Capítulo 12

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¡Santo Dios! ¿Me acaba de retar?

Una llama voraz se expande dentro de mí, calentando todo mi cuerpo y haciéndolo vibrar desde sus cimientos. La tomo con furia entre mis brazos y hundo mi lengua dentro de su boca para absorber todo su aliento. La ahogo con mis besos y la devoro con pasión. La llevo de vuelta a la cama y escalo sobre ella... Es hora de enseñarle a esta rebelde que soy yo quien lleva las riendas en esta habitación.

—¿Quieres que te demuestre cómo soy capaz de hacer temblar tu puto mundo? —La tomo del mentón para obligarla a que me mire.

—Sí... Haz que mi cuerpo trascienda de su estado puro y hazlo esclavo del deseo y la pasión, quiero sentir como el fuego transforma en polvo cada uno de mis huesos. —¡La puta madre! Pero ¿es que esta mujer no va a dejar de sorprenderme y derribarme con sus palabras cada vez que abre su viperina boca?

—No voy a dejar un puto hueso dentro de tu cuerpo, dulzura... Vas a recordar cada orgasmo que te voy a sentir por el resto de tu vida.

—Entonces, hazlo..., pero no olvides que voy a gritar tu nombre tan fuerte que nunca más podrás oír la voz de otra mujer cuando la tengas entre tus brazos. —Sus palabras me fulminan de un impacto.

La beso como nunca besé a otra mujer. Porque ella hace que mi cuerpo tiemble de deseo y de lujuria. Su actitud irreverente me sacude de tal manera que me confunde. Nunca le he permitido a ninguna mujer tener esas libertades conmigo; sin embargo, ella hace añicos cada resolución.

Subo sus brazos sobre su cabeza para someterla, apresando sus muñecas con una de mis manos. Ella se deja hacer y se entrega sumisa a mis deseos. Beso su cuello y su mentón, y luego me dirijo al lóbulo de su oreja para azotarlo con mi lengua y mis dientes —emite un suave jadeo— mientras susurro palabras eróticas en su oído.

—Voy a tomarte esta noche y a marcar cada parte de tu cuerpo con mis caricias y mis toques, y voy a reclamar tu inocencia para ser el único dueño de tu inexperiencia y de tu primera vez.

—Quiero que seas el primero, Jeremy, pero, por favor, haz que el dolor de mi primera vez se convierta en placer cuando te tenga dentro de mí —me pide entre susurros.

Separo sus piernas con mis rodillas para colocarme entre ellas. Bajo mis dedos hasta su vagina para comprobar su humedad y puedo sentir lo mojada y lista que está para mí. Hundo mis dedos en su interior y puedo sentir lo apretada de su cavidad. Gime fuerte y tendido mientras serpentea su cuerpo con desesperación. Entro y salgo de su vagina con movimientos rápidos y continuos —cierra sus ojos y arquea su cuerpo; sé que está cerca—, con mi pulgar froto su clítoris con pequeños y cortos movimientos circulares y, cuando la siento a punto de correrse, me detengo —ella se queja— la castigo al dejarla sin el placer de su clímax por ser desobediente y atreverse a retarme.

—Por favor, Jeremy, libérame pronto o moriré calcinada —suplica para que la tome y la haga mía, y no soy quién para negarle ese placer.

—Dime qué quieres, pequeña codiciosa —mi voz es ronca—. Pídeme lo que quieres que te haga... Dime cómo quieres que te tome. —Mi pene también me ruega que me hunda en ella hasta lo más profundo de su intimidad.

—Hazlo fuerte, Jeremy... quiero que mi cuerpo recuerde cómo te hundiste dentro de él y que, al despertar, el dolor sea la prueba de que estuviste allí.

Tomo un condón del bolsillo de mi pantalón, que esta tirado en el suelo, y rasgo el sobre para extraerlo —ella me observa con los ojos pesados y la boca semiabierta—, cubro mi pene erecto y me reacomodo entre sus piernas.

—¿Estás segura de esto, preciosa? Puedes pedirme que me detenga... o que continúe con esto y te haga mía; te doy la oportunidad para que lo pienses. —Le doy la opción para que me detenga, aunque muy dentro de mí imploro para que me deje continuar.

Pasaje a la pasionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora