Escucho ruidos fuera de la habitación y decido levantarme, aun cuando mis ánimos están por los suelos.
Sorpresivamente, veo un juego de muletas apoyadas al lado de mi cama y no dudo ni un segundo en utilizarlas. Es difícil caminar dando saltos de un lado para el otro, así que agradezco al detalle a quien quiera que haya sido.
Salgo de la habitación y el aroma a café me arrastra hasta la cocina. Me sorprendo al ver a Sabrina preparando el café y vistiendo la camisa de Bruno.
—Hola, creo que Bruno y tú por fin han arreglado sus diferencias. —Sonrío.
—Sí. —Me mira con timidez—. Gracias a ti, él me escuchó y pude contarle todo lo que sucedió.
—Todos merecemos la oportunidad de ser escuchados. A veces la rabia no nos permite ver una verdad; aunque esté delante de nuestros ojos, reaccionamos impulsivamente y juzgamos a priori. Yo lo sé por experiencia.
Sé que no le di a Jeremy la oportunidad de explicarse, aun cuando los hechos lo culpaban. Debí otorgarle el beneficio de la duda, pero todo fue tan confuso en ese momento y me sentí tan herida que solo quería irme de allí cuanto antes y desaparecer.
—¿Quieres una taza de café?
—Sí, por favor. El olor del café me sacó de mi cuarto, soy adicta a él.
—A Bruno también le encanta. —Sonríe—. Nos conocimos hace cinco años en un café, mientras trabajaba de camarera. —Su confesión me sorprende, porque cualquiera puede ver que es una chica de alta sociedad y no necesita trabajar, y menos como camarera—. Por tu expresión sé que te he sorprendido —me mira fijamente—, pero siempre fui una chica muy independiente y, aunque mis padres son dueños de casi todo el planeta —bromea—, siempre me ha gustado ganarme lo mío con esfuerzo.
—¡Vale! Me atrapaste. —La miro divertida—. Nunca lo hubiera creído.
—Lo sé, mis padres tampoco lo creyeron cuando lo descubrieron. Llevaba un año trabajando en una pequeña cafetería cerca del campus, me encantaba trabajar allí, porque me hacía sentir que era una persona normal y corriente, como cualquier otra. Disfrutaba conociendo a la gente que llegaba al lugar, conversar con ellos y saber un poco de sus vidas.
A pesar de tenerlo todo en la vida, nunca fui completamente feliz. Mis padres se la pasaban de viaje, en convenciones o en reuniones de negocios, por lo que pasé toda mi vida bajo la tutela de Martha. —Suspira—. Ella fue contratada para cuidarme y ocuparse de todo lo que tuviera que ver conmigo. Es como una madre para mí. Desde pequeña cuidó de mí como solo una madre podría hacerlo, mientras que mi madre... —Aclara su garganta—. Martha se encargó de mi educación, asistía a las reuniones del colegio; en los momentos más duros de mi vida siempre estuvo a mi lado. Sin ella no sé lo que hubiera hecho.
»Cuando cumplí los dieciocho años mis padres realizaron una fiesta para presentarme a la sociedad, toda una estúpida tradición de las familias ricas. Esa noche mis padres me presentaron a un hombre de unos treinta y cinco años; según contaban, era un senador muy importante, de mucho poder político en mi país y un gran aliado para las aspiraciones políticas de mi padre. Luego de esa noche, sus visitas a mi casa se hicieron regulares y frecuentes. Yo pensaba que las razones de sus constantes visitas eran por los asuntos políticos que mi padre se traía entre manos, pues tenía intenciones de postularse como gobernador del Estado. Pasaron dos años desde que ese hombre apareció en mi casa, nunca me gustó, me mantenía alejada de él y me encerraba en mi cuarto cuando iba de visita. Hasta que un día... —Cierra los ojos visiblemente afectada por los recuerdos—. Durante una cena familiar en la que, por supuesto, él se encontraba, me notificaron que el senador Jerry Garfield había pedido mi mano en matrimonio.
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Pasaje a la pasion
RomanceUna aventura en la que un hombre con oscuros secretos y con un pasado que lo ha marcado de por vida decide intentar darse una nueva oportunidad, una joven e inocente chica que a su edad aún no conoce el amor porque le ha sido esquivo en más de una o...