Capítulo 19

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 Hay un encanto sobre lo prohibido que hace que sea indescriptiblemente deseable. (Mark Twain)


Melodía recomendada


El Vaticano (La Santa Sede)

El arzobispo Kenobi, iba meditando acerca de las últimas reuniones que había sostenido con el Cónclave y algunos compañeros que estaban realizando, al igual que él, estudios y pruebas para someterse al nuevo grado de cardenales y otros de ellos en cargos administrativos del Vaticano. Sinceramente tanta parafernalia lo abrumaba, él solamente quería servir a los necesitados y predicar la palabra del Altísimo. Si por él fuera, estaría predicando en alguna misión o en un pueblito lejano con feligreses, quienes en realidad necesitaban del apoyo moral de alguien que los quisiera ayudar, aunque sea con palabras de consuelo o sabios consejos, pero las oportunidades le habían llegado sin él buscarlas y eso generaba envidia en algunos cardenales que lo único que les interesaba era el poder.

Había dos cardenales, que desde que era un seminarista, le habían tenido recelo, estos se consideraban santos delante de todos y la verdad le molestaba su mal actuar, pero trataba de ignorarlos. Esos cardenales siempre lo vieron con desprecio, desde antes de tomar los votos, trataron de ponerlo en mal delante de las autoridades eclesiásticas, con un hecho cuyo pasado  todavía le dolía, pero que al menos ya había superado. Afortunadamente nunca se lo pudieron demostrar y, salió libre de toda acusación y también esa persona no salió afectada. Lo único que le importaba es que ella fuera feliz y sabía que había logrado serlo. Tampoco entendía porque esos hombres, siempre actuaban de manera egoísta y rastrera, la verdad ni entendía como habían obtenido el grado de cardenales cuando todos en los pasillos de La Santa Sede, murmuraban entre sí que no merecían tal grado, pero mejor callaban para no ser mal vistos por el clero, por hablar de alguien de alto rango sin tener las pruebas suficientes para acusarlos.

Siempre se opusieron que alguien tan joven como su acólito, se ordenara para ser sacerdote, incluso quisieron ponerle obstáculos para que no realizará la misión en África y Suramérica. Luego también se opusieron con lo de fundar una organización benéfica en un pueblo de Estados Unidos. Por fortuna, Ben siempre demostró ser un joven entregado a la obra y mostró un comportamiento intachable durante todo el tiempo como seminarista, misionero y ahora en la organización de beneficencia, según informes de su muy querida amiga la Abadesa Maz Kanata. Lo único que le extrañaba de Snoke y Enric Pryde, es que de un día para otro dejaron de impedir la ordenación de Ben y lo único que protestaron cuando el muchacho regresó de la misión fue, lo de la organización de beneficencia y ponerlo como cura párroco de una congregación, siendo tan joven y gallardo.

Necesitaba hacerle una visita a su acólito, ya que la última llamada que mantuvo con el joven, lo dejó algo pensativo. Ben siempre había sido taciturno y mantenía ese semblante de tristeza, el cual quería ocultar a través de una máscara de fingida felicidad, aunque el muchacho le aseguraba hasta el cansancio que había superado todo, él seguía sin estar muy convencido de lo que el chico le aseguraba. En el fondo el Joven Solo seguía manteniendo la máscara de Ren, ese mote con el cual sus dos únicos amigos lo llamaban. Sinceramente, viéndolo del punto de vista como su consejero, ese nombre ocultaba el dolor de Ben Solo, ese corazón que seguía partido en mitad por la perdida. Necesitaba verlo para hablar algunas cosas de la fundación y, para que le dijera si le estaba sucediendo algo, porque sabía que así era, lo conocía como si fuera su hijo. Le daría una visita de sorpresa, tal vez se animaba en contarle sus penas y buscar ayudarlo como siempre lo hacía cuando el joven pasaba por sus momentos existenciales, no dudaba de su vocación y servicio pero si le preocupaba su herido corazón.

Aeternun ( El recuerdo de tu amor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora