Capítulo 48

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—Dante y yo peleamos aquel día, un poco antes de que el ataque comenzara —empezó a relatar Vergil —. Yo salí corriendo de casa muy enfadado... y me emboscaron. ¿Qué iba a hacer un niño de ocho años? —Abrí la boca, sorprendida —. Yamato apareció de la nada en mi mano, respondiendo a mi grito de auxilio —lo que daba a entender que el arma tenía conciencia propia.

—Entiendo que pudiste con ellos, ¿no? —Vergil asintió.

—Mis poderes despertaron con la llegada de Yamato, todo el poder que tenía dentro explotó en aquel momento —explicó.

Sus ojos no estaban realmente observando la sala, sino que estaban inmersos en los recuerdos del pasado, como si estuviera viendo todo aquello por lo que había pasado. No podía sentirme más asombrada ante su relato, un niño de ocho años acabando con una horda entera de demonios...

—Para cuando terminé con aquellas alimañas la casa entera estaba en llamas... no había nada que yo pudiera hacer —y ahí pude vislumbrar un pequeño resquicio de la impotencia de Vergil, comprendiendo un poco mejor su ansia de poder.

Sabía lo que él había pensado en aquel momento pese a que no conocía muy bien al mayor de los albinos: si hubiera acabado con ellos antes, si hubiera sido más fuerte, podría haber salvado a mi madre.

—Dime una cosa, Vergil —le dije, él me instó a seguir con un leve sonido de afirmación —: ¿qué pensaste en aquel momento? Cuando te atacaron.

—Que mi madre me había abandonado, prefiriendo quedarse con Dante que ir tras su otro hijo e intentar solucionar la discusión.

—Eso no es cierto —la voz del cazador entrando en el local nos sorprendió a ambos.

—Dante... —susurré yo, el de rojo prosiguió:

—Sí es cierto que ella me escondió, pero fue tras de ti, quería encontrarte y ponerte a salvo, tal y como hizo conmigo. Estuvo buscándote sin descanso, pero los demonios la mataron antes de que pudiera encontrarte —las palabras de Dante eran amargas y duras, pero era la verdad, estaba segura.

—Una madre jamás abandona a su hijo —comenté yo. Vergil mantenía toda su atención sobre su gemelo.

—Murió sin saber si yo estaba vivo o muerto... —susurró Vergil, bajando la mirada. Dante asintió.

La sala se sumió entonces en un completo y profundo ambiente cargado de melancolía y tristeza, pero pronto decidí acabar con él al preguntarle a Dante qué tal le había ido en la cacería, ya que había vuelto bastante rápido.

—Solo eran demonios menores, nada que pudiera dar mucha guerra —respondió él despreocupadamente —. ¿Vosotros qué tal habéis estado?

—Bien, nada que destacar.

El día transcurrió con tranquilidad tras eso, y una vez que Dante y yo estuvimos acostados juntos en la cama cuando ya había caído la noche, él habló:

—Me sorprende que Vergil se haya abierto de esa manera a ti —admitió, yo me encogí de hombros.

—A mí también me ha resultado un poco extraño, pero eso es bueno, ¿no crees?

—Explícate.

—Significa que está cambiando, Dante. Se está volviendo un poco más sociable y abierto —Dante negó.

—Solo contigo, con suerte conmigo. Dudo mucho que se comporte de esa manera con Trish o Lady —reflexionó el cazador.

—Bueno, es un comienzo. Algo es algo.

—Supongo...

—¿Crees que Nero y él lleguen a tener una relación normal de padre e hijo? —El albino negó.

—Lo veo demasiado improbable, Vergil tiene el orgullo demasiado grande como para pedir perdón, y Nero... bueno, ya sabes cómo es el nene.

