Menuda suerte hemos tenido, ¿no? —Me dice Nero una vez que estamos a varias calles de la agencia.

—Y que lo digas, no sabes cómo agradezco al cosmos que me haya escuchado —río acomodando la bolsa a mi espalda.

Bolsa que Nero me quita. Me quejo, pero no cede y la lleva el resto del camino él mismo.  

El Paraíso de Dante {Devil May Cry}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora