Capítulo 4

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A la mañana siguiente despierto a causa de una conversación que está teniendo lugar en el despacho de Dante. Escucho la voz de una mujer, y también la del peliblanco. ¿Quién será ella?

—¿Me estás diciendo en serio que has acogido a una chica que ni siquiera conoces aquí y que encima está durmiendo ahora mismo en tu cama? —Exclama la mujer, incrédula. —Dante, sabía que eras un casanova, pero no me imaginaba que llegarías a este punto.

—Trish, ya te lo he dicho, ella estaba malherida. Unos demonios la atacaron —la voz de Dante suena cansada, como si él ya hubiera repetido aquello demasiadas veces. —Además, ¿qué más te da a ti que yo acoja o deje de acoger a chicas en mi local? —Espeta recalcando el "mi".

La chica gruñe, realmente malhumorada. ¿Acaso me ha cogido celos así de repente?

—Mira, haz lo que te dé la gana, pero que una chica estuviera rodeada por semejante cantidad de demonios debería sonarte a gato encerrado, señor cazador —escupe.

¿Acaba de insinuar que soy algún tipo de demonio? ¿Por qué? Yo no le he hecho nada como para que vaya diciendo esas cosas de mí. ¡Ni siquiera la conozco! Además, ¿por qué pretende poner a Dante en mi contra? No solo por la acusación, sino por lo de acogerme.

¿Y si esa tal Trish... Es la novia de Dante?

—¿Acaso no hago siempre lo que me sale de los mismísimos? —Se mofa él. Río en mi fuero interno, me ha encantado esa contestación.

Silencio. La mujer no responde, sino que en su lugar sale del local dando un portazo. Portazo que uso de excusa para levantarme y salir de la habitación restregando mi mano contra mis ojos, quitando las legañas.

—¿Qué ha pasado? —Pregunto somnolienta, tiene que parecer que me he despertado por el portazo, no quiero que Dante crea que soy una cotilla.

—Nada importante —le resta importancia subiendo sus pies encima de la mesa. Se le ve malhumorado, ¿qué habrá estado hablando con esa tal Trish?

—Ah... —Digo sintiéndome algo violenta, no sé muy bien qué decir. —Oye, Dante...

—¿Sí? —Pregunta mientras juguetea con sus pistolas.

—He pensado que, en cuanto esté mejor obviamente, me iré de aquí —Dante me mira con una ceja alzada. —O sea, buscaré empleo y... —Un golpe seco en la mesa me interrumpe, Dante le ha pegado un manotazo brutal a la mesa.

—Has estado escuchando, ¿verdad? —Aquello me deja helada. —No le hagas caso a Trish. Si yo te he acogido es porque yo he querido. Y punto. Te quedarás aquí conmigo. Además, ayer te prometí algo, y pienso cumplirlo. ¿Queda claro? —Dice de manera seria mientras se pone en pie, apoyando ambas manos en el escritorio.

Me quedo anonadada ante esas palabras y la seriedad con la que las ha dicho. Recuerdo entonces lo que le pedí anoche. Agacho la cabeza, no sabiendo muy bien cómo sentirme. ¿Qué debería hacer? ¿Qué debería decir? Ha quedado demostrado que Dante no es muy fan de los abrazos.

Antes incluso de que me dé cuenta, me descubro llorando. ¿Así era antes de perder la memoria?

—¿Katie? —Tartamudea él acercándose lentamente a mí. —Oye, no llores —en vista de que no le hago caso, me abraza. Este hombre me va a volver loca.

Correspondo el abrazo y estrecho a Dante fuertemente entre mis brazos, llorando en su pecho.

—¿Por qué? —Sollozo.

—¿Por qué, qué? —Responde alejándose un poco de mí.

—¿Por qué te preocupas tanto por mí? ¿Por qué te preocupas tanto por una extraña? ¿Por qué siquiera te fías de mí? No recuerdo nada de mi pasado, podría ser cualquiera, incluso alguien podría estar dándome caza... —Digo atropelladamente, comenzando a hiperventilar. —Dante, ¡no quiero ponerte en peligro! —Exclamo entre sollozos.

—Katie, Katie —me dice agarrándome por los hombros. —Tranquila, ¿vale? Relájate. Por favor —pide llevándome hasta el sofá e instándome a que me siente. —Mira, voy a serte franco: ni yo lo sé, ¿vale? No tengo ni pajolera idea de por qué hago esto. Simplemente lo hago porque siento que... —Agacha la mirada, como sintiéndose avergonzado. —Debo protegerte —dice finalmente. —Y pienso hacerlo —promete clavando su intensa mirada en mi insignificante persona.

Las palabras de Dante me dejan descolocada. ¿No sabe por qué hace las cosas? ¿Simplemente lo hace porque siente que debe? ¿Sin un por qué?

—Sí, lo sé —prosigue. —Soy un impulsivo —admite medio riendo. —Supongo que el lema que más encaja conmigo es: vive cada segundo como si fuera el último.

Aquello consigue hacerme reír, y ciertamente me asombro de mi bipolaridad. ¿Cómo de un momento a otro puedo pasar de estar llorando a estar riendo? Sin duda alguna es por culpa de este hombre.

—Dante... —Murmuro.

—¿Sí? —Responde dirigiéndose a la ventana.

—Gracias...

En respuesta Dante suelta un pequeño suspiro y niega con la cabeza, apoyándose en el marco de la ventana. Tras unos instantes observando la ciudad, se gira hacia mí.

—¿Quieres que vayamos a algún lado a desayunar? No puedo invitarte a gran cosa pero... Supongo que bastará para tortitas y un helado de fresa —dice encogiéndose de hombros con una pequeña sonrisa en su rostro.

—Dante, no quiero que... —Comienzo.

—¿Quieres o no Katie? —Me corta.

—Está bien... —Accedo, no muy animada por el hecho de que gaste dinero en mí. 

El Paraíso de Dante {Devil May Cry}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora