Fue extraño cuando Dante salió de mi, me sentí… vacía. Sí, era la mejor palabra para expresar cómo me sentí. Él se levantó y fue al baño, volviendo tras unos minutos para cogerme en brazos y llevarme hasta la bañera, que tenía agua caliente y espuma ya en ella.
Suspiré tan pronto como el agua tocó mi piel, era extremadamente agradable, y más después de la sesión de sexo desenfrenado que acabábamos de tener.
Mientras enjabonada mi cuerpo desde fuera de la bañera, Dante habló:
—Perdona si he sido muy brusco, me cuesta controlarme en este tipo de días —le miré vagamente a la cara y pude ver arrepentimiento en sus ojos.
—No te preocupes, Dante. Me ha gustado muchísimo —alcé mi mano y acaricié su mejilla, sonriéndole. —Pero quiero otra camisa —él soltó una pequeña risa.
—La tendrás, tranquila —prometió mientras masajeaba mi cabeza.
Tras un rato yo ya estaba lista, así que el albino me sacó de la bañera y me envolvió en un albornoz que no recordaba que tuviera, pero no me importó, era mullido y muy agradable al tacto.
Antes de ir a la habitación decidí mirarme al espejo: necesitaba un corte de pelo. Torcí el gesto por ello y me di la vuelta, admirando lo que Dante había hecho en mi hombro.
Pero me quedé sin aliento al no encontrar una herida con forma de mordisco ahí, sino que en su lugar había como una especie de llama roja.
—¿Dante? —Tartamudeé, ¿qué me había hecho?
—Dime, preciosa —contestó yendo hacia mi, abrazándome desde atrás.
—¿Qué es esto? —No entendía absolutamente nada.
—Es… —parecía nervioso, como debatiéndose entre decirme o no. —Mi marca de… apareamiento —aquella última palabra la dijo en voz baja.
—¿No se quita? —Toqué la llama con mis dedos, parecía un tatuaje. El albino negó.
—Perdóname, Katie. Me dejé llevar por el momento y ni siquiera lo pensé cuando lo hice —negué con la cabeza y le encaré, callándolo con un dulce beso.
—Está bien, me gusta. Imagino que es para que otros demonios no se me acerquen con ese tipo de intenciones, ¿verdad? —Dante asintió. —No te preocupes —pasé mis uñas por su torso desnudo en una leve caricia. Ahora que me daba cuenta, Dante sólo se había puesto un bóxer negro ajustado que le quedaban de muerte.
—¿Te gusta lo que ves, nena? —me agarró de la muñeca suavemente y llevó su mano más abajo, justo a la “V” que se perdía dentro de su ropa interior.
—Estás para no dejarte salir del cuarto —le provoqué, jugando con el elástico del bóxer.
—Soy todo tuyo siempre, deberías saberlo —llevó su mano hasta mi nueva marca y está ardió un poco bajo su toque, sacándome un gemido.
No dolió, era una sensación extraña, como si él provocase que un fuego invisible recorriera todo mi ser, excitándome.
—Muy listo eres tú para lo que quieres —le dije, agarrando su miembro por encima de la ropa, el cual ya se estaba poniendo duro de nuevo.
Dante dejó escapar un gruñido de sorpresa, pero pronto tomó represalias volviendo a tocar la marca, enviando una llamarada por todo mi cuerpo. Ahora me sentía extraordinariamente caliente, como si fuera a quemarme viva.
—Juzga tú misma —miré sus ojos y nuevamente estaban rojos, ardiendo en deseo.
Sonreí y me lancé a sus labios, intentando marcar yo el ritmo del beso, pero él quería más, así era Dante, hambriento y brusco, una verdadera bestia.
Sus manos se posaron en mis caderas y yo siseé de dolor, así que ante esto él se separó de mí y me quitó el albornoz, dándose cuenta de las heridas que habían en esa zona.
Le cambió la cara, sus ojos se abrieron como platos y todo brillo carmesí se esfumó. Antes de que dijera nada cubrí sus mejillas con mis manos y le besé dulcemente.
—Está bien, no pasa nada —susurré. —Me gusta que seas así, en el momento me vuelve loca —y mordí su labio inferior, pasando a su cuello para dejar pequeños besos por la zona.
—¿De verdad? —Su mirada colisionó con la mía y una sonrisa felina se formó en sus labios cuando asentí.
—Es genial —admití, me gustaba aquello del sado a decir verdad.
Y, una vez más, las cadenas de la cordura de Dante se desvanecieron como cenizas en el viento.
En un rápido movimiento me subió al lavamanos y me separó las piernas, arrodillándose entre ellas. Abrí los ojos, sorprendida por su acción. Primero me tanteó un poco con los dedos, pero pronto se lanzó hambriento hacia mi centro, pasando su lengua por aquel pequeño botón sensible sin descanso alguno, acompañando las pasadas con leves embestidas por parte de sus dedos.
—Dante… —gemí, presa del placer. Era extraordinario, incluso cuando me mordía me encantaba.
Tenía muy claro que le devolvería el favor, pero me daba miedo meterme eso en la boca, aquel monstruo que guardaba en su bóxer era exageradamente grande.
Cada vez el ritmo era más rápido y frenético, Dante me estaba llevando al límite, pero afortunadamente me permitió acabar, y no pude evitar sonrojarme al ver sus labios brillantes a causa de mis fluidos.
Sin darme tiempo a hacer nada, él me besó, colando su lengua en mi boca y dejándome probar un poco de mi sabor, lo cual me excitó muchísimo.
Fue entonces que decidí tomar las riendas de la situación, empujando a Dante para que se separara de mí y poniéndome de rodillas ante él, llevándome su bóxer en el proceso.
—Katie… —susurró, poniendo la mano en mi cabeza. —No estás obligada a…
Ni siquiera le dejé terminar de hablar, ya que de un solo movimiento metí su miembro en mi boca, no al completo porque era demasiado grande, pero sí gran parte de él.
Por su parte él gruñó y me agarró la cabeza, marcándome el ritmo que debía seguir, primero despacio y profundo, luego más rápido mientras también usaba mis manos.
Era fascinante hacer aquello a decir verdad, me sentía poderosa al escuchar los gruñidos y gemidos bajos del cazador, era excitante tenerlo tan a mi merced. Al rato de estar así sentí que se tensaba y supe lo que venía, él quiso separarse de mí, pero yo le mantuve quieto, dentro de mi boca.
—Katie… no hace falta —gruñó.
Alcé mi ojos hacia los suyos e hice caso omiso de sus palabras, obligándolo a dejarse ir en mi boca, mascullando una maldición.
Sonreí victoriosa al sentir toda su esencia en mi boca, estaba caliente y sabía un tanto extraño, pero no era desagradable. Tragué todo y subí hasta su altura, dándole un pico.
—Eso ha estado muy bien —suspiró de manera entrecortada.
Me fijé en sus ojos y estos habían recuperado el habitual tono azul claro de siempre.
—Entonces, ¿sado? —Pregunté, con una sonrisa divertida en la cara.
—Deja el tema porque estando como estoy sólo conseguirás que no te deje salir del dormitorio —alcé una ceja ante la amenaza.
—No me molestaría —pasé mis brazos por su cuello y hundí mis manos en su cabeza.
—Estás jugando con fuego, Katie —me susurró al oído, la marca en mi hombro comenzaba a arder de nuevo.
—¿Y qué?
—Que jugar con fuego te puede quemar —respondió, dejando un dulce beso entre mi cuello y mi hombro.
—Entonces incéndiame —le provoqué, mordiendo su cuello.
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El Paraíso de Dante {Devil May Cry}
Fanfic¡Hola a tod@s! Sí, lo sé, quizá esté haciendo una locura ahora mismo, pero he decido estrenar una nueva novela, esta vez de... (Redoble de tambores) Bah, ni modo, lo pone en el título. ¡Devil May Cry! Sí, estas últimas semanas he estado muy enganch...