Cierto era que Nero tenía carácter y era un tanto rencoroso, pero estábamos hablando de que eran padre e hijo. Había que admitir que su propio padre le había arrancado un brazo, lo que obviamente era algo grave y una razón de peso para que Nero odiase a Vergil, pero eso no borraría nunca su parentesco, por mucho que le fastidiara al menor de los albinos. Suspiré, entendía que Nero me guardara rencor, pero debía conseguir que aquellos dos llegaran a llevarse bien, fuera como fuera.

—¿Qué estás maquinando, Katie? Te noto demasiado concentrada —Dante me miraba con una ceja alzada mientras pasaba su mano por mi cabello.

—Nada relevante —respondí yo, quitándole importancia.

—Ya, ya —comentó él mientras hacía un pequeño ademán.

Me había quedado bastante claro que Dante no me había creído, pero dudaba mucho de que llegara a darse cuenta de lo que estaba pensando realmente.

Volví a tener una pesadilla aquella noche, haciendo que me despertara sudando frío y con la respiración agitada. No entendía por qué se seguían sucediendo, simplemente escapaba de mi conocimiento.

—¿Estás bien? —La voz de Dante sonaba más grave y profunda de lo normal, y debía admitir que me costó un poco salir del estupor que esto me causó.

—Una pesadilla... otra vez —susurré, derrotada.

El albino suspiró y me atrajo hacia sí, pasando su mano por mi espalda lenta y dulcemente mientras que un suave pero embriagador aroma comenzaba a inundar la estancia.

—¿Qué es esto? —Pregunté yo, totalmente hundida en aquella fragancia.

—Sólo relájate, está hecho especialmente para ti —me susurró él al oído, era algo que jamás había hecho antes, pero pronto comprendí que ese aroma solo me afectaba a mí, y que solo Dante podía segregarlo, como cuando estaba en celo y sus feromonas llenaban todo el ambiente.

Minutos después, y gracias al relajante y pacificador olor, logré tranquilizarme y caer dormida, logrando pasar el resto de la noche sin ningún percance.

A la mañana siguiente, cuando Dante y yo nos quedamos a solas y organizábamos un poco el local, el albino me explicó que aquella sustancia de anoche era algo que los demonios como él podían segregar para que su pareja se calmara, así como también podían esparcir un afrodisíaco para excitar a sus parejas.

—¿Y es solo de ti hacia mí? —Dante me miró con una ceja alzada.

—¿A qué te refieres exactamente?

—¿Sólo tú puedes esparcir esas feromonas? ¿Yo no puedo?

—Sí puedes, pero quizá te cueste un poco —admitió él.

—Ten en cuenta que ahora soy más como tu —había dolido aceptar que había dejado de ser humana, pero así estaban las cosas, así era la realidad, y no había más remedio que aceptarla, ya que no podía vivir amargada por ese hecho.

—Lo sé, pero yo nací así, tu no —no lo decía con mala intención, sino más bien para hacerme ver que lo suyo era innato —. Ha estado en mi naturaleza desde siempre.

—Quizá yo desarrollé una época de celo también —Dante se encogió de hombros.

—Solo el tiempo nos lo dirá —concluyó él.

—¿Qué hay de mis poderes? ¿Cuándo nos pondremos con ellos? —Me sentía un poco como una pequeña niña que descubría todo de nuevo, como cuando había llegado al local sin memoria.

Era extraño, como si ya hubiera pasado por todo aquello, pero ahora era distinto, era una nueva versión de mí, una nueva Katherine.

Dante suspiró.

—Estás realmente impaciente por aprender todo, ¿no? —Yo asentí, él suspiró nuevamente y negó con la cabeza, como si estuviera tratando con un infante —. Deja que tu cuerpo se termine de asentar, no ha pasado ni una semana desde tu conversión —aconsejó él.

—Pero...

—Es lo mejor, Katie, quizá resultes herida si no respetas el periodo de adaptación. Prometo ayudarte con todo dentro de una semana, ¿te parece? —Yo asentí con la cabeza, ¿acaso tenía alguna otra opción?

Por supuesto que no. 

El Paraíso de Dante {Devil May Cry}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora